ByOskarele
Aunque fueron los griegos los primeros en introducir el simbolismo de la herradura de la buena suerte en la cultura occidental hacia el siglo IV a. C., la tradición anglosajona atribuye tal hecho a San Dunstan (925-988), un herrero de profesión que llegaría a ser Arzobispo de Canterbury en 959.
Según un relato legendario, este personaje se pasaba las horas muertas en su estrecha celda, en la que estudiaba, tocaba el arpa y trabajaba como herrero (por esto se le conoce como el patrón de los orfebres, celebrándose su festividad el 19 de mayo). Un día, trabajando en el metal, recibió la visita de un extraño personaje que le pidió unas herraduras para sus extraños pies, que parecían pezuñas. Dunstan, que era un lumbreras, reconoció inmediatamente al diablo y dijo que para atender su petición le haría encadenar a la pared, a lo que accedió el insólito cliente.
Con tal maña consiguió Dunstan realizar su labor, causando increíbles dolores al diablo, que este acabó pidiéndole repetidamente misericordia. Dunstan termina apiadándose de Satanás, y lo libera, no sin antes hacerle jurar que nunca entraría en una casa en cuya puerta viera colgada una herradura.
Desde la difusión de esta leyenda, aproximadamente en el siglo X, no faltaron las herraduras de la suerte colgadas en las casas de los cristianos, cumpliendo la doble función de talismán y de picaporte.
En la Edad Media, época de brujería, la herradura adquirió un poder adicional. Se creía que las brujas se desplazaban montadas en escobas porque temían a los caballos, y que cualquier cosa que les recordara un caballo, especialmente su herradura de hierro, las ahuyentaba como un crucifijo aterrorizaba a un vampiro. La mujer acusada de brujería era enterrada con una herradura clavada en la tapa de su ataúd, para impedir su resurrección.
En Rusia, al herrero que forjaba herraduras se le consideraba dotado de capacidad para realizar «magia blanca» contra la brujería, y los juramentos solemnes relativos al matrimonio, los contratos comerciales y las compraventas de propiedades no se prestaban sobre una Biblia, sino sobre los yunques utilizados para martillear las herraduras.
En 1805, cuando el almirante británico lord Horacio Nelson se enfrentó a los enemigos de su nación en la batalla de Trafalgar, el supersticioso inglés clavó una herradura en el mástil de su navío almirante, el Victory.
Mas info aquí: http://aura-archangemaudit.blogspot.com/2009/02/la-leyenda-de-san-dunstan-y-el-diablo.html y aquí: http://www.tinet.cat/~vne/supersticiones_1.htm.
Soy herrero de profesión y algo de eso hay.
ResponderEliminarEl hierro es la base de el mundo de hoy.