EL BIPEDO MISTERIOSO. EL HOMBRE DE JAVA


Perpetrado por Oskarele

Como hemos visto en el artículo anterior, cuando Eugène Dubois se marchó hacia Sumatra en busca del eslabón perdido entre los simios y nosotros, apenas se habían descubierto unos cuantos restos, que más que aclarar nada de nuestro pasado, lo que habían generado es una ardua polémica entre defensores y detractores.

Se fue para allá como medico de las fuerzas armadas holandesas (hay que recordar que en aquella época Sumatra pertenecía a las Indias Orientales Holandesas), junto a su mujer y su hijo, y en sus ratos libres se dedicaba a buscar fósiles, parece ser que con éxito, pues poco después el gobierno destinó a su servicio dos ingenieros y 50 trabajadores convictos.

Pero la cosa no fue muy bien: fracasaron en su busca por las difíciles condiciones: un ingeniero murió y parte de los trabajadores huyeron.

Así que al año siguiente, en 1890 se traslada a Java.


Allí, un par de añicos antes, un minero se había encontrado un cráneo fósil, y allí, donde hizo aquel señor el hallazgo, fue donde se dirigió Dubois con su equipo, algún lugar del centro de la Isla. Pero no encontraron nada. Así comenzaron a buscar en los depósitos fluviales del rio Solo. Y allí, en agosto de 1891, encontró (o  más bien su equipo, ya que él raras veces visitaba las excavaciones) una sección de un cráneo humano con pinta de ser muy antiguo, conocido hoy como el Casquete de Trinil. Aquel cachico de cabeza revelaba claramente que ni era de un simio ni de un humano, así que debía ser del ansiado eslabón perdido.

Dubois decidió llamarlo “Anthropithecus Erectus”, aunque posteriormente se cambiaría por el nombre propuesto por Haeckel, “Pithecanthropus” con el epíteto “Erectus”.


Popularmente pasó a ser conocido como “Hombre de Java”

Aunque igual os suena más su nombre científico actual, “Homo Erectus”…

Efectivamente Dubois había descubierto un eslabón perdido de la evolución humana, algo que posteriores hallazgos suyos no hicieron más que confirmar. Así poco después encontró un fémur casi completo que parecía absolutamente moderno (en realidad muchos creen que es moderno y no tiene nada que ver con la especie a la que pertenecía el cráneo). Sea como sea, Dubois utilizó el fémur para deducir, correctamente, que el Pithecanthropus caminaba erguido (de ahí lo de “Erectus”).


Además reconstruyó con los pocos restos de los que disponía un supuesto esqueleto completo, extraordinariamente acertado.

En 1895 regresó a Europa, con la esperanza de ser recibido como si hubiese descubierto América. En realidad se encontró prácticamente con lo contrario: la mayoría de los científicos estaban en contra de sus teorías y conclusiones, posiblemente por la forma arrogante como las expuso (no se caracterizaba Dubois por la humildad, parece ser). La clase científica en general consideró que el cráneo pertenecía a un Gibón, un tipo de simio de la zona, y no a un pre-humano.


Dubois, con la esperanza de conseguir demostrar sus movidas, permitió en 1897 que un prestigioso anatomista de la universidad de Estrasburgo, Gustav Schwalbe, hiciese un molde de la bóveda craneal y lo investigase. Para disgusto de Dubois, el señor este escribió una monografía que recibió más atención favorable de la que había suscitado él, dando incluso unas cuantas conferencias en las que le trataban como si hubiese descubierto él mismo el cráneo.

Consternado, amargado y to rallado, Dubois puso punto final a su carrera, aceptando una modesta plaza de profesor de geología en la Universidad de Ámsterdam, y durante la dos décadas siguientes, no permitió que nadie echase un vistazo a sus valiosos fósiles.

Murió, amargado, en 1940. Por aquel entonces sus teorías estaban empezando a ser aceptadas…


Más información y fuentes aquí, aquí, aquí, aquí.

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