(B) .
“Ya sabemos que está desocupado, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte”. “Sí, sí, puede que tenga cáncer, pero no tome lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío”. No son diálogos inventados. Estas frases se han convertido en lugares comunes y resumen la corriente de pensamiento que sostiene que la desgracia en sus variadas formas no es un infortunio sino un desafío, una oportunidad de cambiar de vida, de superarse.
La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo.
Esta seudoideología casi infantil es suscripta por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según ella, las víctimas de la crisis no sólo tienen que sufrir en silencio su desgracia, sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como denuncia la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere.
La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los desocupados en los seminarios de motivación y cursos de reubicación, tan de moda ahora. “Había gente a la que habían echado del trabajo y que caía a pique hacia la pobreza, y les decían que debían ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida. Que la persona que pensaba en positivo no sólo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y mejor”.
Aunque las raíces de este movimiento sean más antiguas (Ehrenreich lo entronca con una evolución del calvinismo norteamericano a partir de 1850), las sencillas premisas en las que se basa se han difundido por el mundo en libros de autoayuda y superación como el archifamoso ¿Quién se ha llevado mi queso? , de Spencer Johnson. El queso que persiguen cuatro ratoncitos simboliza la felicidad, la riqueza, el empleo y el bienestar que busca cada uno. Y la parábola incita a adaptarse a las nuevas circunstancias en esa búsqueda en lugar de lamentarse.
En la misma línea elemental, más recientemente ha causado furor El secreto (2007), de Rhonda Byrne, que desvela una nueva ley que viene a ser al mundo personal lo que la ley de la gravedad es para la física, aunque su demostración empírica sea bastante más dudosa. Se trata de la ley de atracción, cuyo enunciado dice que “cualquier idea que esté en la mente se atrae hacia la vida”. Obviamente, si las imágenes que te dan vueltas en la cabeza son positivas, atraparás éxito, mansiones, dinero... Así que, pase lo que pase, piensa en positivo.
El colmo de estas publicaciones es el best seller Nos despidieron... y es lo mejor que nos ha pasado (2005), de Harvey Mackay.
“A los estadounidenses se los empuja a pensar en las desgracias como oportunidades. Así que si nos fijamos en las cosas positivamente, nunca hay ninguna razón para quejarse. Y si, después de meses o años, todavía no has encontrado un puesto de trabajo, o si el cáncer ha hecho metástasis, sólo tienes que trabajar más duro para ser positivo y superarlos”, señala Ehrenreich, en declaraciones a El País .
En Europa también se consigue. El positivismo como ideología también prende en España. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, negó la crisis cuando dijo: “No estamos en crisis. Sólo tenemos alguna dificultad que nos viene de afuera” (7 de febrero de 2008), y acusó reiteradamente de antipatriotas a los que alertaban que el desempleo se disparaba: “El pesimismo no crea ningún puesto de trabajo” (1º de junio de 2008). Desde que pronunciara esa frase, el número de desocupados aumentó en dos millones y medio. Curiosamente, el Partido Popular (conservador y opositor) también bebe de la misma ideología. Su receta para remontar la crisis es conjurar la palabra mágica, “confianza”, sin más concreciones.
Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que, si hay que elegir, es preferible vivir en una nube antes que sumergido en una ciénaga melancólica. En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas.
El viejo y noble realismo. Afrontar los problemas desde el realismo, aunque eso implique un pesimismo inicial, hubiera, por ejemplo, morigerado las consecuencias de la crisis financiera internacional.
Como relata de forma magistral el documental Inside job , cualquiera que se atrevía a alertar sobre la enorme burbuja que se estaba cociendo en torno a los productos financieros tóxicos, basados en hipotecas impagables, era automáticamente ridiculizado o condenado al ostracismo.
Los signos de que toda esa riqueza se estaba construyendo sobre una enorme montaña de deuda sin ningún sostén eran cada vez más evidentes y las voces que lo denunciaban también.
