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Por lo del imaginario colectivo, y por aquello de las leyendas míticas, queremos creer que las sirenas existen o han existido en realidad. Pero por desgracia, creo que este tema tendrá que seguir formando parte de esos sueños perpetuos de la humanidad. Todos hemos imaginado alguna vez a esas sirenas intentando engañar con sus cantos a los argonautas de la Odisea y como no, puestos a imaginar, el cine y la mitología se han encargado de que en esos sueños las sirenas sean unos seres de una belleza descomunal que salvan a los desvalidos marineros en el último momento para depositarlos con suavidad en las arenas de alguna playa desierta.
Los marineros de Colón aseguraban ver sirenas allí donde solo había manaties y el bestiario nórdico europeo, hacía lo mismo con morsas y mantas marinas.
Las sirenas, en griego antiguo ‘encadenado’, seguramente inspirado en el sánscrito Kimera, ‘quimera’, son seres fabulosos, originarios de la mitología griega y ampliamente extendidos en las narraciones fantásticas de la literatura occidental, cuya función y representación han variado con el tiempo.
Aunque en su forma original eran seres híbridos de mujer y ave, posteriormente la representación más común las describe como mujeres jóvenes con cola de pez. Es por ello que en muchas lenguas no latinas distinguen la sirena original clásica (inglés siren, alemán Sirene) de la sirena con cola de pez
En la mitología griega, las sirenas son una clase difusa que comprende varios seres que se distinguen por una voz musical y prodigiosamente atractiva. Las representaciones artísticas más antiguas de Grecia, que las muestran como aves con rostro o torso femenino, se deben probablemente a la asociación de las aves con el canto, así como al frecuente uso iconográfico de los seres alados para representar a los espíritus de los muertos. Muchas de las huellas gráficas más tempranas de las sirenas están en monumentos y ofrendas funerarias, se deduciría así su vínculo con el otro mundo y la muerte, un tema que hoy en día sigue siendo debatido por los expertos. En un principio, los griegos podrían haber visto a las sirenas como las encargadas de transportar las almas de los muertos al Hades.
En época preclásica comenzaron ya a identificarse con náyades, y su canción a describirse como un atractivo irresistible que llevaba a la perdición a los marinos. Distintos relatos las hacen descender de los dioses fluviales Aqueloo o Forcis, sea sin intervención femenina o con la de las musas Estérope, Melpómene o Terpsícore, relacionadas con el canto y con el baile. Su número es también impreciso, contándose entre dos y cinco. Los nombres registrados incluyen Agláope (la de bello rostro), Telxiepia (de palabras aclamantes) o Telxínoe (deleite del corazón), Pisínoe (la persuasiva), Parténope (aroma a doncella), Ligeia (empleado luego por Edgar Allan Poe para el célebre cuento homónimo sobre una mujer de mortal belleza), Leucosia (como un ser puro), Molpe (la musa), Radne (mejoramiento) y Teles (la perfecta).
Las historias de sirenas también son muy famosas en la península ibérica, hay una gran cantidad de relatos acerca de mujeres-pez que seducen a los marinos, aunque en otros, estas ninfas son totalmente benevolentes.
Es famosa en Cantabria la historia de La Sirenuca, una sirena que antes fue humana. Su madre, harta de que la desobedeciera para ir a los acantilados, gritó "Permita Dios que te vuelvas pez", y así la joven se transformó en la Sirenuca que, desde entonces, alerta con su canto a los marineros de que se acercan peligrosamente a los acantilados castrenses. Ésta es una de las pocas sirenas completamente buenas de la mitología europea.
En País Vasco son muy populares los seres mitológicos llamados Itsas-Lamiak, que en español significa Lamias del mar. También se les llama Arrainandereak (mujeres-pez). En lugar de piernas, o pies palmeados de pato como toda Lamia de las montañas vascas y navarras, poseen una larga cola de pez. Igual que las otras Lamias, las Itxaslamiak o Lamias del Mar peinan sus cabellos con peines de oro de los que dependen totalmente, así que todo aquél que quiera dominarlas puede robarles el peine, aunque eso las enfurece y estas sirenas pueden ahogarlos o traer mal tiempo a las costas si se enfadan. Sin embargo, no siempre son malas y a veces se enamoran apasionadamente de los marineros que rondan por las costas vascas.
En la mitología extremeña también hay sirenas, pero éstas viven en los ríos, de los que salen para ahogar a los hombres después de seducirlos con sus cantos. Se cree que hay una sirena que nada por las aguas del Tajo en Garrovillas, y otra que cada noche de San Blas, sale de la fuente de Luná en Usagre para atraer y ahogar a sus víctimas.
En la leyenda de Jasón y los Argonautas, los marineros encantados por la voz de las sirenas se salvaron del desastre gracias a la habilidad de Orfeo, que logró con su canto tapar la música de aquellas y distraer a los Argonautas que se hubieran encallado de otro modo en los sirenum scopuli donde estas habitaban. Derrotadas por la superior habilidad de Orfeo, las sirenas se transformaron en piedra, o en otras versiones se arrojaron al mar para morir.
En la Odisea, Ulises preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música.
Las sirenas aparecen también en algunos de los cuentos de Las mil y una noches.
Fuentes: La imagen es una pintura de John Collier.
Más información en http://es.wikipedia.org/wiki/Sirena
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