TITERES Y TITIRITEROS.
¿Quién no tuvo un títere amigo? ¿A quién no le hizo muecas una manopla con bigotes desde un teatrito improvisado con unas tablas y un trapo viejo por telón?
Lo cierto es que muchas madres hemos logrado que nuestro niño empacado termine su almuerzo amenazando con una mano disfrazada de títere comilón que decía: “Si no te apuras, me lo como todoooo…ñammm”. Y bueno, si te están por quitar tu puré, hay que comerlo antes! El títere dice lo nuestro con simpatía, dramatismo o comicidad. Es como hablar con las manos, ¿Cierto?
Suelo detenerme en los espectáculos de títeres callejeros. No miro los títeres, miro los gestos de los niños. Es asombroso: un buen titiritero despierta pasiones, carcajadas, preocupación, aplausos, simpatías y antipatías. Una herramienta de comunicación magnífica.
Dentro de los grandes titiriteros que han marcado la historia del teatro de títeres, citaré a alguien un tanto desconocido a nivel de cultura general, pero un gran punto de referencia para los estudiosos del mundo de los muñecos articulados: Richard Teschenr (1879-1948), famoso titiritero austríaco, importante por introducir en Europa la técnica de manipulación del wayang indonesiano.
Sin duda, Teschenr fue un titiritero original. Gracias a su condición de esposo de una noble mujer rica, Emma Bacher-Paulik, se vió libre de todo tipo de presiones fiscales, pudiendo dar rienda suelta a su imaginación en la creación de sus diferentes espectáculos.
En 1906 fundó su propia compañía de muñecos en Viena. Pero fue a partir de su viaje a los Países Bajos en 1911 cuando su vida como profesional titiritero dió un cambio radical. Allí, unos exploradores holandeses le mostraron los tesoros que de Java habían traido en una de sus expediciones, entre los que se encontraban algunos muñecos de la técnica de manipulación propia de Indonesia: los wayang, títeres de varilla inferior.
Fue así como, con su ingenio, consiguió introducir en el viejo continente la nueva técnica de varilla, dotándole de características singulares, y moviendo los nuevos muñecos en su no menos curioso escenario: el figurenspiegel. Se trata de un pequeño proscenio cubierto con un cristal circular y algo convexo. Detrás del mismo, espacio para tres actores manipuladores que manejaban sus muñecos de varillas, pudiéndolos apoyar en un tablado con muescas, manejando así los brazos y las piernas de los mismos. Así, con la ayuda de humo y otras sustancias químicas de colores, y con increíbles efectos luminosos de colores, se lograban espectaculares imágenes detrás del vidrio, haciendo que sus funciones fueran aplaudidas por numeroso público. Público que, además de agradecer semejante regalo a la vista, agradecía también la generosidad de Teschenr, pues, debido a su fortuna, pudo tener el lujo de no cobrar entrada a sus espectáculos.
Teschenr es, por tanto, un genio que ha sabido innovar con una vieja técnica de manipulación oriental, sabiendo adaptarla a las exigencias del público occidental de la época con imaginación y habilidad. Un inmenso trabajo que no se ha perdido tras su muerte.
En 1941, Klaus Behrendt, creó una fundación, para que su patrimonio no se perdiera, recuperando sus figuras y restaurándolas, para que todos los que pasen hoy por el Museo Nacional de Viena, puedan contemplarlas y seguir disfrutando de ellas como lo hicieron los austríacos hace medio siglo.
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