LOS ORIGENES DEL CINE ITALIANO, PARTE 3. FRANCESCA BERTINI, LA PRIMERA DIVA
ByOskarele
El público italiano, que había hecho una de sus más apreciadas distracciones de este invento que llamamos “cine”, compartía sus predilecciones entre los filmes de gran presupuesto y realización complicada al estilo de las películas atribuibles al género del colosalismo y las películas de bajo presupuesto, casi siempre historias de amor más o menos románticas, que se desarrollaban en lo que se ha convenido en llamar el “gran mundo”.
Ambas tendencias fueron desarrolladas proverbialmente por Giuseppe Bartolo, dueño de la productora Caesar-Film, y por su estrella, Francesca Bertini, bellezón moreno, un poco altanera, de ambición sin límites, cualidades estas que hacían un efecto admirable cuando se trataba de imponerse y atraer a las multitudes en películas como “Tosca”, 1918, “La dama de las camelias”, 1915, “Fedora”, 1916, o “La principessa Giorgio”, 1915.
La Bertini nació en Florencia en 1892 y falleció en 1985. Parece ser que fue adoptada por una pareja de artistas, que le dieron el nombre de Elena Seracini Vitiello. Así no es de extrañar que comenzase a trabajar como actriz desde niña, principalmente en Nápoles, donde vivía con su familia. En 1904, a la edad de 16 años, se mudó a Roma, donde mejoró sus dotes actorales, especialmente en escenarios de teatro y trató de entrar en la floreciente industria del cine en Italia. Rápidamente ascenderá en esta industria, gracias a su belleza y a sus geniales dotes interpretativas. Así en 1915, con “Asunta Spina” ganó 175.000 dólares, lo cual fue un récord en su época...
Ella fue una de las primeras actrices de cine que apuntó al realismo, en vez del estereotipo dramático de moda en esa época. Fue un anticipo de los cánones neorrealistas. La clave de su éxito fue la expresión de sentimientos más genuinos. Realizaba con la misma soltura la lánguida heroína decadente y la mujer común más de pueblo.
Con Francesca Bertini surge el concepto de “diva” cinematográfica: una mujer elegante, sofisticada, grandilocuente, calculadora y devoradora de hombres, y, generalmente, en este país, morena. Además, casi siempre, serán las malas de las películas. Y ostentará el reino de las divas durante años, siendo la admiración y el ejemplo de las demás actrices italianas, desde Lydia Borelli, la más conmovedora y destacable, con obras maestras como “La dona nuda” (la mujer desnuda) o “La marcia nuziale”, o Hesperia, María Jacobini o Pina Menichelli, la primera mujer fatal del cine italiano.
Cada una de estas señoritas, con apoyos y cierta ayuda por parte de su físico, se convirtieron en estrellas mediáticas de su época. Llegaron a tener tanto poder, algunas, que los filmes que hacían eran encargos suyos, eligiendo argumentos, la realización e interviniendo en la explotación comercial de las películas. Esto, desgraciadamente, haría que la calidad cada vez fuese brillando más por su ausencia.
Bertini, la más grande diva del cine mudo italiano, entró también en el cine sonoro, pero el cine de su país había cambiado: estaban de moda las comedias de teléfono blanco y comenzó el periodo de crisis con la extrema censura del fascismo. Durante la Segunda Guerra Mundial el cine tuvo un verdadero impasse. Después de la guerra, una nueva generación de directores y actores jóvenes se hicieron cargo de la industria del cine en Italia.
Sin embargo, Bertini todavía era considerada como muy popular y una de las mejores actrices vivas.
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