En Cangas do Morrazo (Pontevedra), nació por el año 1551, una mujer que se convertiría en una figura importante en Galicia, su nombre María Soliño (o Soliña).
Por aquella época, Cangas era un importante pueblo marinero, en pleno auge económico, gracias a las importantes ganancias económicas que provenían de la pesca. María Soliño, por aquella época, vivía con su marido e hijos cómodamente, pues eran una de las familias más adineradas de la zona, que no pertenecían a la nobleza.
Pero toda esta felicidad, se vio truncada cuando en 1617, Cangas fue atacada por un barco pirata turco, que arrasó la zona dejando 33 personas muertas, sobre 80 prisioneros y casi 200 casas quemadas, además de destrozar las barcas y aparatos de pesca.
Como consecuencia, el pueblo se sumió en una gran depresión económica, y muchas mujeres se quedaron solas en la más profunda miseria.
Ante tanta miseria, un noble de la ciudad envió una carta al rey, para que descendieran los impuestos durante un tiempo, hasta que la zona se recuperara. Pero para volver a enriquecerse pronto, los nobles del lugar, decidieron unirse a la Inquisición, ideando un plan, para no perder el poder económico que habían tenido anteriormente. Su objetivo, era acusar a mujeres con grandes posesiones económicas de practicar la brujería (aunque también acusaban a pobres para no levantar sospecha), confiscándoles todos sus bienes, así el noble que las denunciara y la Inquisición se repartirían las ganancias económicas obtenidas.
María Soliño, enseguida llamó la atención de la Inquisición y de los nobles de la zona, pues en el ataque de los turcos su marido y sus hijos habían muerto, heredando ella todas las riquezas, por lo que pronto fue acusada de brujería ante el Tribunal de la Inquisición.
Al poco tiempo, fue capturada y torturada junto con otras nueve mujeres, hasta que confesaran ser brujas. A María, se le confiscaron todos sus bienes y la soltaron obligándole a llevar el hábito penitencial durante seis meses, afortunadamente, no fue quemada viva como otras mujeres de la época.
Poco se sabe si esta mujer de 70 años, llegó a cumplir dicha condena, pues la hambre, la locura de su gran sufrimiento, y la miseria, en la que quedó sumida, debieron ser la causa de su muerte en algún lugar desconocido, pues no se ha encontrado la acta de defunción. Pero su muerte, nos sirve hoy, como reflejo del sufrimiento que padeció todo un pueblo ante el poder y el despotismo.
Este suceso fue fuente de inspiración para músicos y poetas, un ejemplo de ello, es este poema de Celso Emilio Ferreiro:
María Soliña.
Polos camiños de Cangas
a voz do vento xemía:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.
Nos areales de Cangas,
Muros de noite se erguían:
Ai, que soliña quedache,
María Soliña.
As ondas do mar de Cangas
acedos ecos traguían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.
As gueivotas sobre Cangas
soños de medo tecían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.
Baixo os tellados de Cangas
anda un terror de agua fría:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.