UN LUGAR ABRUMADOR: El viejo cementerio de Abney Park.
Dicen que no hay lugar más silencioso en Londres que este lugar, que adentrarse por sus agrestes senderos y pasear entre sus mutiladas estatuas es como dar un paso atrás en el tiempo, como viajar hasta un lugar irreal y místico en el que, al cerrar los ojos, todo puede ocurrir. Estamos en el viejo cementerio de Abney Park, en Stoke Newington.
Pertenece al grupo conocido como los Siete cementerios o los Siete magníficos de la capital inglesa; un grupo de cementerios que fueron construidos durante el siglo XIX para para suplir las carencias que había en este sentido por la celeridad de crecimiento poblacional y que obligaba a que sus muertos fueran enterrados casi que a ras de la tierra o a desenterrar a los anteriores para sepultar los nuevos, lo que se había convertido en un problema de salud pública.
Abney Park es un parque histórico diseñado por Lady Mary Abney y el Dr. Isaac Watts que fue inaugurado en 1840 como jardín cementerio, y que también tenía un instituto educativo en su periferia. El diseño es una extraña mezcolanza muy de moda en aquella época en la que se mezcla, entre el estilo Victoriano, detalles del renacimiento, del gótico y pequeños guiños a la arquitectura egipcia.
El cementerio, que se proyectó para ofrecer descanso eterno a los “dissenters” (protestantes que se oponían a la iglesia anglicana), no llegó jamás a ser consagrado, aunque eso a día de hoy tampoco tiene demasiada importancia. Simplemente pasó el tiempo hasta que a mediados de los años setenta del siglo pasado se clausuró como cementerio y desde entonces está catalogado como reserva arbórea, motivo por el que la naturaleza a dado rienda suelta a sus instintos y ha conquistado de nuevo lo que le fue arrebatado, la iglesia y demás edificios del recinto están desde entonces en completo abandono.
Sin duda, los contrastes con las ruidosas y ajetreadas calles que lo rodean lo convierten en un lugar ideal para evadirse un rato de la gran ciudad y es por ello que no es extraño ver, entre tumbas y estatuas devoradas por la hiedra, a gente paseando sin prisas con el privilegio de estar “en otro mundo”.
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