ByOskarele
Errol Flynn nos relata en sus memorias (tituladas humildemente “Gallardo y calavera”) que en el año de nuestro señor de 1933, mientras se encontraba en un barco de pasajeros, curiosamente llamado “D’Artagnan”, que navegaba por el sureste asiático, conoció a una hermosa japonesa llamada Mayako, que, lamentablemente estaba casada con un Suizo, “corpulento y duro”, según nos dice el propio Errol
No debió importarle mucho la corpulencia del suizo, pues el actor se acabó llevando a la chica a su camarote, donde hicieron el amor repetidas veces (siempre según Flynn, persona honesta donde las haya…), hasta que fueron interrumpidos por el marido histérico (como no) de la japonesa. “Estaba furioso, como loco: había perdido todo el control sobre sí mismo. Ese es el peor tipo de atacante, ya que uno no sabe cómo defenderse”, nos cuenta el mujeriego yanqui.
Total, que se liaron a hostias, hasta que Errol consiguió relajar al basilisco suizo. Para tranquilizarle, llegó a decirle: “¿Estad usted loco? ¿Qué diablos piensa que estábamos haciendo? Escuche: ¿Significa esto que sospecha de su mujer? ¿De su propia esposa? ¡Piensa que ella le engaña!”
No consiguió calmarle.
En vez de eso, el suizo saco un revolver y le pegó un tiro a Flynn, que afortunadamente para él, consiguió esquivar la bala por los pelos e intento quitarle el arma, justo en el momento en el que llegaron las autoridades del barco y pararon la pelea.
Errol fue invitado a abandonar el barco, con la excusa de que su vida corría peligro. Indignado lo dejó no sin antes despedirse de la japonesa Mayako, y en presencia del cornudo marido, diciéndole “Deseo que la vida sea amable contigo. Muchas gracias”.
Hay que echarle rostro a la vida
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