¿Por qué nadie las escuchó hasta que la quiebra de Lehman Brothers devolvió al mundo a la realidad? “Una buena respuesta a estas preguntas es que a nadie le gusta ser un aguafiestas”, respondía el Nobel de Economía Paul Krugman en una tribuna en El País . ·¿Quién tenía ganas de escuchar a unos economistas patéticos advirtiendo que todo aquello era, en realidad, un negocio piramidal de dimensiones descomunales?”, añade.
En España, en plena explosión vírica de la crisis, las cámaras de comercio y 18 de las grandes empresas y entidades financieras lanzaron el año pasado la campaña “Entre todos lo arreglamos”. Frente al marasmo económico, trataba de animar al ciudadano de a pie con mensajes como: “La crisis no solo está ahí afuera, también está en nuestras cabezas. Nos ha hecho perder la confianza, nos ha contagiado el pesimismo, el desánimo. Esto es lo primero que debemos arreglar, queremos recuperar la confianza. Tenemos motivos para animarnos. En esta web encontrarás muchos”. Famosos (y casi todos millonarios) como Andreu Buenafuente, Pau Gasol o Javier Mariscal, entre otros, animaban a plantar cara a la crisis a los ciudadanos, muchos de los cuales habían perdido su trabajo o temían perderlo, sufrían recortes de salario mientras se encarecían los servicios básicos y subían los impuestos. La campaña de publicidad costó cuatro millones de euros. Hoy la web está inactiva y se da la irónica circunstancia de que algunas de las compañías que la costearon han emprendido fuertes ajustes de plantilla o han recibido ayudas públicas.
En Estados Unidos, el pensamiento positivo se ha colado en las iglesias. Como denuncia Ehrenreich, el primitivo calvinismo que condenaba cualquier goce mundano y llamaba a la austeridad ha dado paso a macroiglesias, con telepredicadores que no sólo no esconden su riqueza sino que hacen de la ostentación el centro de la teología de la prosperidad: Dios premia con riquezas a quien tiene una actitud positiva. Oradores evangelistas como Joyce Meyer, Creflo Dollar, Benny Hinn o el matrimonio Copeland vuelan en aviones privados y han amasado fortunas con ese mensaje.
Aunque sin duda el principal vehículo de difusión de la dictadura del optimismo son los medios de comunicación y las grandes estrellas mediáticas, como la presentadora estadounidense Oprah Winfrey, la mujer negra más rica del mundo. “Los medios de comunicación han jugado un papel importante. Oprah, Ellen DeGeneres y otros anfitriones de talk shows han promovido todos los grandes libros de pensamiento positivo y a sus gurúes. La televisión nos trae, además, a los predicadores, cuyo mensaje es que Dios quiere que seas rico y que puedes tener lo que quieras simplemente visualizándolo”, responde la autora de Sonríe o muere .
Como ella, muchos dudan de que esta ideología sea una muestra de ingenuidad y ven en ella una excusa ideal utilizada por los que causaron la crisis para exonerarse de cualquier culpa y lanzarla sobre los hombros de quienes sufren sus consecuencias. Como dice Ehrenreich: “El pensamiento positivo es en realidad un brillante método de control social, ya que anima a la gente a pensar que no hay nada malo en el sistema (la economía, la contaminación ambiental). Y que lo que está mal tiene que ver con usted, con la actitud personal de cada uno”.
Los que no se ríen
● Desde el tercer trimestre de 2007, alrededor de 3,2 millones de españoles han perdido su empleo.
● Unos 900 mil jóvenes desocupados no reúnen las condiciones ni para incorporarse al mercado laboral ni para acceder a formación profesional.
● El número de personas atendidas por Cáritas ha pasado de 400 mil en 2007 a 950 mil en 2010.
● Cerca del 25 por ciento de los niños españoles vive en situación de pobreza, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2010.
● Los desalojos se han cuadruplicado desde 2007. En el primer trimestre de 2011 se batió el récord, con 25 mil ejecuciones hipotecarias.
Ramón Muñoz (El País, de Madrid)
No hay comentarios:
Publicar un comentario