ByCineclásicajazz Pizcadelodemás
Durante mucho tiempo en la música clásica se componían obras expresamente ideadas para la voz de los castrati, aquellos cantantes a los que desde muy pequeños se les castraba para que no cambiaran la voz y así lograr el "milagro" de una voz con la limpidez de la de un niño y la potencia de la de un adulto. La iglesia se rifaba estos talentos para adornar sus celebraciones y gozaban de una fama similar a la que ahora podría tener cualquier estrella de la música, incluso los padres de estos chicos consideraban una maravillosa posibilidad el que estos fueran elegidos para dicha práctica, como una manera de mejorar socialmente.
Hasta no hace mucho cuando esos papeles se querían representar se recurría a mujeres, o simplemente esas obras eran olvidadas y no circulaban normalmente por las salas. Eso ocurría hasta hace unas décadas, pero empezaron a darse unas nuevas voces, una nueva técnica de cantar en falsete, con una nitidez y potencia que inundaba de belleza las interpretaciones de los cantantes que se especializaron en ella. Algunos los llaman contratenores, otros sopranistas, que más da, el caso es que son voces mágicas que nos acercan a las voces que debieron tener aquellos seres, los castratis que con sus cantos, eran capaces de calmar la melancolía de los reyes, como hacia el más famoso de todos ellos, Farinelli, a quien hace unos años se le dedicó una película.
Hoy en día el más esplendoroso de los contratenores, a mi humilde juicio es Philippe Jaroussky, que guarda en su garganta una paleta de colores que hipnotiza a quien lo oye y lo retrotrae a lo que podía sentir aquellos privilegiados auditorios que disfrutaron de aquellas voces hoy desaparecidas. En el video, una deliciosa interpretación de un aria de Vivaldi "Vedro con mio diletto". Bon appétit!
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