LA GRAN COMILONA



Perpetrado por Oskarele

El otro día me quede muerto ante la visión de esta bizarra, extraña y perturbadora película película italo-francesa, dirigida por Marco Ferreri en 1973. Nada más acabar de verla decidí que tenía que escribir algo, más que nada para poder encauzar el torrente de reflexiones, de pensamientos y de idas de olla que me produjo la visión de esta obra que no dudo en recomendaros, eso sí, avisando de que es terrible, soez, extraña y tremendamente explicita. Una puta locura, pero genial.

La peli narra la historia de 4 varones de mediana edad, representantes de las capas pudientes de la sociedad italiana del momento, ejemplos de lo que supuestamente es el prestigio social: Marcello (Marcello Mastroianni), piloto de aviación civil, obsesionado con el sexo y clasista. Philippe (Philippe Noiret), un magistrado reprimido, que vive con la señora que le cuidaba de pequeño, Nicole, y que le sigue cuidando en la actualidad, hasta el punto de realizarle algún que otro favor sexual.  Michel (Michel Piccoli), productor de cine homosexual, aunque es padre de una chica, que vemos en su presentación.  Ugo (Ugo Tognazzi), esplendido chef, no demasiado aficionado al sexo.

Estos cuatro individuos se reúnen en una mansión propiedad de la familia de Philippe. Allí, no se sabe muy bien porque, se entregan a la gula desenfrenada, al exceso y al deseo de comer hasta morir, literalmente, aunque no es algo casual, sino que está planeado con antelación.

Y ya no os cuento mas. Buscadla por el emule, que está, y a vedla.

Excesiva, vulgar, escandalosa, bizarra, surrealista… se le puede definir con muchos adjetivos, pero si hay alguno que la explica y define en todo su esplendor es “transgresora”, hasta límites insospechados.

Perpetrada, porque no se puede aplicar otro verbo que este, por el genial guionista navarro Rafael Azcona y su compañero y amigo Marco Ferreri a las riendas, y por cuatro de los mejores actores europeos de su época.

Se proyecto en el festival de Cannes de 1973, produciendo una competición de abucheos y aplausos, entre sus defensores, no muchos, y una legión de detractores que la consideraban un autentico insulto cinematográfico al buen gusto y al “saber hacer”.

Lo que es cierto es que nadie quedo indiferente ante una experiencia de este tipo, y con el paso de los años, ningún espectador que haya osado a enfrentarse a semejante despropósito ha podido salir indemne del visionado de esta cinta: desagrada, provoca, excita, asquea… todo un manantial de sensaciones contrapuestas y desmesuradas, que no dejan indiferente a nadie, ni siquiera en nuestra actual post- postmodernidad, en la que el exceso y el caos como vehículo emocional esta a la orden del día.

Pero nada se ha inventado. Todo estaba ya aquí. Y quizá mucho antes.

El mismo Michel Piccoli en una entrevista en Cahiers du cinema, en noviembre de 2005 nos explica el caótico y anárquico rodaje:

“Ugo, Marcello y yo éramos grandes amigos y todos habíamos leído el guión. Pero durante el rodaje nadie volvió a abrirlo, inventábamos sin cesar, permaneciendo muy pendientes de Ferreri quien también estaba muy atento a nuestras travesuras. La escena de la imitación de Brando, por ejemplo, no estaba en el guion. Fue una propuesta de Ugo. Ferreri tenía un imaginario muy profundo, una vena antipsicológica constante. Era un hombre de gran libertad de creación y le daba mucho placer que uno entrara en su juego (…) Ferreri no me dirigió ni un segundo durante el rodaje. Solamente me daba indicaciones espaciales. Y yo trataba de interpretar ese solitario, esa soledad, ese eterno niño o ese renacimiento infantil de un hombre maduro, entre la desesperación, el suicidio, el insomnio y el sueño”



Así que Ferreri se limito a ser un mero coreógrafo en un baile desenfrenado de Derviches de la escena, una especie de chaman que controla los viajes iniciáticos protagonizados por un grupo de actores que sacaron a los niños que tienen dentro para que rodasen esta película.

