CHIA: UN ANTIGUO CULTIVO MESOAMERICANO.



La chía (Salvia hispanica) es una planta herbácea de la familia de las lamiáceas; junto con el lino, es una de las especies vegetales con la mayor concentración de ácido graso alfa-linolénico omega 3 conocidas hasta el 2006. Se cultiva por ello para aprovechar sus semillas, que se utilizan molidas como alimento.

Es una herbácea anual, de hasta 1 m de altura; presenta hojas opuestas, de 4 a 8 cm de largo y 3 a 5 de ancho. Las flores son hermafroditas, purpúreas a blancas, y aparecen en ramilletes terminales; florece entre julio y agosto en el hemisferio norte. Al cabo del verano, las flores dan lugar a un fruto.

La semilla es rica en mucílago, fécula y aceite; tiene unos 2 mm de largo por 1,5 de ancho, y es ovalada y lustrosa, de color pardogrisáceo a rojizo. Remojadas en agua liberan el mucílago, produciendo un líquido gelatinoso; en México se le saboriza con jugos vegetales o esencias y se le consume como bebida refrescante. Las semillas también pueden secarse y molerse para preparar una harina fina y de sabor intenso, llamada pinole, que se consume principalmente como dulce. Los brotes tiernos se consumen como verdura cruda o cocida y pueden ser usados en ensaladas.

No contienen gluten, por lo que son aptas para celíacos. No se conocen componentes tóxicos en ella.
El aceite de chía es un excelente aceite secante para la protección de pinturas, artesanías, y maderas finas.

El amaranto, el frijol, la chía y el maíz eran los principales componentes de la dieta de los pueblos americanos prehispánicos. De éstos, como todos sabemos, sólo el frijol y el maíz continúan teniendo una enorme importancia en casi todos los países de Latinoamérica; el amaranto es poco conocido, y la chía (Salvia hispánica) es un claro ejemplo de un alimento casi perdido en la inmensidad de la historia mesoamericana.
La chía, sin embargo, tiene una larga historia como alimento. Su domesticación por los antiguos pueblos asentados en lo que ahora es el territorio de México se remonta a los alrededores del año 2 600 a. de C.

Aunque la región mesoamericana es ampliamente propicia para su desarrollo, éste se vio interrumpido en los albores del siglo XVI, cuando los conquistadores españoles invadieron América. De acuerdo con fray Bernardino de Sahagún, el cultivo de la chía fue perseguido hasta casi su extinción por considerársele una semilla sacrílega, ya que constituía un elemento importante en las ceremonias religiosas dedicadas a los dioses aztecas.

Está documentado que los guerreros aztecas podían subsistir alimentándose únicamente con chía durante sus batallas y expediciones. Las cantidades que consumían eran sumamente pequeñas: tan sólo el equivalente a una cucharada era suficiente para la marcha de todo un día. De algunos de los pobladores originarios de México se dice que, gracias a la chía, podían correr desde el río Colorado hasta el océano Pacífico para cambiar turquesas por conchas marinas llevando solamente una bolsa de chía para su sustento.
Giovanio Tosco, autor de “Os benefícios da “chia” em humanos e animais“, menciona que, alimentados con semilla de chía, los indios tarahumara (los de los pies ligeros) de México cazaban a la presa persiguiéndolo hasta cansarla.
En un interesante libro escrito por Scheer, “Magic of chia: Revival of an ancient wonder food” , se menciona que Ciraldo, un indio tarahumara de 52 años, originario del Cañón del Cobre, en México, estuvo dentro de los primeros lugares en un largo maratón, compitiendo, sin entrenamiento previo y casi descalzo al usar unas sandalias hechas a mano, contra los mejores corredores del mundo, bien entrenados y alimentados.
El secreto de Ciraldo fue el haber comido antes y durante la carrera semillas de chía. Un año después, previamente entrenado y continuando su alimentación complementada con semillas de chía, este indígena ganó esa misma carrera.

Diversos estudios recientes sobre la composición química de la semilla de chía han mostrado algunas de sus notables características. El análisis básico muestra que tiene en promedio 21.1% de proteínas, 32.2% de grasas, 27.7% de fibra y 4.8% de cenizas.

Esta composición refleja en sí misma un alto contenido de proteína y de grasas, superior en cantidad a muchos de los alimentos de origen agrícola que mayormente consumimos en la actualidad; pero además tales estudios señalan que la chía es una fuente completa de proteínas puesto que presenta un perfil notable al tener casi todos los aminoácidos esenciales.
Respecto de las grasas, habría que decir que el aprecio actual por este cultivo precolombino se debe, en su mayor parte, al conocimiento creciente del papel que desempeñan los lípidos en la conservación de la salud. La chía es, como ha sido subrayado por los estudiosos, la mayor fuente vegetal de ácidos grasos de la serie omega-3.
Por si fuera poco, sus carbohidratos tienen también, desde un punto de vista nutricional, cualidades de gran importancia para la salud humana.

Fuentes: http://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol19num3/articulos/chia/index.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Salvia_hispanica

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