(B) Mendoza, Argentina.
De camino a Las Cuevas (paso internacional a Chile) hay una curiosa formación geológica, a la vez uno de los más famosos centros termales de la Argentina. Los baños en estas aguas se recomiendan para muy diversas afecciones, y sumados a la singularidad de este monumento natural y al paisaje que lo rodea hacen de Puente del Inca un lugar de características únicas, especial.
Está en plena Cordillera de los Andes, a 2.720 metros sobre el nivel del mar. El Puente del Inca, es un paraje cordillerano famoso por su puente natural, curiosidad geológica y declarada Monumento Natural.
El Puente ha sido formado por la acción de las aguas minerales. El caudal fluvial se abrió paso entre sedimentos depositados en el fondo de una artesa y luego cementado por las aguas termales. Estas dan a la zona su coloración de naranjas, amarillos y ocres, y a cualquier objeto que se coloque bajo ellas una dureza tal por la impregnación en sales minerales que adquiere una apariencia "petrificada".
En la margen derecha alberga termas, con cinco fuentes de agua caliente, pero de diferentes temperaturas y componentes. Los singulares cerros que hay a su lado y el río Las Cuevas que pasa decenas de metros por debajo del puente completan una geografía caprichosa.
Cuenta la leyenda que hace muchos, muchísimos años, el heredero del trono del Imperio Inca, se debatía entre la vida y la muerte, siendo víctima de una extraña y misteriosa enfermedad.
Las curas, rezos y recursos de los hechiceros nada lograban y desesperaban por no poder devolverle la salud.
El pueblo amaba intensa y entrañablemente al Príncipe de los Incas , invocaba a sus Dioses y realizaba sacrificios en su honor.
Fueron convocados los más grandes sabios del reino, quienes afirmaron que sólo podría sanarlo el maravilloso poder del agua de una vertiente, ubicada en una lejana comarca.
Partieron en numerosa caravana, vencieron infinidad de dificultades, marcharon durante meses en que veían agotadas sus fuerzas, y un día se detuvieron ante una profunda quebrada, en cuyo fondo corrían las aguas de un tempestuoso río.
Enfrente, en el lado opuesto, se observaba el codiciado manantial, pero... ¿cómo hacer para llegar a ese inaccesible lugar?
Meditaron durante mucho tiempo, tratando de buscar una forma de llegar hasta las milagrosas aguas, pero todo era en vano.
Cuando ya la desesperación los dominaba: aconteció un hecho extraordinario: de pronto se oscureció el cielo, tembló el piso granítico y vieron caer, desde las altas cimas, enormes moles de piedra que producían un estrépito aterrador.
Pasado el estruendo, y más calmado el ánimo, los indígenas divisaron asombrados, un puente que les permitía llegar sin dificultad hasta la fuente maravillosa. Transportaron hacia ella al Príncipe, quien bebió de sus aguas y bien pronto recuperó la salud.
La omnipotencia del Dios Inti, el Sol, y de Mama-Quilla, la Luna, habían realizado el milagro.
Así surgió, según la leyenda, ese arco monumental de piedra, que recibió el nombre de Puente del Inca, que se levanta custodiado por el Aconcagua, rodeado por la imponente belleza de los Andes.
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