Parmenides
Parménides fue un seguidor de aquellos notables exiliados jónicos Pitágoras y Jenofanes, y el primer filosofo importante nativo de Italia. Se opuso a las ideas de Heráclito y, lejos de aceptar el devenir como la verdad universal, negó su posibilidad, ya que, según afirmaba, un objeto no puede transformarse en otro objeto fundamentalmente diferente. Insistía en que resultaba más razonable suponer que la creación (algo a partir de la nada) y la destrucción (nada a partir de algo) son imposibles.
Como, pese a su razonamiento, el devenir se ofrece a nuestros sentidos por todas partes en nuestro entorno, Parménides hubo de escoger entre los sentidos y la razón. En su opinión, los sentidos eran inseguros y no debían usarse como guías. Este punto de vista constituyo la piedra angular de la Escuela Eleática, fundada por él, y cuyo miembro más conocido, Zenón, llevaría a la desconfianza en los sentidos hasta sus últimas consecuencias, en la serie de sus conocidas paradojas.
Platón tituló uno de sus diálogos “Parménides”, y en el describe un encuentro entre Parménides, ya anciano, y el joven Sócrates. La fecha de este encuentro debe de haber estado cercana al 450 a.C, de manera que, en efecto, Parménides debía de tener entonces una edad avanzada. Sin embargo, esto puede ser también un anacronismo de Platón.
ZENON
Filósofo griego, nacido en Elea (la moderna Velia), Italia del Sur, hacia el 450 a.C; muerto en fecha desconocida.
Zenón es la primera figura de la Escuela Eleática de filosofía (cuyo nombre se ha tomado de la ciudad de Elea, donde estaba situada). Aparece como habitante de Atenas durante un tiempo y se supone, que, entre otros, dio clases a Pericles.
La Escuela Eleática negaba el uso de los sentidos como medio para llegar a la verdad. De hecho, los eleáticos trataron de demostrar que razonadamente podían poner de manifiesto como el mensaje de los sentidos debía de ser ignorado.
Zenón se presenta como uno de los pensadores griegos con cuatro famosas paradojas que, en conjunto, parecían negar la posibilidad del movimiento tal y como se percibe con los sentidos. La más conocida es la de Aquiles y la tortuga. Se supone que Aquiles puede correr diez veces más de prisa que una tortuga y que dicha tortuga tiene una ventaja de diez yardas. Seguidamente se llega a la conclusión de que Aquiles nunca puede alcanzar a la tortuga, porque mientras el cubre las diez yardas de diferencia, la tortuga habrá avanzado una yarda. Cuando Aquiles cubra esa yarda, la tortuga habrá avanzado un décimo de yarda, y así sucesivamente. Sin embargo, puesto que nuestros sentidos nos muestran claramente a un corredor veloz alcanzando a uno lento, quiere decir que tienen que ser falsos.
Estas paradojas, aunque están todas basadas en falacias, fueron de máxima importancia para la Ciencia, puesto que estimularon el pensamiento. Aristóteles, por ejemplo, presentó argumentos en contra de ellas y hasta nuestros días unos y otros han ido adoptando posturas en pro o en contra de los postulados eleáticos.
Puesto que las paradojas de Zenón se basaban todas en la consideración de que el espacio y el tiempo son infinitamente divisibles, animaron a hombres como Demócrito a negarlas basándose en la búsqueda de la indivisibilidad que encontró en los átomos, a quienes considero los componentes de la materia. Estos argumentos no ganaron el favor general en los tiempos griegos, pero sí lo hicieron dos mil doscientos años más tarde con Dalton. La noción de divisibilidad infinita fue rematada unos cien años después de Dalton, por las teorías de Planck sobre las partículas de energía.
En matemática pura, casi veintiún siglos más tarde, fue demostrado por Gregory que ciertas cosas, tales como series convergentes, ya existían, en las cuales un número infinito de términos da, sin embargo, como resultado una suma finita. La paradoja de Aquiles y la tortuga (sin que lo supiera Zenón) se trataba de una de esas series convergentes. Por otro lado, métodos para tratar con divisiones infinitas no se desarrollaron hasta Newton y su invención del Cálculo (aunque incluso se supone que existían entonces).
Zenón fue completamente derrotado al final, pero se merece un coro de aplausos por la cantidad de valores que se desarrollaron durante más de dos milenios de lucha intelectual necesaria para derrotarlo.
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