ROSA DE LIMA. LA PRIMERA SANTA SUDAMERICANA


ByOskarele

En 1586 nació en Lima, Perú, Isabel Flores de Oliva, conocida por el nombre Rosa de Lima, con el añadido "santa", que obtuvo tras su canonización por Clemente X en 1671, siendo la primera santa reconocida de Sudamérica. Pero, para mí, lo más interesante es que representa un ejemplo extremo de mortificación voluntaria dedicada únicamente a la mayor gloria de Dios. Veamos como fue la interesante y perturbadora historia de esta señora.

Tuvo una infancia común y nada significativa, imbuida desde pequeña en la religión católica mostrando desde pequeña episodios extraños de auto mortificación, como cuando contrajo en su más tierna infancia un fuerte reuma con enormes dolores, que ella, extrañamente ocultó a sus progenitores. Así, a pesar del empeño de sus padres por casarla, ella se negó tozudamente, haciendo voto de virginidad tras años de insistencia paternos, ingresando posteriormente en la Orden Tercera de Santo Domingo.

Se cuenta que un tiempo antes de ser ordenada monja, un día, un joven, alabó su belleza, y ella, aturdida se rasgó el rostro, marcando sus cicatrices con pimienta y sal. También se dice que en otra ocasión un joven aduló sus manos, hecho que hizo que la muchacha las sumergiese en lejía pura para deformarlas.

Desde entonces pasó toda su vida en una pequeña ermita construida en el huerto de la casa de sus padres, dedicando doce horas diarias a la oración, diez horas al trabajo y dos al descanso.  Además siempre comía alimentos poco apetitosos, como mínimo, y en poca cantidad, como hierbas y raíces cocidas. Y siempre vistió una blusa con un tejido extremadamente áspero que procuraba un constante picor mortificante en su piel, anudándose, por si no era suficiente, una cadena alrededor de la cintura que, a cada movimiento, se hundía en su carne. Por si fuera poco también se solía colocar una corona de espinas en la cabeza.

Pero no solo se mortificaba de esta forma tan terrible. Acudía a una iglesia local para ayudar y atender a las necesidades espirituales de indígenas y de esclavos negros de la ciudad, además de atender a muchos enfermos en su propia casa, que se convirtió en una especie de enfermería, ayudada posteriormente. Además ayudaba al padre Martin de Porres, también santo.

En 1615 unos buques corsarios holandeses decidieron atacar a la ciudad de Lima. Alertada por la noticia, Rosa reunió a numerosas mujeres de la localidad en la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario para orar ante por la salvación de Lima. Nada más enterarse del desembarco, se subió al altar y, se cortó los vestidos, poniendo su cuerpo como escudo para defender a Cristo en el sagrario. Milagrosamente, el capitán de la flota atacante falleció en su barco unos días después, retirándose las naves. En Lima todos atribuyeron el milagro a Rosa y por ese motivo en sus imágenes se le representa portando a la ciudad sostenida por el ancla.

En Argentina y Uruguay por el mes de agosto ocurre la "Tormenta de Santa Rosa". La tradición atribuye a Rosa el origen de este fenómeno natural que logró la huida de los enemigos de tierras peruanas.

Ya cerca del final de su vida, cayó gravemente enferma. Pasó los últimos tres meses de su vida en la casa de Gonzalo de la Maza, un contador notable del gobierno virreinal, cuya familia le tenía particular cariño. En este lugar se levanta el Monasterio de Santa Rosa de Santa María de, Lima.

Murió a los treinta y un años de edad en las primeras horas del 24 de agosto de 1617, fiesta de San Bartolomé, como ella misma lo profetizó, según la leyenda. El día de sus exequias y entierro, los devotos se abalanzaban sobre su cuerpo para arrancarle la vestimenta en busca de un recuerdo, aclamándola como santa.

Hoy sus restos se veneran en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima con notable devoción por parte del pueblo peruano y de Sudamérica entera.

Se han escrito cerca de 400 biografías sobre ella.

Los Pontífices en sus respectivas Bulas la proclamaron santa con el nombre de "Rosa de Santa María", y que posteriormente hubo de convertirse en Rosa de Lima, nombre toponímico común a muchos santos en el orbe cristiano.

La tradición cuenta que el Papa Clemente X, luego de oír los argumentos sobre su santificación dijo: "Limeña, bonita y santa, ni aunque llovieran rosas", y llovieron.

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