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Los altos precios de los alimentos han tenido consecuencias dramáticas en las personas más pobres. La subida de precios de los alimentos ha empujado a un montón de familias moderadamente pobres a la pobreza extrema. A aquellos que ya eran extremadamente pobres los ha llevado a una situación crítica derivada de su incapacidad para comprar alimentos.
Cuando una familia no tiene ingresos para comprar alimentos suficientes la secuencia más común para obtener alimentos es: 1) Utilización de los ahorros. 2) Pedir o comprar crédito. 3) Vender activos no productivos (por ejemplo una lámpara o un collar). 4) Vender activos productivos (por ejemplo las herramientas de trabajo o un riñón). 5) Aducir a la caridad social. 6) Esperar a las intervenciones de ayuda alimentaria. 7) Emigrar.
En estos casos, aunque la familia haya conseguido cubrir las necesidades alimentarias de los miembros de su familia ha comprometido su capacidad de recuperación en el futuro.
Su vulnerabilidad ha ido aumentando hasta llegar a una situación en la que depende totalmente de la ayuda externa para sobrevivir.
Hay quien señala que la subida de precios de los alimentos tiene efectos positivos en los pobres rurales, que son productores netos de alimentos ya que pueden aumentar sus ingresos al vender a mejor precio sus productos.
Sin embargo, estos mejores precios no compensan el todavía mayor aumento de los precios de los insumos de producción (abonos, semillas, herbicidas y combustibles).
Particularmente el precio de los abonos ha duplicado la subida de precios de los alimentos. Los beneficios de la subida de precios de los alimentos se han quedado sólo para los grandes productores.
Las últimas estimaciones indican que el número de personas que padecen hambre en el mundo se ha incrementado en 100 millones alcanzando la cifra de 1000 millones de personas, lo cual ha supuesto un paso atrás en la consecución del objetivo del milenio de reducir a la mitad la incidencia del hambre en el mundo para el año 2015.
Es importante señalar que estas estimaciones derivan de datos estadísticos del año 2005 y 2006 y por consiguiente no reflejan la acusada subida de precios del año 2010. Ello nos lleva a decir que los datos reales en el momento actual son mucho más dramáticos de lo que indican estas cifras.
Además, el sistema de ayuda alimentaria se ha visto gravemente afectado: las agencias humanitarias tienen que cubrir una mayor demanda y se encuentran sobrepasadas ya que no se han mejorado los recursos, las herramientas ni las estrategias con las que actúan estas agencias.
La crisis alimentaria ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad a la seguridad alimentaria de millones de personas. También ha quedado patente la incapacidad de los Estados y de la comunidad internacional para detectar señales de alarma y obrar en consecuencia de manera que se reduzca el riesgo a la inseguridad alimentaria se incremente la capacidad de respuesta y se garantice el derecho a la alimentación.
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