LA ATLÁNTIDA. PARTE 19. LOS TEOSOFISTAS: W. S. ELLIOT Y SU IMPRESIONANTE IDEA DE LA ATLANTIDA 1/3


Perpetrado por Oskarele

Blavatsky, como ya dijimos, palmó en 1891. Uno de sus discípulos mas destacados, William Scott Elliot (del que, curiosamente, se sabe que murió en 1930, pero no cuando nació), delegado de la Sociedad Teosófica en Gran Bretaña, escribió una monografía en siete tomos titulada “The story of Atlantis and the lost Lemuria”, que, supuestamente, se basa en las mismas fuentes que “La doctrina secreta”, es decir, que le fue, por un lado, dictado telepáticamente por los Mahatmas tibetanos y por otro lado, se basa en el dichoso Manuscrito de Dzyan… incluso afirmaba tener unos mapas de los antiguos continentes.

La obra, editada en 1925, en realidad era una versión ampliada de dos obras anteriores suyas: “The Story of Atlantis” de 1896 y  “The Lost Lemuria” de 1904, y es, como la de su maestra, es de un espesor brutal, cargada de datos, citas y palabras complejísimas. Pa muestra, un botón:

“De cuatro a cinco millones de años, en guarismo redondo, duró la vida geológica de la Atlántida, porque este tiempo hace poco más o menos que en parte del continente lemúrico, todavía firme a la sazón, aparecieron los remoahles, primera subraza de la cuarta raza raíz que iba a poblar la Atlántida.”

Elliot, al igual que su maestra, considera que la nuestra, la quinta raza, procede de aquella de los Atlantes.

Considera que esta procedencia se ha perdido en los anales de la historia, y considera que solo sabemos sobre dos de las subrazas arias: la celta y la teutónica. “Pero los cientos de miles de años que transcurrieron desde que los primitivos arios dejaron sus moradas en las orillas del mar central de Asia, hasta los tiempos de Grecia y Roma, fueron testigos del nacimiento y caída de innumerables civilizaciones.”

La raza matriz aria tuvo una primera subraza que habitó en la India y desde allí colonizó Egipto. La segunda estuvo compuesta por lo caldeos, babilónicos y asirios; la tercera por los persas iranios; la cuarta sería la celta, cuyos últimos brotes serian los pueblos griegos y romanos; la quinta seria la teutónica, que aun no ha terminado su carera, “mientras que las subrazas sexta y séptima, que han de desarrollarse en los continentes Norte y Sur de América, habrán de dar miles de años a la historia…”

Imaginad una cosa: según esta gente, nuestra raza matriz solo existe desde hace unos 12.000 años (desde el fin del diluvio que acabó con la Atlántida). Y ya sabemos todo lo que ha pasado en este periodo. Pues bien, los atlantes, la cuarta raza matriz, surgen hace unos 850.000 años… imaginad la de cosas que pasaron en ese periodo tan enorme…

Grosso modo, hubo cuatro periodos en la Atlántida, caracterizados por cuatro catástrofes diferentes: una hace 800.000 años, otro hace 200.000, otro hace 80.000, que destruyó prácticamente todo, quedando solo Poseidonia (la Atlántida mencionada por Platón) y la ultima, que termino con esta, “9.564 años antes de la Era cristiana”.

Elliot propone diferentes pruebas para afirmar su historia, empezando por algunos argumentos basados en la exploración de los fondos marinos, según los cuales dice que en el fondo del Atlántico existe una inmensa sierra, cubierta de restos volcánicos, que es lo queda de aquel continente, así como algunas islas (Azores, Canarias…) que son los picos de las montañas más altas.

En segundo lugar propone argumentos basados en la biología y en la existencia de especies de flora y fauna similares en continentes diferentes (hay que mencionar aquí que “The Story of Atlantis” es de 1896, pero la teoría de la deriva continental no salió hasta 1912, año en que la expuso Alfred Wegener).

El tercer argumento, sumamente interesante, se basa en el parecido entre las diferentes y distantes lenguas, así como otros indicadores etnográficos. Presta especial atención al Euskera (lengua hablada desde antaño en Euskadi, el País Vasco), que considera un rara avis, pero que tiene un gran parecido “en su estructura a los idiomas aborígenes del continente frontero (América) y a ellos solamente”. Equipara también el alfabeto fonético fenicio con un supuesto alfabeto fonético de los mayas (basándose en las erróneas ideas de Landa, de las que ya hemos hablado).  Esta lengua maya también tendría parecidos con el griego y con los jeroglíficos egipcios.

