LA QUIMERA DEL ORO


Perpetrado por Oskarele

Fue una casualidad. El encuentro fortuito de unas pepitas de oro, un 24 de enero de 1848, en Sutter´s Mill, California, durante la construcción de un molino de harina, cambió la historia de los USA, al dar el paso definitivo hacia la colonización de este estado, al oeste del oeste. Se trata de una historia fascinante, en la que miles de personas dejaron sus casas y se marcharon a California en busca de una fortuna, que muy pocos encontraron.

Efectivamente, la movida comenzó una mañana del 24 de enero de 1848. Curiosamente pasó una semana antes de que, gracias al tratado Guadalupe-Hidalgo, los USA se anexionasen la por entonces California mexicana. En el rancho del general John Sutter (suizo y el mayor terrateniente de la zona), en Sutter’s Mill (exactamente en el poblado de Coloma), en las cercanías del Río Americano, se estaba construyendo un molino harinero. El encargado de la obra era un tal James W. Marshall, que aquella mañana fue a supervisar las excavaciones.

De pronto se fijo en un extraño reflejo de color. Algo brillaba bajo el agua.

Había descubierto oro.

Se fue echando hostias al despacho de Sutter.

Paradójicamente, éste acogió con escepticismo la noticia. Tuvo un mal presentimiento. Se pasó toda la noche pensando en aquel, a priori, excelente hallazgo. Temía que sus planes de crear un imperio agrícola se vinieran abajo si había una inmigración en masa en busca del oro. Y por la mañana decidió que aquello debía permanecer en silencio, al menos durante la construcción del molino.

Pero la cosa ya era imparable, pues los propios obreros enterados, fueron los primeros en dedicar más tiempo a buscar oro que a trabajar en la obra.



Encima los rumores se esparcieron rápidamente, y el 14 de mayo el periódico “The Californian” publicó la noticia. Samuel Brannan, el autor de la noticia, que tonto no era, montó inmediatamente una tienda de suministros para los cazafortunas que, sin duda, iban a llegar.

La locura se apoderó de todo el área circundante.

El molino de harina nunca se pudo terminar, pues todos sus obreros se piraron en busca de oro.

Y los buscadores se instalaron en sus tierras, sin que Sutter apenas pudiese hacer nada.

Además, lo peor estaba por venir.

La recientemente inaugurada autoridad estadounidense sobre la zona se vio desbordada ante la avalancha de buscavidas. Los primeros meses fueron caóticos. Salvajes, incluso. Eran los "Forty-niners" (por el año del boom, el 1849). Buscadores precarios, sin ansias por establecerse allí y con la sola idea de forrarse, y volver a sus tierras de origen. Todo era provisional: los campamentos, las construcciones… todo.

La alta concentración de oro en la arena de California ayudó a que inicialmente se necesitara una simple operación manual de muestreo y cribado en los ríos y corrientes de agua. Pero esto no se puede hacer a gran escala, aunque se curraron algunas maquias que lo hicieran mas agil. En las operaciones más complejas, los mineros desviaban ríos enteros hacia canales construidos a lo largo del río, para después excavar en el lecho del río, ahora expuesto.



Para finales de año la noticia había llegado a todo el país. El 5 de diciembre, el presidente James Polk confirmó el descubrimiento en un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos.

Aquel mismo día California dejaba de ser una provincia mexicana para convertirse en el estado 31 de la Unión.
Y comenzó la autentica fiebre del oro, cuando la noticia se extendió a otros países. Miles de ingleses, escoceses e irlandeses se marcharon en busca de fortuna. En Francia, tras la revolución y los sucesivos cambios dinásticos la cosa estaba chunga, y también se fueron miles para el oeste (en 1853 se habían establecido unos 28.000). Y no digamos de México, que estaba al lado y que hasta hace poco era dueña de que aquellas tierras. Y por último se sabe que más de 20.000 chinos se establecieron allí solo en el 1849.

Cada uno de estos grupos iba definiendo su propia comunidad, conservando y manteniendo sus propias culturas. Pronto estos asentamientos fueron necesitando más suministros, lo que llevó a la creación de toda una economía relacionada con estas poblaciones. Así se empezaron a desarrollar el transporte, la educación, los servicios médicos, el juego, los prostíbulos, la imprenta y, sobre todo, los bancos.

Fue una autentica locura incontrolable.

Pero todo tiene su fin.




La mayor parte del oro fácil de recoger ya había sido obtenida para mediados de los 50. Se cree que fueron extraídas 12 millones de onzas de oro, equivalentes a 370 toneladas, durante los primeros cinco años de la fiebre del oro. Esta cantidad de metal equivalía a 7,2 miles de millones de dólares, aprox. A partir de entonces, la extracción del mineral se empezó a controlar. Comenzaron a rechazar a los extranjeros, para quedarse con el poco oro que aún era fácilmente obtenible.

Antes de la fiebre del oro, California tenía cerca de 15.000 habitantes, sin contar a los nativos y la llegada de cientos de miles de inmigrantes en tan poco tiempo, tuvo consecuencias. Los costos humanos y ambientales fueron enormes. Los indios nativos de la región fueron víctimas de enfermedades, hambruna y ataques genocidas. Pasaron de unos 150.000 habitantes en 1845, a menos de 30 mil personas para 1870. Los índices de criminalidad durante la fiebre del oro fueron extremadamente altos. El medio ambiente sufrió un deterioro considerable, gracias a que la grava, tierra suelta y los químicos tóxicos empleados en la minería mataron animales y deterioraron hábitats.

Eso sí, hicieron famoso mundialmente a California. Y la hicieron grande. El primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos se inauguró en 1869, construcción financiada en parte con el oro de California. Se percibía como un lugar de nuevos comienzos y grandes oportunidades, donde el duro trabajo y un poco de suerte podían ser recompensados con enormes riquezas.

El historiador H. W. Brands hizo notar que, en los años posteriores a la fiebre del oro, el Sueño californiano se difundió por el resto del país, y formó parte integral del nuevo Sueño americano.



Entre los legados de la fiebre del oro de California se encuentra el lema del estado: Eureka, que en griego significa "lo encontré", además de que el escudo del estado consiste en una imagen alegórica de la fiebre del oro.

El sobrenombre de California es The Golden State, o "El estado dorado".

Y además, décadas después, a principios del siglo XX, otra fiebre afectaría de nuevo a este estado norteamericano.

La fiebre del Cine.


Mas info y fuentes aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Fiebre_del_Oro_de_California, aquí: http://www.sfmuseum.org/hist/chron1.html, aquí: http://www.pbs.org/wgbh/amex/goldrush/#anchor261419

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