EDGAR ALLAN POE un rápido y morboso vistazo



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… de esos q se dan tras un accidente de tráfico; entre el duro hierro y el definitivo cemento son tan frágiles nuestros huesos; retorcido el cuerpo, perdida la forma, los órganos descompuestos parecen pujar por salir del muerto; las luces de  los servicios de urgencia han llamado nuestra atención; un poco más adelante, siguiendo la carretera, a la derecha; cuando llegamos a la altura del siniestro, todos echamos un rápido y morboso vistazo.

… sujeto y objeto se confunden en la contemplación; la mira da la medida, la altura de la plataforma desde la q se observa el mundo chocar, la profundidad de su verso y su distancia del resto; existe, de hecho, quien, indiferente al centro de común atención, no hará por ver el desvencijado cadáver sino los ojos de aquellos q lo están mirando; allí encontrara todo cuanto necesita para seguir pensando.

De todas, Poe, el más eminente y lúcido de los observadores de almas, ya supo bien temprano, todo cuanto un hombre puede, de la tajante belleza del cadáver; a tal condición quedo reducida la figura de su madre tras meses de inasequible agonía; frente a sus tres diminutos años de vida, el rostro del amor se vestida de piedra y parpados para siempre, y entre sus dedos, demasiado tiernos, una mano fría de la q brotaban los apéndices, ahora helados, q hasta entonces habían sido su consuelo, y ahora sentenciaban para su carácter lo irremediable como único compañero.

La historia puede no ser ni tan siquiera cierta, como todas las demás, cosas q se cuentan para q nos hagamos una idea, no para describir la realidad; la realidad, por demás, siempre caótica, inescrutable; siempre q descorremos un velo, hay otro detrás; ese es Poe, un destino suicida q no encuentra más ocio q navegar entretelas hechas con jirones de lo perverso; remotos y pesados cortinajes colgados de bóvedas inaccesibles q exudan filtraciones pestilentes; un tránsito q adivina inmensos subterráneos, vacios casi siempre, pero siempre acechados; espacios densos q desprenden el perfume de lo amargo; las suyas son historias presentidas, irresolubles pero perfectas, repletas de detalles irrespirables, obsesivas; donde no cabe la razón sino es perdida; representación literaria del miedo existencial, su definitiva cristalización moderna.

Así q, tal vez, debiéramos, a su vez, evitar ilustrar de conjeturas la siempre inaccesible razón, el espejismo de la causa; obviar mención de cadáveres de madres, de una sexualidad frustrada, del subsiguiente romanticismo ideal, espiritual, irreal y melancólico, excluir a la esposa joven y tuberculosa y muerta también, olvidar los excesos de alcohol y desconsuelo; y hablar, no más, de celdas y pozos siempre negros, de entidades espectrales y perversas q responden por nombre de mujer, de ataúdes q se abren desde dentro, del despertar pútrido de un hipnotizado q lleva meses muerto; incluso, limitándonos a seguir la intuición de Baudelaire, evocar tan solo, un alma conmocionada y angelical arrojada a un paramo enfermo, a una existencia hostil; una condenada providencia diabólica q ambos compartieron, miembros, seguro, de una estirpe noble de delicado y alto espíritu.

Poe no alcanzó gran notoriedad en vida, tampoco creo la hubiera aceptado; si la logró siempre tiró huyendo para otro lado; cómo sino seguir viviendo, escribiendo, creciendo en su capacidad de espanto; él q se embebía de la decadencia, ajeno a la contemplación de la plenitud, extraño al placer, recogido al amparo de la luz del sufrimiento; cómo podría dormir tranquilo, él q edificaba sus cuentos sobre la desesperación del insomne fantástico; torturado y brillante; trascendió todo el fantástico pasado, unas veces frio y macabro, otras onírico y maravilloso, por un nuevo género, una síntesis profunda, ligada al descabellado laberinto del intestino psicológico.

Será primero el propio Baudelaire quien se haga eco del verdadero tamaño del mito en ciernes y cargo, de la introducción de su obra en el continente europeo; en adelante, ciertas trazas de talento y dignidad, q se aciertan a entrever en el genoma humano, han hecho el resto; hoy se puede hablar sin rubor, de Poe, como del mayor escritor moderno; él, un cuentista borracho q escribía historias de miedo.

“…una nausea mortal invadió mi alma y el universo fue solo noche, silencio e inmovilidad… hasta q me invadió un vértigo espantoso a la simple idea del infinito en descenso…abajo, aun mas hacia abajo, cada vez más abajo en brazos de un cortejo de espectros… la locura de una memoria q se agita en lo abominable”.

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