RITUALES COTIDIANOS. LOS RITUALES DE INTERACCION. URBANIDAD, COMPOSTURA, CONVIVENCIA, HOLA Y ADIOS.


Perpetrado por Oskarele

¿Qué entendemos por urbanidad? Pues podríamos decir que se trata de un conjunto de reglas culturales que regulan la conducta del colectivo. Prescribe (de una forma convencional, claro) una serie de comportamientos determinados, verbales y corporales, diferentes según el lugar y la cultura, pero con un valor simbólico y social importantísimo, girando siempre en torno a un concepto: el respeto.

Así entendida, la urbanidad seria una clase de ritual profano orientado al fin del buen funcionamiento de las relaciones sociales entre los individuos. Pero no se trata solo de simples modelos consuetudinarios ni de rutinas carentes de sentido: tienen un papel importante para controlar la interacción social. Por un lado estas normas enseñan a valorar y respetar el “yo” de cada uno, aportando dignidad y orgullo, pero, por otro lado, enseñan respetar al “otro”, mediante el tacto, la deferencia, la empatía, el respeto mutuo…

Así, la ausencia de urbanidad (sean cuales sean las normas especificas de cada zona o cultura) es experimentada como una ofensa, un agravio, un insulto, apenas-excusado-por-la-distracción, y es algo que culturalmente todas las sociedades tratan de evitar y de castigar.

Claro que en esto hay que tener en cuenta que las reglas de urbanidad no son iguales en todas las culturas. Es más, muchas son contrarias en dos culturas dadas. Por ejemplo, en la cultura magrebí es común eructar después de comer, ya que es entendido como símbolo y señal de que la comida ha gustado y que el comensal ha quedado saciado. En cambio en nuestra cultura, alejada geográficamente en muy pocos kilómetros del Magreb, está muy mal visto eructar, tanto después de comer, como en cualquier momento. En Marruecos si no eructas después de comer, atentarás contra las reglas locales de urbanidad, sin embargo, si lo haces aquí, estarás cumpliendo con nuestras normas propias de compostura.

Una de las interacciones sociales más reguladas por las normas de urbanidad es el encuentro con un semejante: el saludo, que consiste en un intercambio verbal, generalmente breve, acompañado de algún tipo de gesto paralelo convencional. El saludo varía según la naturaleza social de los protagonistas: así es diferente según el grado de conocimiento entre ambos, el grado de amistad, las diferencias económicas, la edad, la actividad profesional o social…  Hasta el punto de que en determinadas culturas, como la de las castas hindúes, algunos segmentos de la sociedad tienen prohibido dirigirse a otros, ni siquiera para saludar.

El “tacto”, entendido como una especie de distancia o de precaución a tomar ante cualquier situación social, es también muy importante al respecto de las normas de urbanidad, especialmente en lo relacionado con el contacto físico, que, generalmente se tiende a evitar, o, por lo menos, a regular y circunscribir a determinados ambientes locales (la familia, la pareja, los amigos).

Así no está bien visto que le des dos besos al director del banco o al funcionario de hacienda, al que posiblemente, ni se le dé la mano (ni se le deba dar...). En cambio a un nivel familiar la ausencia de contacto físico es entendido como desprecio o falta de cariño.

Un ejemplo pintoresco (a la par que algo bochornoso de esto) se dé a menudo en las fiestas y celebraciones de la gente de alta alcurnia aristocrática o económica, donde, a menudo, vemos como algunas mujeres se saludan haciendo algo que podemos definir como “intentos de beso”, que consiste en acercar el rostro como si se fuese a besar al contrario, y dar un beso al aire, sin llegar a tocar al otro, pero quedando lo suficientemente cerca como para cumplir con la norma.

Algunos de estos rituales cotidianos tienen por objetivo mejorar la relación entre las personas y los grupos. Serian rituales de convivencia, que guardan relación con otros tipos de ritos bastante antiguos que son los ritos de hospitalidad.

Los ritos de convivencia consisten, sobre todo, en invitaciones, encuentros, reuniones y recepciones, siempre fuera de la rutina cotidiana, y acompañados comúnmente con determinados intercambios (regalos o prestaciones mutuas). Contribuyen a reforzar la unión social entre los protagonistas y a suscitar sentimientos comunes, como la estima o la amistad.

Muchos de estos ritos están relacionados con las comidas, entendidas no como la cotidiana ingesta de alimentos, si no como un acto social de reunión en torno a la mesa, donde cobra importancia desde la composición y calidad de la comida, hasta la colocación de los comensales.

Los regalos son una de las manifestaciones más frecuentes de estos ritos de convivencia, presentes en circunstancias y maneras muy diversas: desde los regalos relacionados con un ritual especifico (cumpleaños, nacimientos, bodas, celebraciones profesionales) a los que se entregan como recompensa por un merito merecido o incluso los que se entregan para conseguir algo a cambio, porque quien recibe un regalo de algún modo se convierte en deudor.

Queda claro pues la eficacia simbólica de este tipo de rituales de interacción cotidiana entre los individuos y los grupos, como reforzadores del nexo común y como amortiguadores de las presiones grupales y sociales. Pero también se refieren de alguna forma a algo  “sagrado”, ya que atañen al orden social por completo.

Así por un lado tenemos algo “efímero”, que es la necesidad de crear un marco ideal para el desarrollo mutuo de los individuos, garantizado y fundamentado por los ritos cotidianos de regulación de la conducta, pero por otro lado tenemos algo “esencial” en ello, porque, a un nivel simbólico, estos ritos afectan a la estructura “sagrada” del orden social del que dependen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario