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Sudáfrica era una nación con un fuerte conflicto racial y social cuando, en 1994, asume Nelson Mandela. Él fue el primer presidente de Sudáfrica en ser elegido por medios democráticos bajo sufragio universal.
Cabe recordar que durante buena parte del siglo XX, en Sudáfrica se desarrolló el Apartheid. Este era básicamente un sistema de segregación racial, que impusieron los dirigentes políticos de los coaligados Partido Nacionalista y Partido Afrikáans.
El Apartheid, instaurado con una ley del año 1950, deteminaba la separación en las ciudades de zonas de exclusividad para personas blancas. Bancos de plazas, playas, hospitales, escuelas y autobuses eran objeto de este terrible acto de discriminación.
Al asumir su presidencia se encuentra con una difícil tarea. La de pacificar y unificar un pueblo dividido en dos razas que se tenían mutuamente un profundo recelo. Una de las tantas estrategias que el presidente Mandela pone en marcha para revertir esto fue la de valerse del deporte como posible ámbito de comunicación entre estos grupos tan distanciados.
Fue así que Mandela tomó un posición de total apoyo al equipo nacional de Rugby -los Springboks- justamente cuando este participaba del Campeonato Mundial de 1995 que se realizaba en Sudáfrica. Esta decisión se basaba en el hecho de que el rugby era un deporte ”de blancos”, y -por ella- recibió no pocas críticas de sus propios seguidores. Es aquí donde el jugador Francois Pienaar -capitán del seleccionado- toma trascendencia en la historia de la unificación africana.
Pienaar, un hombre blanco que había sido criado en el desprecio a los negros, supo sin embrago superar estos prejuicios que le habían sido inculcados y accedió a colaborar con Mandela. El presidente le encomendó alcanzar una hazaña deportiva que -en aquel entonces- era impensada: ganar la Copa del Mundo. Mandela esperaba que así se elevaría la moral popular y se facilitaría la integración.
Deportivamente, los Springboks -con Pienaar como capitán y líder- realizaron una campaña excepcional y lograron alzarse con el campeonato mundial. Luego de la victoria, fue el mismo presidente Mandela luciendo una camiseta de los Springboks con el número de Pienaar, quien hizo entrega del trofeo.
Francois Pienaar pronunció entonces una frase que era el reflejo mismo de aquella idea que le había acercado a Nelson Mandela: el equipo había ganado el mundial, no sólo para los 60.000 aficionados en el estadio, sino para todos los 43.000.000 de sudafricanos.
De hecho, este retazo de la gestión de Mandela fue inmortalizado en la película Invictus.
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