ZECHARIA SITCHIN, EL 12° PLANETA, PARTE 2: EN BUSCA DE LA CIVILIZACION PRIMIGENIA


ByOskarele

De toda la vida los europeos anteriores al siglo XVIII habían considerado que su civilización era el legado de Roma y de Grecia. En parte tenían razón. Pero no tenían en cuenta que los mismos filósofos griegos hablaban de fuentes más antiguas de saber provenientes de Oriente. Algo más tarde, a partir de Napoleón y su viaje a Egipto, Europa tomó conciencia de que mucho antes que los griegos estuvieron los antiguos egipcios, que hablaban de reyes en fechas tan tardías como el 3.100 a. C. lo que nos lleva dos milenios y medio más atrás de nuestra antigua fecha de inicio de la civilización.

Pero tampoco iba a ser Egipto el lugar donde eclosionó la civilización.

Las culturas pre-helénicas del Egeo ofrecían evidencias de que había sido una cultura de Oriente Próximo la que había influido en aquellos pueblos. Se empezaron a encontrar similitudes entre la cultura helénica y las culturas semitas, sobretodo en índices lingüísticos: el alfabeto griego proviene de Oriente próximo. Ellos mismos decían de un fenicio llamado Cadmo trajo el alfabeto.

Los contactos entre la cultura griega y las culturas de Oriente fueron constantes, llegando a su cenit con las conquistas de Alejando Magno, que dominó el imperio persa en el 331 a. C. Estos persas pertenecían a la misma familia: los pueblos indoeuropeos, que aparecieron en alguna zona cercana al Mar Caspio a finales del segundo milenio a. C. y que se expandieron hasta la India por el este y por la cuenca mediterránea.

Curiosamente, en la biblia, a estos pueblos invasores no se les trata como foráneos, sino como integrantes o descendientes de los mismos pueblos. ¿Quiénes eran estos antepasados comunes de indoeuropeos y semitas?

Sabemos que las raíces culturales de los persas están en dos civilizaciones anteriores, Babilonia y Asiria, cuyo esplendor y caída es también registrada por el Antiguo Testamento. Ambas culturas surgen hacia el 1.900 a. C., y ambas caerán en el siglo VI a. C. Y estas culturas fueron estudiadas intensamente por los primeros arqueólogos, que fueron encontrando una por una casi todas las ciudades mencionadas en las escrituras e indicios de todos los reyes y personajes narrados.

Ambos imperios eran bastante similares en sus manifestaciones culturales, tanto artísticas como religiosas. Pero también compartían una lengua común: el acadio, la primera lengua semita conocida, aunque ellos no lo inventaron, sino que procedían de una cultura anterior, que fue la que en realidad inventó la escritura cuneiforme (realizada mediante incisiones en tablillas de cerámica).

Esto nos lleva a un imperio más antiguo todavía.

Y también al Génesis:
“Los comienzos de su reino fueron Babel, Erek, Calno y Acad, en  tierra de Senaar” (gen. 10.10)

¡Acad!, un imperio anterior a Babilonia y Asiria, en pleno tercer milenio a. C. Los orígenes de la civilización se iban retrotrayendo cada vez más. Sobre todo cuando los estudiosos se dieron cuenta de que el idioma acadio tampoco era original, sino que antes había uno más antiguo, que empleaba ideogramas en vez de silabas, como demostraron muchas tablillas en ambas escrituras.

¿Qué pueblo creo aquellas antiguas tablillas? Las pruebas arqueológicas, así como los escritos bíblicos, parecían asegurar que tenía que haber habido reinos y ciudades en Mesopotamia aun antes del tercer milenio a. C. La llave iba a estar  en aquella lengua que empleaba ideogramas.
Y fue gracias al descubrimiento de una biblioteca gigante que confeccionó el rey Asurbanipal de Asiria en Nínive. Allí se encontraron 25.000 tablillas, muchas escritas como copias de “textos de antaño”, algunas con una extraña leyenda: “lengua de Shumer sin cambiar”. Pero el hallazgo más curioso fue una frase del propio Asurbanipal:

“El dios de los escribas me ha concedido el don de conocer su arte.
He sido iniciado en los secretos de la escritura.
Puedo incluso leer las intrincadas tablillas en Shumerio;
Comprendo las enigmáticas palabras talladas en la piedra
De los días anteriores al diluvio”

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