LE FAUX MYSTÈRE (PARTE 33) LOS BUSCADORES DE TESOROS
ByOskarele
Hasta 1965 se produce en Rennes-Le-Château una autentica fiebre del oro: florecen los falsos documentos, las falsas pistas, los buscadores de tesoros aficionados que todos los domingos, equipados con pico y pala, hacen mil y un agujeros en el cerro que sustenta este bello pueblo de los pirineos. Muchas de estas historias se convertirán en dogmas al ser publicadas en libros de supuestas “autoridades” que dan por validas cosas que, sencillamente, no lo eran.
Por un lado a los habitantes del pueblo no les viene mal, pues de esta forma el lugar cobra una vida que no tenia, pero, con el tiempo, comienzan a hartarse.
Llegaron cientos de personajes que, de pronto, parecían estar iluminados y se poseedores de la verdad del secreto del abad. Un ejemplo curioso es el siguiente (citado por Jean Luc Robin en su genial libro “Rennes-le-Château. El secreto del abad Saunière”): parece ser que durante años, un normando que presumía de enormes conocimientos de ocultismo, se pasaba los veranicos por el pueblo, acompañado de una médium. Con permisos y autorizaciones para excavar sus búsquedas siempre fueron infructuosas. Era hasta conocido en el pueblo y todo, así que un día, algún avispado decidió gastarle una broma, con consecuencias que no fue capaz de prever.
En una botella vacía introdujeron un papel amarillento con el siguiente mensaje escrito: “si sigues este plano, accederás a la cueva de la ciudadela donde se halla el poder”, junto con un complicado plano. Arrugaron el papel y lo quemaron para que aparentase ser viejo. Y por ultimo lo enterraron en el jardín de la casa que había alquilado el tipo, anexo al cementerio del pueblo (que a su vez está junto a la iglesia)
A la mañana siguiente el normando encontró el mensaje.
Aunque era una trampa burda que cualquier persona crítica hubiese desechado, cayó como un niño chico. Hizo un enorme agujero de dos o tres metros, pero dio con roca y, frustrado, decidió emplear medios más contundentes: un poco de dinamita lo rompe todo… el pozo hizo de cañón y los trozos de piedra salieron disparados por todo el pueblo, agujerando varios tejados.
Este fue uno de los motivos por los que Etienne Delmas, alcalde del pueblo desde 1935, siempre paciente con los buscadores de tesoros, decidiese, ante la insistencia de los vecinos, aprobar un decreto municipal el 25 de julio de 1965 por el que se prohibían las excavaciones en todo el pueblo… y hoy en día continua la prohibición, como podéis ver en el cartel que nos recibe al entrar en el pueblo (VER FOTO)
Lo cierto es que esto privó a su sucesor, elegido en 1968, de los numerosos ingresos que dejaban allí los buscadores. Esto coincide con la época en la que Corbu está buscando otras formas de buscarse la vida y se propuso vender la antigua finca de Saunière. Y es aquí donde aparece en escena Henri Buthion, socio y amigo de un tal Jean Pellet, que a su vez es amigo de Corbu, que consigue vender la finca al bueno de Buthion, vendiéndole la moto del tesoro escondido.
Con la pasta que sacó por la venta, Corbu, compró el castillo de Saint Félix du Lauraguais, sede del primer concilio cátaro. Pero, desgraciadamente fallecería poco después, en un accidente de tráfico, en mayo del 68. Antes de irse se llevó todos los archivos del abad, que hubiesen desaparecido de no ser por Claire Corbu, su hija, que se casó con Antoine Captier, natural de RLC y nieto del campanero de Saunière que descubrió el mensaje del balaustre, los conservó y los prestó a todos los investigadores que se lo pidieron.
Así una gran cantidad de estos papeles fueron empleados por Gerard de Sède en su libro de 1967 “Le trésor maudit de RLC”, el primero importante sobre el tema.
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