AYACUCHO, tierra con identidad nativa

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Uno de los lugares más encantadores que he visitado es un pueblo peruano inserto en medio de la cordillera de los Andes. Sentí que transitaba historia y simultáneamente un gozo inmenso del paisaje imponente, abrumador por su inmensidad, sorprendente en sus terrazas sembradas con prolijidad, curioso por su gente y sus costumbres.
Por el camino entre cerros nos cruzamos con nativas que arriaban su manada de cabritas, vicuñas o llamas. Saben? Les ponen unas cintas rojas a la altura de las orejitas…”es para espantar lo malo”.
Muchas plantas de tunas, parcelitas pequeñas de maíz, casitas de caña.

Ayacucho, fundada como San Juan de la Frontera de Huamanga y conocida también como Huamanga, es una ciudad del Perú, capital de la provincia de Huamanga y del Departamento de Ayacucho.

Se encuentra situada en la vertiente oriental de la cordillera a una altitud de 2.746 msnm y se caracteriza por su clima agradable y seco. De mañana, muy frío…de siesta, un sol con mucha calidez.
Ayacucho es uno de los conjuntos arquitectónicos y artísticos más notables del Perú.
Se le conoce como «Ciudad de las Iglesias», por sus numerosos templos e iglesias, y «Ciudad Señorial» por su arquitectura, tradición y arte.

Huamanga, Waman qaqa, es la voz quechua con la cual se conocía el sitio de la actual ciudad a la llegada de los españoles. Según la tradición indígena local, el Inca Viracocha en una de sus campañas, descansó en este lugar y dio de comer de su mano a un halcón que se poso en sus hombros, y exclamó: "Waman ka", que significa "toma halcón".

Pero algunos sostienen que en la región había muchos halcones, por tanto habían muchos nidos que se encontraban en los barrancos, en las quebradas, en los cerros, por lo tanto de las voces quechuas «waman qaqa», se habría originado la palabra Huamanga, que significa "Quebrada del halcón" o "Tierra del halcón".
El primer nombre español de la ciudad fue «San Juan de la Frontera de Huamanga». «San Juan» en homenaje a San Juan Evangelista y «frontera» por estar en la frontera militar y ser baluarte español contra los ataques de Manco Inca.

La denominación original de Huamanga fue cambiada por la de Ayacucho mediante decreto del Libertador Simón Bolívar del 15 de febrero de 1825. El cambió se dio como homenaje a la victoria del ejército patriota en la Batalla de Ayacucho. Les cuento: estando allí me contaron que no hubo tal batalla, ¿Por qué? Ambos ejércitos, el patriota y el realista, estaban formados por peruanos y cuando se vieron frente a frente decidieron capitular. No les gustó matarse entre hermanos…simpático, no?

El vocablo Ayacucho deriva del vocablo quechua «aya» (alma) y «k'uchu» (morada-rincón), en consecuencia, la palabra Ayacucho etimológicamente significa «Morada del Alma», expresión que podría resultar de un conjunto de restos humanos que se encontraron en este lugar, como consecuencia de las batallas que sostuvieron sus primeros habitantes, anhelando fundar una villa por su ubicación estratégica, con los invasores del Imperio inca en expansión. Otra teoría sostiene que Ayak'uchu significaría «Rincón de los Muertos»; sin embargo, el vocablo quechua «aya» no toma la acepción de persona fallecida, mejor traducido como «wañusqa».

Bueno, ya ven…muchos significados para nombrar una población encantadora de la cordillera peruana.
Modesta, antigua, colorida y con mucha tradición, Ayacucho huele a pan recién amasado, a flores y a especies de todo tipo.
Es muy particular el mercado. A las cinco de la mañana comienzan a llegar los nativos cargando la mercadería para vender: cabritos sobre las espaldas, canastos con flores, tortillas, polleras bordadas, pimienta, maiz, tejidos, dulces…todo producción artesanal, un poquito de cada cosa.
Las mujeres llevan largas trenzas, delantales coloridos con puntillas, quizás el niño colgado de una manta en la espalda con un gorrito hecho en telar. Los hombres, rústicos y trabajadores arman las mesas para exponer sus productos.
Algunas señoras se acomodan en cuclillas en la puerta de la Iglesia San Francisco rodeadas de canastos con junquillos, margaritas, rosas y crisantemos…son para los fieles que “van con el curita”. Les espera todo un día en esa pose…parecen cómodas pero nunca se apoyan en el suelo, siempre en cuclillas.

Alrededor de la plaza están los artesanos: trabajan una piedra blanca. Con ella hacen búhos…”Si regalas un búho, tendrás suerte en la vida niña!”
Esta lleno de retablos con nacimientos. Todos los pastores son figuras vestidas con ropas nativas y el pesebre muestra una construcción típicamente serrana.

Si observas las viejas puertas de madera de las casas coloniales, verás perforaciones. Son balas, son las huellas del Sendero Luminoso, grupo terrorista que actuaba en la zona, y allí mismo reclutaba ingenuos nativos. En esa época muchas mujeres quedaron solas…

Apenas a pocos kilómetros, en una alta pampa cordillerana está el monumento de la Batalla de Ayacucho, símbolo de la independencia peruana. El viento parece contar la historia. Un pueblo con identidad, con raíces…un pueblo casi ajeno a la globalización.

- ¿Puedo tocarte el pelo “amita”?- me dijo una señora serrana sentada en cuclillas entre bolsas de pimentón.
- Sí, claro que puedes!
-¿Por qué es color maíz?-respondió.

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