Perpetrado por Oskarele
Resulta complicado hablar de drogas sin levantar polémicas. Realmente complicado, porque por su culpa o como consecuencia de su uso se desencadenan graves problemas sociales y económicos tanto con las comúnmente legales (alcohol, tabaco, café…), como por las prohibidas. Unos apelan, en muchas ocasiones de forma inexacta y exagerada, a sus maldades para justificar la prohibición. Otros defienden sus virtudes también obviando su lado oscuro y trivializando sus daños colaterales. Decir que la droga mata, en general, es como decir que el agua ahoga. O que las drogas iluminan.
Hay un término medio. Todo es relativo.
Por esto, para empezar, creo que es necesario dejar claro a que nos estamos refiriendo cuando hablamos de drogas. Y aquí la cosa se pone aun más complicada.
Pa empezar no es lo mismo hablar de alucinógenos que de narcóticos o estimulantes.
No tienen nada que ver.
Los usuarios, cotidiana y coloquialmente, suelen referirse a cualquiera de estos efectos con términos como pelotazo, subidón, colocón, ciego y demás. Y de nuevo, nada tiene que ver la euforia causada por los opiáceos que la estimulación de la cocaína o el café o la tranquilidad que produce fumarse un porro. Y a todo se le llama colocón.
Grosero bagaje lingüístico, podríamos llamarlo.
Para empezar, cualquier sustancia biológicamente activa es una droga.
Sus efectos (placer, malestar, curación, visiones, calma..) son sumamente diferentes, no solo entre las diferentes drogas, sino dependiendo de la dosis de una droga en si.
Además aquí también influye el consumidor, tanto por su fisiología como por su mente. De ahí que en farmacología las drogas son aquellas sustancias biológicamente activas que son empleadas como medicamentos, por el valor terapéutico de su principio activo.
Por esto denominar, como suele hacerse, drogas a las sustancias prohibidas es algo extremadamente confuso.
Todos conocemos drogas que son comúnmente administradas y consumidas y que están protegidas por el marco legal, a pesar de ser, en muchos casos, enormemente adictivas y perjudiciales, como sucede con el alcohol y el tabaco. Pero la pastillica pa poder dormir, el tazón de café oscuro, el relajante muscular pa cuando rabia la espalda o el antidepresivo que te receta el médico también son drogas.
Pues bien. Hay millones de personas en occidente que viven así, y consumen, una, varias o todas estas variedades de drogas legalizadas. Entonces: ¿Serán drogadictos por regular su vida, de una u otra manera, con una sustancia?
Pues resulta que cotidianamente no se considera eso hasta que se sobrepasa una cota difícilmente encuadrable en algunas de estas sustancias.
A ver, claro que existen los toxicómanos. Obviamente. No nos alarmemos. Pero se tiende a considerar yonqui o drogadicto al enganchado a la heroína o a la cocaína, pero no al que consume a diario barbitúricos, alcohol, tabaco, estimulantes o un poco de todo.
Hay que recordar que un drogadicto es alguien que necesita una sustancia de forma incontrolada y que lo pasa mal si abandona su consumo, unas veces por cuestiones psicológicas y de hábito, otras veces por cuestiones físicas.
Muchas veces unos señalan y son más adictos que los señalados.
Por eso resulta imbécil la fácil asimilación que se suele hacer entre drogas adictivas e ilegales. Sin ir muy lejos, el paracetamol, un analgésico superconocido y usado en antigripales, es muy adictivo y jode bastante al hígado. En cambio, algunas sustancias ilegales, al menos aquí, como la marihuana o el LSD no son adictivas.
Otra matización curiosa del término es cuando se habla de “drogas lúdicas”, refiriéndose a aquellas que, supuestamente, se emplean con el objeto de divertirse, como podrían ser, por ejemplo, el alcohol, la marihuana, el éxtasis o el propio LSD. Pero estas cuatro sustancias mencionadas son enormemente diferentes entre sí, con niveles muy diferentes de adicción, peligrosidad y efecto psicoactivo. Por eso es absurdo catalogarlas juntas.
Esto nos lleva a un punto clave: el uso de algunas drogas como elementos lúdicos tiene que ver con otro concepto difícil: ebriedad. Algo que en si no tiene porque ser malo. Al contrario. Estar ebrio significa estar con el ánimo perturbado, lo cual permite una renovación del equilibrio psíquico. Y no porque algunos consuman sin control y en exceso una sustancia embriagadora hay que condenar la sustancia.
El alcohol es una droga tremendamente embriagadora, y muchos de sus consumidores exceden su consumo hasta niveles de alcoholismo patológico, y no por eso está prohibida. Sin embargo un fumador de marihuana difícilmente va a morir de sobredosis y ni va a tener nunca “marihuanismo” patológico ni delirium tremens. Y sin embargo está prohibida la yerba.
También se suele emplear otro termino erróneo: “Drogas de abuso”, para referirse a las sustancias prohibidas. Pero apliquemos de nuevo el ejemplo del alcohol, o los tranquilizantes, o los somníferos, y veremos cómo son también drogas donde el consumo es repetido y crónico, incluso hasta el descontrol, y sin embargo son legales.
Por último está la famosa división en drogas blandas y duras. Aquí nos acercamos a una clasificación algo más lógica, aunque también difícil. Las duras son las consideradas altamente adictivas y/o muy toxicas, como opio, cocaína, heroína, anfetaminas… las blandas son las que causa pequeños hábitos familiares y sociales, como el café, el tabaco, el alcohol o los somníferos y la marihuana.
Pero esta división no es del todo científica. ¿Droga blanda el alcohol? Hay muchos más muertos por consumo de alcohol y sus fatales consecuencias (desde biológicas a accidentes de tráfico) que por heroína o cocaína (hablo, por supuesto, de España). Y muchísimos más que por consumo de marihuana. Y no hablemos de los muertos que se lleva el tabaco. Y sin embargo se consideran drogas blandas.
Quizás la única clasificación valida, al margen de las propiamente químicas, sea entre legales y no legales, división puramente convencional y sujeta a la normativa legal de cada país.
Que conste que con esta reflexión no pretendo relajar la alerta, necesaria, ante el consumo de determinadas drogas, que por su toxicidad, por sus efectos y por su adicción son totalmente desaconsejables. Lo que pretendo es relativizar la visión de que el yonqui es aquel, el que pide pelas pa chutarse, mientras que nosotros, fumadores, bebedores, consumidores masivos de medicamentos y mierdas químicas, no tenemos problemas con las drogas. Es necesario de comprendamos que todos nos drogamos, o prácticamente todos, que alguno habrá que no.
En la medida está la virtud.
Y en la dosis está el veneno.
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