Pero ¿Cómo definir esta película?

Podríamos decir que se trata de una crítica al hedonismo decadente de la aristocracia económica europea de los setenta, consecuencia del agotamiento de las filosofías libertarias y hippies de los 60, y especialmente de los movimientos políticos del 68 francés. Esto es en parte verdad, pero creo que la crítica que el tándem Azcona-Ferreri propone va bastante más allá, más adentro, introduciéndose en factores psicológicos.

Ante todo es una crítica al sistema del bienestar, establecido en la Europa rica desde los años 50, pero que gozó de su máximo esplendor en los 60 y 70, acompañado de esos movimientos contraculturales que sacudieron como un gigantesco terremoto las ruinas del antiguo régimen. Y es que precisamente estos movimientos políticos transgresores, como el famoso Mayo del 68 francés o el Movimiento Hippie de California, sucumbieron precisamente por la implantación masiva del estado del bienestar hedonista y autosatisfactorio de los años 70 y 80.

El Sistema de Bienestar, modelo político en el que el estado garantiza ciertos servicios o garantías sociales a la mayor parte de la población, se sostiene sobre dos fuertes pilares: La necesidad y la búsqueda humana del placer, una vez superados y asegurados los bienes de primera necesidad básicos para la subsistencia.

La necesidad de una economía marcada por el Consumo ilimitado, como motor económico de una sociedad, que solamente podría garantizar el placer y el bienestar gracias a los ingresos que se producen por el afán consumista.

Así se establece una formula curiosa: Bienestar = Placer + Consumo (Claro que esto solamente es aplicable a determinadas clases sociales que no tienen que plantearse que se van a echar a la boca todos los días. Esto solamente es aplicable para las clases pudientes). Lo curioso es que los placeres que se desarrollan en esta disyuntiva no son placeres basados en aspectos culturales o sentimentales: no se dedican a fomentar la cultura, a leer, a viajar, a disfrutar de un atardecer… eso no son placeres para los ricos europeos hedonistas de los 70, eso queda reservado para los vanguardistas reminiscentes de los hippies y para los culturetas universitarios de las clases medias. Las clases altas, desde su prepotente torre de Babel, desde la que ven al resto de la humanidad como meras hormigas, a las que pueden pisotear cuando quieran, buscan otros tipos de placeres. Y cuando los consiguen buscan otros, radicalizándose la búsqueda del placer hasta extremos surrealistas.

Y esto es precisamente lo que critica esta película: el placer por el placer, el placer sinsentido, encarnado en estos 4 señores, representantes simbólicos de unas clases pudientes que cuentan con el poder, con la riqueza económica y con el prestigio social, pero que, en su foro interno, están vacios, y pretenden llenar ese vacío con comida, con sexo, con placer, con lo que sea con tal de “llenarse” ...  hasta morir, porque hasta la muerte es considerada por estos tipos un placer, un juego macabro en el que irán cayendo todos.


Es la atracción del placer, que no conoce clases sociales.

Para entenderlo mejor una metáfora: imagínense una escena en el Londres descrito por Dickens en sus obras.

Un chico de la calle, hambriento y trapajoso, ve desde detrás de la ventana de un restaurante como los acaudalados señores y señoras de las clases altas degustan suculentos manjares, que el muchacho no ha visto ni en pintura. Imagínense también que, por un giro del destino, al chico le dan la oportunidad de comer todo lo que quiera de una mesa gigante llena de toneladas de comida: probablemente el niño comería hasta reventar, o mejor dicho, hasta casi reventar, porque aun conservaría un mínimo de humanidad y de instinto de supervivencia que la haría saber cuando tiene que parar.

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