En 1609, cuando Kepler era el matemático imperial, el emperador Rodolfo le preguntó qué significaban las zonas oscuras que podían verse en la superficie de la Luna, y Kepler le respondió que, seguramente, eran las sombras que proyectaban las montañas lunares. Wackher von Wackenfels, el asesor religioso del emperador, se quedó perplejo. Nunca había imaginado que la Luna pudiera ser un mundo, con sus montañas iluminadas al atardecer, sus tenues brisas nocturnas y sus parejas besándose a la luz de la Tierra. Von Wackenfels bombardeó a Kepler a preguntas y, tras largas conversaciones que se prolongaron durante semanas, logró convencerle de que escribiera un relato ficticio sobre el nuevo mundo. Kepler le hizo caso y produjo el manuscrito de Somnium que acabaría publicando su hijo un cuarto de siglo después.
Kepler tenía una imaginación muy vívida y fantasiosa. En vez de escribir su libro como un tratado erudito, lo redactó en forma de cuento. Un personaje llamado Duracotus viajaba a la luna impulsado por demonios. Para convocar a estos espíritus se valía de una invocación pronunciada por su madre, que era bruja. En la luna Duracotus era testigo de muchas maravillas, como la visión del globo de la Tierra suspendido en el cielo.
El protagonista de Somnium es el joven islandés Duracotus. Su madre, Fiolxhide, se gana la vida recogiendo hierbas, envolviéndolas en piel de cabra y vendiéndolas a los marinos a precio de filtro de amor, elixir de vigor o pócima de venganza. Cuando Duracotus vuelve a casa tras haber estudiado con Tycho Brahe -el gran astrónomo de la juventud de Kepler-, su madre le dice que vale, que ese Tycho le habrá enseñado mucho sobre la Luna, pero que ella conoce a unos demonios y le puede llevar allí.
Madre e hijo acuerdan despegar "cuando la Luna empiece a eclipsarse por el Este". O sea, que viajan durante un eclipse de Luna, cuando el trayecto de la nave queda protegido del bombardeo solar por la sombra de la Tierra (una idea digna de Kepler). El despegue es tremebundo, como alimentado por toneladas de pólvora, pero, una vez liberada del influjo terrestre, la nave viaja en una trayectoria curva sin necesidad de motor (una idea digna no ya de Kepler, sino de Newton, que aún tardaría 33 años en nacer). Al llegar les comunican que la Luna tiene dos hemisferios: Subvolva, desde el que siempre se ve la Tierra, y Privolva, desde el que no se ve nunca (los terrícolas llamamos a Privolva la cara oculta de la Luna). Los habitantes lunares crecen muy deprisa y viven muy poco. Sólo asoman un rato, al atardecer, y luego vuelven a sumergirse en la noche impenetrable. Guardan el agua en cuevas para protegerla de las insoportables temperaturas diurnas. Tiene un toque muy Arthur Clarke.
Pese a su talante fantasioso, Kepler también era precavido y por eso no publicó el libro, solamente lo hizo circular en privado (y en latín). Pero las cosas se le salieron de las manos y una copia del libro fue a dar a su país natal, donde los simpáticos vecinos de la mamá de Kepler lo interpretaron como autobiografía. Dicho de otro modo, se lo creyeron todo. Duracotus era evidentemente el propio Kepler y si la madre del personaje era bruja, también lo sería la señora Kepler. Añádase a esto que, en efecto, Katharina Kepler hacía pociones con hierbas, que no le caía bien a nadie por metiche y pendenciera, y que Alemania pasaba por un periodo de locura en que todo lo malo que ocurría se interpretaba como fruto de las actividades de las brujas, y se entenderá por qué el inocente cuento de Johannes Kepler fue la condena de su madre.
Eludió la hoguera de milagro, pero murió de todos modos a los seis meses de salir de prisión. Los viajes a la Luna salían caros en la época.
Durante toda su vida, Kepler dedicó parte de su tiempo a hacerles el horóscopo a los poderosos, que eran lo bastante "imbéciles" -el adjetivo es de Kepler- como para pagarle por ello. En 1594 le encargaron adivinar lo que iba a pasar en 1595, y predijo correctamente las rebeliones campesinas en Estiria y las incursiones turcas por tierras austriacas. Tal vez Kepler, después de todo, había heredado el único talento oculto de su madre: el de abrir los ojos a la realidad.
Ironías de la vida: en 1634, cuando Kepler llevaba cuatro años en su propia tumba, su hijo Ludwig hizo publicar el Sueño para aliviar la necesidad económica de su empobrecida familia. En la obra el autor toma claramente partido por la astronomía de Nicolás Copérnico, quien 90 años antes había propuesto que sería más fácil calcular las posiciones de los planetas si se suponía que giraban alrededor del Sol y no de la Tierra. El tema era polémico. En Italia por la misma época Galileo Galilei había tenido dificultades con las autoridades religiosas por defender la misma idea. El librito podría haber sido un best seller en la Feria de Francfort (feria de libros que ya era célebre desde entonces y lo sigue siendo hoy). Nada indica que lo haya sido y de la familia de Kepler no se volvió a saber nada.
Fuentes: http://imagenenlaciencia.blogspot.com/20
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