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La Rafflesia Arnoldi puede llegar a pesar siete kilos, y uno solo de sus pétalos mide cerca de un metro. Es un impresionante prodigio de la naturaleza que, a pesar de sus sobradas dimensiones, no se encuentra fácilmente. Su periodo de floración se reduce a cuatro días, y su estado de eclosión a sólo veinticuatro horas. Por eso, esta gigante se convierte en un raro y esquivo tesoro.
Las primeras crónicas que dan fe de la existencia de esta flor datan de 1881 y pertenecen al cuaderno de viaje del explorador británico Sir Stamford Raffíes y su acompañante, el naturista Joseph Arnold. Los dos científicos no hicieron más que dar sus apellidos a la nueva planta, ya que su origen y clasificación continuó siendo un secreto hasta 1901. En aquel año, varios botánicos pudieron certificar más de cincuenta especies pertenecientes a los nueve géneros conocidos de la familia de las raflesiáceas, que se repartían por diferentes zonas tropicales y mediterráneas de todo el mundo.
La gestación de una Rafflesia Arnoldi dura nueve meses; todo un parto humano para dar a luz una belleza que sólo vivirá una semana. La planta nace en las raíces de otros árboles o lianas y, como un parásito, de ellas extrae la clorofila necesaria para su desarrollo. De otro modo, la Rafflesia no existiría, ya que carece de raíz y su aparato vegetativo es muy primario.
A pesar de su fama de “ladrona”, los habitantes de Malasia y Borneo la consideran un talismán que representa la fertilidad y la longevidad.
No está como para regalar una docena para el aniversario de bodas…pesadito el paquete.
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