EL PAPA, LA CALÓ Y LA CRISIS ESPIRITUAL DE OCCIDENTE

Perpetrado por Oskarele

Se acaba de ir el representante de Dios en la Tierra (elegido, todo sea dicho, por los cardenales y fierecillas del vaticano, no por los cristianos ni, por supuesto, por su representado). Ha estado unos días disfrutando del calorcico de agosto en Madrid y del cariño y amor de cientos de miles de jovencicos y jovencicas que han venido desde todos los rincones del mundo a rendirle amor y pleitesía en las tan nombradas Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ, abreviando) que se han celebrado estos días en los madriles.

Al margen de todo lo que se ha comentado por los medios (que si se ha sido un despilfarro, que si no está el país pa gastos de este tipo, y efectivamente no lo está; que si es una vergüenza que en un país laico, en teoría, se celebre esto con el apoyo de todas las instituciones, incluso las gobernadas por supuestos políticos laicos), me parece estupendo que los lideres de esta Iglesia se reúnan con sus acólitos.

No tengo el más mínimo problema, más que nada porque no vivo en Madrid, que tenía que estar imposible en estos días.
Es más, me parece estupendo que la gente se reúna en convivencia para exaltar, comentar y reflexionar juntos a sus “colegas de religión” y para celebrar la visita de su Santidad y adorarle cual Justin Bieber en Papamovil.

Me parece estupendo, siempre y cuando se gaste la menor cantidad posible de dinero público (que, lógicamente, siempre se ha de gastar, aunque sea en policía, servicios e infraestructuras necesarias para albergar, transportar y contener al más de millón y medio de peregrinos venidos de todas partes).

Me parece estupendo porque respeto la religión de estas gentes, aunque no respete para nada a su Reino en la Tierra (¿dónde quedó aquella frase de “mi reino no es de este mundo”?)

Eso si, por ese mismo motivo, por el profundo respeto que me producen los creyentes practicantes (los de verdad, obviamente, no esos que se acuerdan de dios cuando la cosa viene chunga o para casarse y bautizar a los niños) en esta religión y en casi todas las demás, exijo respeto hacia mi postura anticlerical en lo práctico y agnóstica en lo teológico.

Y es precisamente en este campo donde me he sentido atacado.

Exactamente igual que se han sentido atacados estos muchachicos y muchachicas a causa de las manifestaciones laicas y anticlericales que se han celebrado y que, como han comentado los medios de comunicación, han acabado a palos con los manifestantes. Entiendo que los creyentes se sientan ofendidos por que se convoque en los mismos días de su “fiesta”, una contra manifa atea, y entiendo que hayan sentido ofendidos por los insultos e improperios que estos han proferido a los peregrinos (especialmente me ha parecido bochornoso que se ataque a los creyentes llamándoles pederastas, cuando ese calificativo solo lo merecen los, muchos, curas asquerosos que han abusado de niños).

Me he sentido atacado por este señor de blanco que, altanero y prepotente, no ha dudado en culpar a los ateos y a los laicos de la crisis espiritual de occidente.

¿Crisis espiritual de occidente?

¿Qué es eso?


Este señor, y su curia de adoradores, afirman que la moral de los países europeos se está perdiendo por culpa del laicismo y del ateísmo galopante y por culpa de la legalización del aborto, del divorcio y de los matrimonios homosexuales (en España), o de la libertad sexual y la igualdad de género (“el hombre debe corresponder a la estructura querida por el Creador", dijo recientemente Ben-16). Todo ello ha llevado, según ellos, y siempre generalizando, a que la gente pase de ir a misa y prefiera quedarse en su casica blasfemando y follando como leones. Sodoma y Gomorra versión siglo XXI, que dirían.

¿Eso es una “crisis espiritual”?

Efectivamente creo que existe una profunda crisis moral en la sociedad europea, y, especialmente, en la sociedad española.

Pero creo que los principales culpables son ellos, los representantes autoproclamados de Dios en la Tierra, profesionales encargados, a cambio de pasta, de servir de intermediarios entre sus acólitos y la divinidad. Eso sí, no son los únicos culpables, también están los políticos lameculos del poder económico, más pendientes en robar y en gastar millones en armas que en educación, cultura y servicios sociales; también están los medios de comunicación, especialmente los televisivos, que han creado un mundo hipnótico y falso, que, a su vez, ha conseguido que los modelos a seguir sean gentuza como Belén Esteban y su nariz torcida por la diabetes (sic) o los niñatos de Gran Hermano.

Y por supuesto estamos nosotros, que nos hemos vendido al Gran Poder (no al de Cristo, sino al del capital) y que a cambio de un plato de lentejas, una tele de plasma y quince días de vacaciones en la costa, nos conformamos, nos callamos y dejamos de pensar, que sale caro y requiere una atención que nos distrae del futbol y del “Sálvame”…

Pero en lo moral, en lo religioso, en lo espiritual, “Ellos” (o ella, la Iglesia”), los que durante siglos han atacado y condenado todo lo que saliese del dogma establecido por ellos mismos, son los máximos responsables de la crisis espiritual o religiosa de occidente.

Con las revoluciones sociales, el triunfo de ideas filosóficas relativistas, escépticas y materialistas, que tuvieron gran acogida, gracias a Dios, en los sistemas educativos del viejo continente (excepto en esta España nuestra, en la que el nacionalcatolicismo lo controló todo hasta que palmó su principal aliado, Franco, en 1975), la forma de pensar, de sentir y de buscar lo espiritual cambió.

Así, generalizando, la relación de muchos creyentes con Dios cambió.

Ya no necesitaban a nadie que les dijese como tienen que comportarse si quieren acceder a la autopista de la vida eterna. La moral dejó de estar controlada por los anticuados preceptos inspirados en la tradición de un pueblo semita de oriente próximo. La moral dejó de esta fundamentada en y por Dios, y pasó a estar basada en el respeto mutuo, en la ley y en los derechos humanos.

Pero claro, cada vez el coto privado de la Iglesia quedó más reducido. Y “ellos” se empeñaron en defenderlo con uñas y dientes. Y la mejor arma que encontraron fue el apego al dogma. El fundamentalismo.

Muchos seguían creyendo en Dios, en el Dios de los Cristianos, pero a su manera, entablando una relación directa al margen de los profesionales especializados contratados por Roma.

De ahí que, por ejemplo, ayer, en el aeródromo de Cuatro Vientos, el Papa dijese estas palabras: “Seguir a Jesús en la fe es caminar con él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguirlo en solitario. Quien cede a la tentación de ir 'por su cuenta' o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrarle o de acabar siguiendo una imagen falsa de él"…

O estas otras: “No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo. La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza".
Y no deja de ser lógico.

¿Qué harían “ellos” si todos los creyentes en la fe propuesta hace dos mil años por Cristo deciden pasar de esta arcaica institución y buscar su propia verdad en sus textos sagrados y en la búsqueda interior de Dios? ¿Qué harían?

Se quedarían en el paro.

Y esto, lógicamente, no lo pueden consentir.

La Iglesia si quiere que la gente vuelva a sus templos, si quiere que vuelvan a existir vocaciones para el sacerdocio o para los conventos de monjas, si quiere recuperar el apego de la gente, tiene que cambiar, y mucho.

Lamentablemente, con personajes como el fundamentalista este de blanco que nos ha visitado, no creo que cambien.

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