LA ALHAMBRA. LA ROJA.

Perpetrado por Oskarele

Tras la derrota de los Almohades en la famosa batalla de Navas de Tolosa, en 1212, la conquista de toda la Península Ibérica por los cristianos es casi un hecho. La antigua Al-Ándalus quedó reducida a una mínima expresión de lo que era. En el 1232 los musulmanes de Arjona, provincia de Jaén, proclaman sultán a Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr ibn al-Ahmar, quien da nombre a la nueva dinastía: nasrí o nazarí. Surge así lo que pasó a conocerse como Reino Nazarí, tras la conquista de este Muhammad I de Granada en el 1237, de Almería al año siguiente y de Málaga algo después. 

En 1246 los cristianos toman Jaén, y el rey nazarí se ve obligado a reconocerse vasallo de los reyes de la Corona de Castilla. El sultanato estaría configurado, aproximadamente, por las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga. Y durarían hasta la conquista definitiva de Granada por los Reyes Católicos en 1492.

En estas tres provincias se desarrollará un interesantísimo arte conocido como Arte Nazarí, el broche final del arte hispanomusulmán, con una clara vocación por lo decorativo y por la creación de paisajes en torno a sus construcciones, con jardines llenos de afluentes y canales. Eso sí, siempre como muestra del poder religioso y político del monarca. Por otro lado, la arquitectura destaca por la pobreza de sus materiales, en clara contradicción con lo elaboradísimo de sus decoraciones.

El máximo exponente de este arte es la obra que nos trata. La Alhambra, una ciudad palaciega, una medina, y monumental compuesta por tres sectores: la alcazaba defensiva, los palacios reales y una ciudad palatina donde vivía la corte.

Etimológicamente, Alhambra en árabe es "al-Ħamrā " (la Roja, اَلْحَمْرَاء), procedente del nombre completo "al-Qal'a al-hamra" (Fortaleza roja). 


La Alhambra no fue construida de golpe, sino que se fue ampliando y reformando a lo largo de este periodo, comenzando con el propio Muhammad I, que realizó la acequia real, la alcazaba y el recinto fortificado, continuado por el II, que construyó el Generalife o Yusuf I, que fue el que más amplió, y que construyó la torre de Cadí y la de la Cautiva, el torreón de Comares y la puerta de la Justicia y la de las Armas.

La alcazaba constituía la zona militar, centro de la defensa y vigilancia del recinto y con ello fue la parte de construcción más antigua de la Alhambra. Las primeras son del siglo XI, ampliándose las mismas al convertirse Granada en capital de uno de los reinos de Taifas. Los elementos principales son: la Terraza de la Torre del Cubo, la Plaza de Armas, la famosa Torre de la Vela, que constituía la torre de defensa más grande del conjunto militar, ya que por su altura domina toda la vega granadina y La Torre del Homenaje. 



Luego están los palacios nazaríes, el conjunto formado por el Palacio de Comares y el Palacio de los Leones. Fueron levantados después de la Alcazaba y de la construcción del Generalife, hacia el primer tercio del siglo XIV. Era la sede administrativa y política del Reino Nazarí de Granada. Estas estancias destacan por su riquísima ornamentación y decoración, así como por sus bellísimo patios y fuentes.

Destacan, sobre todo, el Patio de los Arroyanes o de Comares, al lado de la famosa Torre de Comares, que contiene el bellísimo salón de Comares. Y luego, en el Palacio de los Leones destaca la Sala de los mocárabes y el Patio de los Leones, que contiene la famosísima y deteriorada Fuente de los Leones, que tiene diversas significaciones o simbologías. Por una parte los doce leones tienen una simbolización astrológica, cada león alude a un signo zodiacal. Por otra, tiene una significación política o mayestática que está relacionada con el rey Salomón (el rey arquitecto) puesto que hay una inscripción en la fuente referida a este. Por última y la más importante, alude a un símbolo paradisíaco refiriéndose así a la fuente, originaria de la vida y los 4 ríos del Paraíso.




En el Palacio de los Leones destacan además dos estancias geniales: la Sala de los Abencerrajes, que fue la alcoba del sultán y que destaca por su extraordinaria decoración, y la Sala de los Reyes.

Por otro lado tenemos el Generalife, situado fuera de las murallas de la Alhambra. Se trata de una villa con unos hermosísimos jardines empleada por los diferentes reyes musulmanes de Granada. Está compuesto por diferentes patios y zonas ajardinadas, como el Patio de la Acequia, que da acceso a la conocida Sala Regia, o el Patio del Ciprés de la Sultana, protagonista de misterios en la tradición granadina, y en el que la leyenda narrada por Ginés Pérez de Hita, sitúa los encuentros de la esposa de Boabdil con un caballero, miembro del clan de los Abencerrajes, pariente del sultán. O los conocidos como Jardines Altos del Palacio, a los que se accede a través de la famosa Escalera del Agua, ingenioso artificio al servicio del disfrute de los sentidos. 


Y finalmente, dentro del conjunto arquitectónico formado por la Alhambra-Generalife, hay que destacar una obra mandada a construir por el monarca español Carlos I (emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V), tras casarse con Isabel de Portugal en 1526, que tenia la intención de dotarse de una residencia estable a la medida de un emperador. 


El proyecto fue asignado a Pedro Machuca, figura extraordinaria que la Historia no ha sido capaz de explicar con solvencia. En una España en la que el estilo imperante era el plateresco, y que no se había despegado totalmente del gótico, Machuca construyó un palacio que corresponde estilísticamente al manierismo, estilo que estaba dando sus primeros pasos en Italia. Aun aceptando las versiones que sitúan a Machuca en los talleres de Miguel Ángel, cuando comienzan las obras del Palacio en 1527 éste no había realizado todavía lo más representativo de su producción arquitectónica.

El edificio se implantó en el corazón de la Alhambra musulmana, en un extremo del Patio de los Arrayanes y para su construcción fue preciso derribar un pabellón opuesto a la torre de Comares. Este hecho, que ha sido objeto de crítica y polémica, hay que entenderlo en el contexto de su época: El Palacio de Carlos I no significó tanto la destrucción de parte de la Alhambra como la garantía de supervivencia del resto. En unos tiempos en que lo más habitual era la destrucción total de palacios y templos de los pueblos sometidos, la sensibilidad de los reyes cristianos ante la belleza incontestable de la Alhambra supuso la necesidad de disfrutarla desde dentro y, por ende, de conservarla.

Aunque finalmente llegó el olvido... pero esa es otra historia.

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