“Es probable que la primitiva forma del alfabeto fuese la jeroglífica, «la escritura de los dioses», según la llamaban los egipcios, y que más tarde se convirtió en la Atlántida, en fonética. Natural sería suponer que los egipcios fueron una colonia muy antigua de los atlantes (y así lo fueron en realidad), y que llevaron consigo el tipo primitivo de la escritura, que de este modo ha dejado sus huellas en ambos hemisferios”

Argumenta también que los tipos étnicos atlantes (“razas rojas, amarillas, blancas y negras”), también se repartieron por doquier: “poblaciones oscuras del tipo negro africano existían aun en tiempos muy recientes en América. Muchos de los monumentos de la América Central presentan en su decorado semblantes de negros, y muchos de los ídolos allí encontrados son indudables representaciones de hombres de esta raza, con sus cráneos pequeños, gruesos labios y su cabello corto y lanudo” (se refiera a los Olmecas y sus características cabezas “negroides”)

Dice también cosas como esto: “Los antiguos egipcios se representaban a sí mismos como hombres rojos, del mismo aspecto que hoy se ve en algunas tribus de indios americanos”.

El cuarto argumento serian las “obvias” semejanzas arquitectónicas y religiosas. “Ninguna cosa parece haber sorprendido más a los primeros aventureros españoles en México y en el Perú, que la extraordinaria semejanza de las creencias, ritos y emblemas religiosos que allí encontraron establecidos, con los del Viejo Continente. Los sacerdotes españoles consideraron esta semejanza como obra del diablo”. Plantea que símbolos como la cruz, el disco solar o la serpiente se dan a los lados del atlántico, “y aún más sorprendente es la semejanza de la palabra que significa “Dios” en los principales idiomas orientales y occidentales.

Compárese el Dyaus o Dyaus-Pitar, sánscritos; el Theos y Zeus, griegos; el Deus y Júpiter, latinos; el Día y Ta, celtas (el último pronunciado Zia, y al parecer afin al Tau egipcio); el Jah o Zrh judíos, y, últimamente el Teo o Zeo mexicanos.”

“Todas las naciones practicaban ritos bautismales”, dice también, convencido. Pero además también hay otras prácticas similares: la confesión, la absolución, el ayuno y el matrimonio. Y, por supuesto, otros ritos más cercanos en occidente a lo pagano, como “ritos de su culto al sol y al fuego, tenían íntimo parecido con los de los primitivos celtas de la Gran Bretaña e Irlanda, y como éstos (los mayas e incas) se creían «hijos del Sol»”
“Por lo que respecta a la arquitectura religiosa, vemos que en los dos lados del Atlántico fue la pirámide una de las primeras construcciones sagradas (...)La identidad de su traza, ya en Egipto, ya en Méjico, o en la América Central, es demasiado chocante para que se le considere como mera coincidencia.” Pero además plantea parecidos en los enterramientos, las decoraciones murales, la ornamentación…

El quinto y último argumento seria el testimonio de los antiguos escritores sobre las antiguas razas y las leyendas sobre el diluvio.  Pa empezar menciona a Platón y su Atlántida, así como todos los posteriores que usaron sus mismas ideas: “Es tanto el valor del Critias, que no se sabe qué escoger en él”. Pero también habla de tradiciones en los galos sobre un continente desaparecido: “Tres pueblos de apariencia distinta habitaban las Galias. Primeramente la población indígena (restos probables de la raza lemura); en segundo lugar, los invasores que procedían de la lejana isla Atlántida, y últimamente los ario-galos”.

Los toltecas mexicanos decían venir de un país llamado Atlan o Aztlan, al igual que los aztecas. Los indios de Norteamérica también tienen un creencia extendida sobre el origen de de sus antepasados de una tierra «hacia el nacimiento del sol». “De la divinidad mexicana, Quetzalcoatl se creía que vino del “lejano Oriente”. Se le representaba como un hombre blanco de larga barba (nótese que los indios americanos no tienen barba).

Este Dios les enseñó la escritura y reguló el calendario mexicano. Después de haberles aleccionado en las artes pacificas se embarcó de nuevo en dirección al Este en una canoa de piel de serpiente.

Por otro lado está la aplastante uniformidad en las leyendas sobre el diluvio, por tos laos: “es suficiente decir que en la India, en Caldea, Babilonia, Media, Grecia, Escandinavia y China, así como entre judíos y celtas, la leyenda es completamente idéntica en todo lo esencial.

Y volviendo al Occidente ¿qué encontramos?

La misma historia en todos sus detalles, conservada por los mexicanos, (cada una de cuyas tribus tenía su versión), por los guatemaltecos, peruanos y habitantes de Honduras, y por casi todas las tribus indias de la América del Norte.”

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