PLATÓN. PARTE 5. ANTROPOLOGIA PLATONICA: EL ALMA INMORTAL
Perpetrado por Oskarele
Ya hemos dejado claro que, para Platón, conocer la realidad es conocer las ideas. Como estas no son objetos empíricos, la realidad no puede ser conocida por la experiencia que proporcionan los sentidos. Solamente la razón puede acceder a la verdad verdadera.
Pero ¿Cómo es posible tal conocimiento?
Para entender esto es preciso entender como es la concepción platónica del ser humano.
La concepción del hombre en Platón está también inspirada en la teoría de las Ideas. Como no…
El hombre tiene una naturaleza dual: tiene un cuerpo y tiene un alma.
El cuerpo pertenece al mundo empírico de los sentidos, y, por lo tanto, está sujeto al cambio y la destrucción.
Es corruptible y mortal.
El alma, en cambio, hunde sus raíces en el mundo de las ideas: es eterna, y por lo tanto, inmortal y trascendente.
Existía antes y existirá después de nosotros.
El hombre es el resultado de una unión "accidental" entre el alma y el cuerpo, dos realidades distintas que se encuentran unidas en un solo ser de modo provisional, de tal modo que lo más propiamente humano que hay en el hombre es su alma, a la que le corresponde la función de gobernar, dirigir, la vida humana.
Tanto la concepción del alma como la de sus funciones en relación con el cuerpo sufrirán diversas modificaciones a lo largo de la obra de Platón, aunque se mantendrá siempre la afirmación de su unión accidental.
Como hemos dicho, al tener raíces en el mundo de las ideas, el alma debe tener conocimiento de ese mundo del que proviene… pero ese conocimiento parece haberlo olvidado cuando se encarna en este mundo. Pero precisamente por esto, al ser olvidado y no perdido, es posible rescatarlo con el trabajo y la formación adecuada.
Así, el verdadero aprendizaje, el verdadero conocimiento, es un recuerdo.
La idea de que el alma es inmortal y transmigra le viene a Platón, casi con toda seguridad, de los pitagóricos. A su vez éstos la habían tomado con probabilidad del orfismo, movimiento de carácter religioso y mistérico que se desarrolla en Grecia a partir del siglo VIII, y cuya creación fue atribuida a Orfeo. Se trataba, al parecer, de una renovación del culto dionisíaco que se proponía alcanzar la purificación a través de rituales ascéticos, en la creencia de la inmortalidad y transmigración (metempsícosis) de las almas, que se encontrarían encerradas en el cuerpo como en una prisión.
Pero, para quienes no fueran próximos al orfismo o al pitagorismo, la afirmación de la inmortalidad del alma no podía dejar de ser una afirmación sorprendente. De ahí la necesidad de Platón de demostrar dicha inmortalidad.
Las referencias a la inmortalidad del alma, así como los primeros intentos por abordar su demostración, los encontramos en los llamados diálogos de transición; aunque será en los diálogos de madurez, (en el Fedón, Fedro...), en donde se desarrollen las pruebas fundamentales, siendo ratificada la creencia en la inmortalidad del alma en uno de los diálogos de vejez, en el “Timeo”.
El “Menón” tiene por objeto la investigación acerca de si la virtud es enseñable. ¿Cómo podremos saber si la virtud es enseñable, o no, si no sabemos antes lo que es la virtud? Antes de decidir si tal objeto posee o no tal cualidad es necesario saber qué es ese objeto, por lo que la discusión se encamina hacia la búsqueda de la definición universal de virtud. Pero esto es algo muy difícil, que nos lleva a entrar en una espiral en la que nunca podemos alcanzar el conocimiento (pues lo estamos buscando en el mundo de los sentidos). La alternativa que propone Sócrates, y que dice haber conocido a través de una sacerdotisa experta en las cosas divinas, es la de una nueva explicación del conocimiento: la teoría de la reminiscencia.
Aprender no es apropiarse de algo ajeno al alma, sino recuperar lo que el alma ya poseía de alguna manera, es decir, recordar lo que desde luego ya sabía.
¿Cuándo ha conocido el alma lo que recuerda?
Puesto que no ha sido en esta vida ha tenido que ser necesariamente en una vida anterior, de donde se sigue que el alma es inmortal.
En el “Fedón”, diálogo en el que se relata la conversación que tuvo Sócrates con sus amigos el último día de su vida, se discute también el tema de la inmortalidad del alma. Al principio Sócrates afirma dos cosas: a) que estamos en la vida colocados en un lugar por voluntad de los dioses y b) que el filósofo debe aspirar a abandonar, esta vida. Parecen afirmaciones contradictorias, así que Sócrates demostrar que el verdadero filósofo debe afrontar la muerte con valentía y que puede esperar una vida feliz en el otro mundo.
¿Por qué el verdadero filósofo no debe temer la muerte? Porque ella le libera del cuerpo, que es un obstáculo para el alma en la búsqueda de la verdad. Pero, para que el filósofo, liberado del cuerpo, pueda alcanzar la verdad únicamente con su alma, es necesario que ésta sea inmortal.
De ese modo es como Sócrates se halla obligado a demostrar la inmortalidad.
Una vez hecha la demostración, Sócrates saca las consecuencias morales: los buenos serán recompensados y los malos castigados en el otro mundo.
Los argumentos para demostrar la inmortalidad del alma en el Fedón son los siguientes:
1. El argumento de los contrarios está basado en una vieja concepción de la cultura griega según la cual los contrarios proceden unos de otros, combinada con la creencia de que nuestras almas van de aquí a otro mundo y que de ese otro mundo retornan a este. Las almas vivientes procederían, entonces, de almas muertas, y éstas de aquellas.
2. El segundo argumento está basado en la teoría de la reminiscencia, y es similar al que se propone en el "Menón", con la particularidad de que aquí ya hay una referencia clara a la teoría de las Ideas. Si se admite que existen las Ideas y que el conocimiento es el recuerdo de éstas, entonces el alma ha tenido que existir antes de esta vida.
3. El tercer argumento también está basado en la teoría de las Ideas. Si existen las Ideas entonces tenemos dos tipos de existencia: el de las Ideas y el de las cosas. Si la naturaleza del alma le confiere el papel de conocer las Ideas (Formas) y dirigida al cuerpo, ha de ser semejante a las Ideas o Formas, por lo que ha de ser simple y no compuesta. Ahora bien, lo simple es incorruptible, por lo que el alma de ser inmortal.
4. Hay todavía un cuarto intento por demostrar la inmortalidad del alma, apoyándose, esta vez, en la idea tradicional de que el alma es el principio vital de los seres: todo lo que tiene alma tiene, pues, vida, y la vida acompaña necesariamente al alma; sería contradictorio admitir que el principio vital "muere", por lo que la alma ha de ser inmortal.
En el “Fedro” encontramos un nuevo argumento sobre la inmortalidad del alma, basado en la idea de que el alma es el origen de todo movimiento; se establece una equivalencia entre vida y movimiento, siendo el origen de ambos el alma, la única realidad que tiene capacidad de moverse a sí misma sin necesidad de la acción de una fuerza exterior:
"Toda alma es inmortal. Pues aquello que está siempre en movimiento es inmortal. Todo aquello que mueve a otra cosa siendo, a su vez, movido por otra cosa, cuando cesa su movimiento, cesa también su vida. Sólo aquello que se mueve a sí mismo, al no fallar nunca, tampoco cesa nunca de moverse, sino que es la fuente y principio del movimiento para todas las otras cosas que mueve. Pues el principio nunca comenzó a existir.”
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