LA RIQUEZA DEL SER. PARTE 1: COLECCIONISTAS DE PLANTAS OBSESOS


ByOskarele

Joseph Banks (1743-1820) fue el botánico más importante de Inglaterra. Unas 75 especies llevan su nombre. Fue el primero en introducir en Europa los eucaliptos, las acacias y las mimosas. Pero es sobre todo famoso por el viaje que realizó con el capitán Cook a bordo del Endeavour, la expedición botánica más grande de la historia.

Banks adquirió interés por la ciencia de las plantas por la popularidad que gozó esta disciplina gracias a los trabajos de Linneo, del que hablaremos más adelante. Gracias a la pasta que heredó de sus padres, decidió dedicar su vida a la botánica.

En 1768 pago 10.000 libras de la época (unos 400.000 euros actuales) para poder participar en una expedición científica conjunta de la Marina Real Británica y la Royal Society por el océano Pacifico, a bordo del HMS Endeavour, barco capitaneado por el famoso Capitán James Cook. Con él llevó un grupo de nueve personas (un naturalista, un secretario, tres dibujantes y cuatro criados). Curiosamente, antes de partir se inició en la masonería, siendo el primer masón conocido en visitar Nueva Zelanda y Australia...

Nunca una expedición botánica ha obtenido semejantes triunfos, ni antes ni después.

Seguramente se debe a que visitaron numerosos lugares nuevos o poco conocidos, como Tierra del Fuego, Tahití, Nueva Zelanda, Australia (precisamente en este viaje el capitán Cook la reclamó para la corona británica) o Nueva Guinea. Pero sobre todo se debía a que Banks era un investigador astuto y de gran inventiva.

Banks regresó con 30.000 especímenes de plantas en total, entre ellas 1.400 totalmente desconocidas. Posiblemente esto, junto con la calidad de sus análisis y comentarios de los diferentes ejemplares, hizo que fuera elegido miembro de la Royal Society para posteriormente ser elegido presidente, entre 1778 y 1820.


Pero el peaso de botín que se trajo para Europa Joseph Banks era solo una parte del total de lo que fue una época absurdamente codiciosa en lo que se refiere a la botánica: la recolección de plantas se convirtió en una especie de manía internacional. La gloria y la riqueza parecían aguardar a los que encontraban nuevas especies.

Gente como Thomas Nuttall, que llegó a EEUU siendo un impresor sin estudios, pero que una vez allí descubrió que le apasionaban las plantas y recolecto cientos de nuevas especies, o John Fraser, cuyo nombre lleva el abeto Fraser, que se pasó media vida recorriendo bosques y estepas por encargo de Catalina la grande de Rusia, pero que, al llevar su inmenso muestrario a la zarina, se enteró de que había un nuevo zar que se negó a cumplir el acuerdo que tenían. Así que se llevo todas sus planticas a Chelsea, de donde era, montó un vivero y se forró vendiendo plantas exóticas a los ricos señoritos de la época.

Algunos se forraron de mala manera, como John Lyon, un botánico aficionado que se tiró dos años recolectando especímenes, pero que obtuvo 7.000 libras por su esfuerzo, al vender las plantas. Otros sin embargo lo hicieron por amor a la naturaleza, como el citado anteriormente Thomas Nuttall, que donó la mayor parte de lo que encontró a los Jardines Botánicos de Liverpool.

Y eso solo por lo que se refiere a las plantas. Estaba también la fauna de los nuevos mundos: canguros, mapaches, linces rojos y miles de insectos y formas que desafiaban a la imaginación de los europeos.

El volumen de vida en la Tierra era aparentemente infinito, como indican estos versos de Jonathan Swift, escritor satirico irlandés, autor de “Los viajes de Gulliver”:

“So, naturalists observe, a flea
Has smaller fleas that on him prey;
And these have smaller still to bite 'em,
And so proceed ad infinitum.”

Que viene a querer decir:
“Así una pulga, nos indican los naturalistas
Tiene otras más pequeñas que hacen presa en ella
Y estas, a su vez, otras más pequeñas que las picotean.
Y así sigue el proceso, ad infinitum”
(extraído de su libro “On Poetry, a Rhapsody” de 1733, aquí: http://www.online-literature.com/swift/3515/)

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