LEMURIA. PARTE 7. EL MONTE SHASTA, LA CIUDAD SUBTERRANEA, LOS HOPI Y LOS ROSACRUCES… 2/2


Perpetrado por Oskarele

En 1894 un residente del condado Siskiyou, California, llamado Frederick Spencer Oliver, publicó una obra titulada  “A Dweller on Two Plants, or, the Dividing of the Way” en la que describía una ciudad secreta que se encontraba dentro del Monte Shasta, aquel lugar sagrado para algunas tribus autóctonas norteamericanas, como, por ejemplo, el pueblo Hopi, de la que hablamos en el artículo anterior.

Pues bien, en aquella obra, Spencer, planteaba que aquella ciudad fue construida por supervivientes de la hundida Lemuria (o más bien por supervivientes de la Atlántida, que a su vez fue habitado por lémures).

Aparentemente Spencer Oliver fue invitado a esta morada subterránea, ya que en libro  se encarga de describirla al detalle. Según esta obra, en aquella montaña vivía una hermandad mística en una ciudad-cueva en la que “las paredes, pulidas como si fuesen joyas, fueron excavadas por gigantes; los suelos tenían largas alfombras que parecían hechos de lana blanca, pero que en realidad eran de un productor mineral”. Además todo estaba decorado con metales preciosos. Además afirmaba que aquellos supervivientes poseían vehículos aéreos con alas alimentados con combustible fósil, pero que con el tiempo fueron sustituidos por naves impulsadas por fuerzas electromagnéticas.

Lo curioso es que, parece ser (según la información proporcionada por un tal Michael Zanger en su libro “Mt. Shasta: History, Legend and Lore”, de 1992), que el tal Spencer escribió el libro gracias a la inspiración o comunicación astral que recibió de un tal Phylos, un maestro tibetano. Sea o no cierto esto, lo que sí es verdad es que aquel libro se convirtió en la fuente esencial de las leyendas esotéricas del Monte Shasta (junto con las antiguas historias de los Hopi, de las que luego hablaremos).

En 1904, un geólogo inglés llamado J.C. Brown, analizando la zona, halló un túnel que se adentraba en el volcán. Narraría lo siguiente: “a tres millas de la entrada del túnel, me encontré con un cruce, mostrando mineral con contenido de oro y más adelante, me encontré con otro cruce en donde una raza antigua aparentemente habían trabajado cobre”. Según cuenta, atravesó amplias galerías, vio estatuas de oro y se encontró con un extraño disco de dolor dorado. Además, dice que encontró muchos cuartos cubiertos con planchas escritas con unos símbolos similares a los egipcios, junto a una veintena de esqueletos de hasta tres metros… y un par de momias.

Misteriosamente, durante los treinta años siguientes, no se supo nada de él, pues parece ser que se dedicó a darle vueltas al tema Lemuria y a las razas prehistóricas. Así, cuando salió a la superficie, treinta años después, propuso que en aquella montaña se encontraban los restos de los supervivientes de aquellos continentes, y decidió compartirlo con el mundo… y con 79 años reunió a un grupo de adeptos (ocho dicen unos, ochenta dicen otros), incluyendo al editor de un diario, un guardián de un museo, un impresor retirado, varios científicos y otros ciudadanos sólidos.

Pasaron semanas estudiando los relatos de Brown acerca de continentes perdidos, jeroglíficos y un tesoro cojonudo que les esperaba allí dentro…

Sin embargo, el día en el que iban a partir (un 19 de junio de 1934), en un yate que les había conseguido, no apareció. Brown nunca más fue visto.

Lamentablemente, J.C. Brown nunca reveló la ubicación exacta del túnel secreto.


