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Al vertiginoso ritmo de la industria del fin de siglo, el Vaticano está produciendo santos.
En los últimos veinte años el papa Juan Pablo II beatificó a más de 900 virtuosos y canonizó a casi 300.
A la cabeza de la lista de espera, favorito entre los candidatos a la santidad, figura el esclavo negro Pierre Toussaint.
Se asegura que el Papa no demorará en colocarle la aureola, «por mérito de su heroica virtud».
Pierre Toussaint se llamaba igual que Toussaint Louverture, su contemporáneo, que también fue negro, esclavo y haitiano.
Pero ésta es una imagen invertida en el espejo: mientras Toussaint Louverture encabezaba la guerra por la libertad de los esclavos de Haití, contra el ejército de Napoleón Bonaparte, el bueno de Pierre Toussaint practicaba la abnegación de la servidumbre. Lamiendo hasta el fin de sus días los pies de su propietaria blanca.
El ejerció "la heroica virtud" de la sumisión: para ejemplo de todos los negros del mundo, nació esclavo y esclavo murió, en olor de santidad, feliz de haber hecho el bien sin mirar a quién.
Además de la obediencia perpetua, y de los numerosos sacrificios que hizo por el bienestar de su ama, se le atribuyen otros milagros.
De "Espejos blancos para caras negras" - Eduardo Galeano
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