OPERACION BARBARROJA

Por Encke

Un día como hoy, hace 70 años, a la 1:00 horas, comenzaba la Operación “Barbarroja”: la invasión de la Unión Soviética por parte de la Alemania nazi y sus aliados. Unas 200 divisiones y unos 3 millones de soldados se lanzan al asalto en un amplisimo frente de mas de 1200 km, en un ataque sorpresa y sin declaración de guerra previa. Dicha invasión por su magnitud no tiene precedentes en la historia de los conflictos bélicos, dando lugar a un inmenso teatro de operaciones que se caracterizó por el número de combatientes, dimensiones geográficas, ensañamiento entre dos ideologías extremas y opuestas y el enorme grado de destrucción. Ningún otro teatro de operaciones durante la Segunda Guerra Mundial fue tan destructor y tan decisivo como el Frente del Este.

Hitler, ya desde su demencial Mein Kampf consideraba la necesidad de espacio vital (lebensraum) mirando con codicia los enormes territorios rusos y sus riquezas. Su idea era colonizarlo con población aria y los rusos eslavos serian convertidos en esclavos o simplemente exterminados. Sorprendió al mundo entero con el pacto de no agresión Germano-Soviético, días antes de la invasión de Polonia, con el fin de cubrirse las espaldas y ganar tiempo, al igual que Stalin que también necesitaba tiempo para rearmarse y reorganizarse.

Los alemanes consiguieron la sorpresa estratégica, operacional y táctica sobre un Stalin que había sido sobradamente advertido. Haciendo uso de la innovadora y arrolladora blitzkrieg o guerra relámpago, con el empleo masivo de divisiones panzer (tanques) y ataques de aviación (los temidos stukas), la punta de lanza acorazada alemana conseguía avances de 50 o 60 km diarios. Detrás marchaba a pie la infantería, cerrando bolsas de cientos de miles de soldados del ejército rojo.

La inmensidad de la Unión Soviética era evidente a poco que se mirase un globo terráqueo, pero la adaptabilidad del gobierno comunista, la dureza del soldado soviético y la sagacidad con la que sus líderes condujeron la guerra fue toda una sorpresa para los invasores y para muchos observadores.

La opinión inicial de Hitler de que bastaría con “dar una patada a la puerta y todo el edificio podrido se vendrá abajo” puede justificarse teniendo en cuenta los antecedentes de la caída del zarismo y los gobiernos provisionales rusos durante la Primera Guerra Mundial. Pero en las primeras y sangrientas batallas de la frontera, la Wehrmacht (ejército alemán) pudo constatar algo que no veían sus líderes en Berlín: “Barbarroja” no iba a ser tan fácil como las campañas anteriores.

No solo Hitler veía la situación de color rosa, sino también su Estado Mayor de militares profesionales. El resultado final de “Barbarroja” no estuvo nunca claro durante el verano de 1941. La blitzkrieg alemana había cosechado una victoria tras otra. Tras haber derrotado al Ejército francés (el mejor del mundo, se decía) un año atrás, Alemania tenía en sus fuerzas armadas una confianza enorme, lindante con la arrogancia.

Muchos soldados soviéticos aislados tras las líneas enemigas no se entregaron y se organizaron junto a civiles en grupos de partisanos. A esto, habría que añadir la torpeza estratégica de Hitler al cambiar el objetivo principal Moscú por Ucrania, desviando recursos hacia esa zona y destituyendo a sus generales disidentes con sus ideas. Si bien la conquista de Ucrania fue un éxito, se perdió tiempo y se comprobó que el ejército rojo era más duro de lo que esperaban e incluso llego a contraatacar en algunos puntos.

El tiempo perdido en la toma de Ucrania hizo que pronto llegasen las lluvias, convirtiendo los campos rusos en auténticos lodazales retardando la marcha de las columnas acorazadas. En Octubre, cuando llegaron los primeros grandes fríos, la Wehrmacht estaba muy debilitada y todavía lejos de alcanzar muchos de sus objetivos. El “general invierno” mostro toda su crudeza a unas tropas que solo disponían de ropa de verano.

El mando militar soviético no daba señales de un colapso total ni aparecía espontáneamente una alternativa al sistema comunista. Stalin, supo aprovechar las indecisiones alemanas para reforzar la defensa de Moscú, trasladar pieza por pieza todas las fábricas a los seguros Urales, a la vez que ordena la táctica de tierra quemada para que los alemanes no pudiesen aprovechar nada de lo conquistado.

Hay que considerar también la decisiva ayuda de los espías soviéticos, como Richard Sorge, que desde Japón, aviso a Stalin que el imperio nipón estaba interesado en su propia campaña del Pacifico contra los EEUU y no tenía ninguna intención de atacar a la Unión Soviética por Siberia. Esto dio la ventaja a los soviéticos para usar sus divisiones siberianas muy preparadas y equipadas contra el frio junto a un nuevo modelo de tanque que superaba a todos los modelos alemanes hasta ese momento: el T-34. Dirigidos por el hasta ahora desconocido general Zhukov, los rusos contraatacaron en el invierno de 1941, consiguiendo expulsar y hacer retroceder a los alemanes que estaban a las puertas de Moscú y logrando la primera victoria soviética y el primer revés serio alemán en la Segunda Guerra Mundial.

La operación “Barbarroja” se estancó dando lugar al temido y brutal Frente del Este que se prolongó durante casi 4 años, con salvajes batallas de exterminio como Stalingrado o Kursk, sellando la suerte del Tercer Reich de Hitler y determinando, más que ninguna otra campaña, el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y la postguerra.

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