ByOskarele
El antiguo testamento registra el ascenso a los cielos de varios seres mortales. El primero fue Enoc, un patriarca antediluviano que se hizo colega de Dios y que “caminaba con el señor”. Fue el decimoséptimo patriarca en el linaje de Adán, además de bisabuelo de Noé, nuestro héroe del diluvio.
Coged una biblia, que seguro que tenéis por ahí una, y mirad el quinto capítulo del Génesis, donde se hace una larga lista genealógica de los patriarcas y de las edades (larguísimas) que tenían al morir. Excepto en el caso de Enoc:
“Y vivió Jared, después que engendró a Enoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Jared novecientos sesenta y dos años; y murió.
Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años.
Dios se llevo a Enoc al cielo para escapar de la muerte en la Tierra, dice la tradición. Más adelante hablaremos de Enoc con más calma, porque es un personaje interesantísimo
Elías, mencionado en el artículo anterior, también fue arrebatado de la Tierra para no volver nunca más.
Pero hay un tercer mortal que fue llevado al cielo y dotado allí de una gran sabiduría, según el Antiguo Testamento, claro. Se trata de un rey de Tiro, cuyo nombre, curiosamente no se menciona. En Ezequiel, 28.12 leemos que el Señor le encargó al profeta que recordará al rey como, siendo perfecto y sabio, le había sido permitido ir a ver a los dioses: “Tu eras el dechado de perfección, lleno de sabiduría y de esplendida belleza. En Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto (…) Eras un querubín ungido, protegido, y yo te había puesto en el monte santo de Dios, caminando entre las piedras de fuego”. Pero allí se ve que se volvió engreído, haciendo un uso indebido de su sabiduría.
Los textos sumerios también hablan de humanos que tuvieron el privilegio de ascender a los cielos. Uno, por ejemplo, fue ADAPA, el hombre modelo creado por el bueno de ENKI, al que dio sabiduría, pero no inmortalidad. Pero con los años, ENKI se enrolló, al ver que sus días se acababan, y proporcionó un MU a ADAPA para que fuese a la Morada Celestial de ANU.
Gilgamesh, el de la leyenda, era rey de Uruk e hijo de padre mortal y madre divina (sic), circunstancia que le hizo pensar que no se merecía el destino de los mortales. Un día se entera por la tradición de que un antepasado suyo, con el bonito nombre de Utnapistim, el héroe del diluvio mesopotámico, había escapado de la muerte al ser llevado también a la Morada de ANU. Gilgamesh decide encontrar un lugar desde el que volar con su antepasado y obtener el secreto de la vida eterna.
Ese lugar es el País de Tilmun, y allí había un MU (Shem), preparado: “Yo entraría en el país, haría subir a mi Shem. En los lugares donde los Shem se elevan, yo elevaría mi Shem”. A pesar de los impedimentos se empeña en ir, encontrándose allí, en mitad del sueño, con un espectáculo increíble: “En mi sueño, amigo mío, la tierra de arriba se vino abajo. Me eché abajo y me atrapo los pies… ¡El resplandor era irresistible! Apareció un hombre, el más perfecto de la tierra era él. De debajo de la tierra caída me sacó. Me dio agua para beber; tranquilizó mi corazón” y algo después dice “La visión que tuve fue absolutamente aterradora. Los cielos gritaron, la tierra tronó. Se fue la luz del día, una llama se encendió. Las nubes se hincharon ¡Llovió muerte! Después, el fulgor se desvaneció, el fuego se apagó.”
Esto para Sitchin es la descripción de un aterrizaje o despegue de una nave espacial.
Finalmente, Gilgamesh consigue viajar “sin ver nada delante ni detrás” a los cielos. Llega a un magnifico jardín donde las frutas y los arboles crían piedras preciosas, y allí vive Utnapistim, su antepasado héroe del diluvio, que deja chapado al pobre rey de Uruk, ya que le dice que los humanos no pueden escapar de su vida mortal, aunque le da una planta de la juventud, con la que “el hombre se hace joven en la ancianidad”. Pero, tal y como quería su destino, en el viaje de vuelta la pierde…
También subió al cielo otro sumerio, Etana, soberano de Kis, “el que ascendió al cielo”, en busca de una planta del nacimiento con la que podía tener un hijo varón (sic). Le clamó a UTU, su dios, para que le consiguiese un Shem. No se lo concede. Pero le dice que un águila le llevará. La narración es asombrosa:
“¡Mira amigo lo que parece la tierra! Mira al mar, a los lados de la Casa Montaña (Pirámide??), la tierra se ha convertido en una simple colina, el ancho mar es como una bañera (…) La tierra se ha convertido en un surco, el ancho mar es como un cesto de pan” y más tarde “cuando mire a mi alrededor, la Tierra había desaparecido y mis ojos ya no podían recrearse en el ancho mar”
No está muy claro si llego o no a la Morada Celestial de ANU. Pero lo cierto es que si parece que voló el Etana este…
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