En 1913, unos años después de la publicación de aquel enigmático libro de Spencer Oliver, pero antes de la reaparición supuesta de Brown, Edgar Lucian Larkin, un escritor y astrónomo americano (fue director del Observatorio del Monte Lowe) se hizo eco de aquella curiosa historia, planteando que era posible la existencia de aquella mítica ciudad. En 1925, un autor que escribió con el seudónimo Selvius, publicó un breve articulo de dos páginas llamado “Decendants of Lemuria", en el que, entre otras cosas, asegura que el citado profesor Larkin divisó la ciudad con un telescopio (exactametne dice que distinguió en lo alto del monte, una cúpula resplandeciente rodeada de construcciones...) (aquí tenéis el texto integro, en inglés: http://www.siskiyous.edu/shasta/fol/lem/selvius.htm)

Una obra clave de esta movida es la que publicó en 1931 un tío llamado Wishar Spenle Cerve, titulada “Lemuria: The Lost Continent of the Pacific” que hizo enormemente popular el tema. En ella habla de los lémures, describiéndolos como altos, fuertes y agiles, y habla de que, en aquella ciudad bajo el monte Shasta, disponían de una tecnología mucho más avanzada que la nuestra, que les permitía tener muchas de las comodidades de las que disponemos nosotros.

Curiosamente, las similitudes entre esta novela y el articulillo de Selvius da que pensar la posibilidad de que en realidad fuesen la misma persona. Pero es que, en realidad, ese nombre ya era un seudónimo, pues el autor en realidad se llamaba Harvey Spencer Lewis…

Pues bien, resulta que este señor fue el fundador de la orden rosacruz AMORC (Ancient Mystical Order Rosae Crucis) en Estados Unidos y en 1915, seis años después que Max Heindel fundara la Fraternidad Rosacruz. Parece ser que también estuvo relacionado con la OTO (Ordo Templi Orientis) y con el polémico ocultista Aleister Crowley. También sabemos que este tipo se entrevisto personalmente con Benito Mussolini, al que reveló que era la reencarnación de Julio Cesar, en 1931. En su segunda visita a la Italia fascista (1937), Mussolini pronunció un discurso prometiendo un futuro radiante para AMORC en Europa.

También mantuvo correspondencia con Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, a quien envió sus libros “La vida mística de Jesús” y “Las doctrinas secretas de Jesús”, en los que Spencer Lewis llama a Jesús el ario gentil, negando su origen judío. 


Y una última historia de esta montaña magina, íntimamente relacionada con las leyendas sobre Lemuria: Guy Warren Ballard (1878–1939) fue un ingeniero de minas que, junto con su esposa, Edna Anne Wheeler Ballard, fundó una sociedad o movimiento llamada “ I am”. Ambos estaban relacionados con círculos ocultistas y teosóficos. Parece ser, según él mismo contó, que en 1930 visita el Monte Shasta, del que estamos hablando en estos artículos, y allí, adivinen, se encontró con un ser que se identificó a sí mismo como Saint Germain (el famoso conde). Desde entonces tuvo varios encuentros más con el “inmortal” de los que salieron una serie de libros, como “Unveiled Mysteries” o “The Magic Presence”, escritos bajo el  seudónimo "Godfré Ray King."

Tanto el tal Ballard, como su esposa Edna, y posteriormente su hijo Donald, influidos supuestamente por Saint Germain, crearon un corpus conocido como “Las enseñanzas de los maestros ascendidos”, y ello tuvo mucho que ver con la creación de los grupos “I Am”, en los que se leía públicamente lecturas sobre aquellos encuentros, y que crecieron como la espuma. Se trataba de una organización apolítica, espiritual y educativa, autofinanciada por las donaciones de los miembros.

Mas info aquí: sobre Brown: http://www.unifaweb.com.ar/modules/news/article.php?storyid=1387 , sobre el Monte Shasta:  http://www.siskiyous.edu/shasta/fol/intr.htm, sobre H. S. Lewis: http://es.wikipedia.org/wiki/Harvey_Spencer_Lewis, sobre Ballard y el movimiento “I Am”: http://en.wikipedia.org/wiki/Guy_Ballard, http://www.scribd.com/doc/3937571/Saint-Germain-Guy-Ballard-YO-SOY-la-magica-presencia, http://www.saintgermainfoundation.org/.

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