ED KEMPER. EL GIGANTE ASESINO.

Perpetrado por Oskarele

Y llegamos al tercero del trió de asesinos que a principio de los setenta aterrorizaron la ciudad de Santa Cruz, California, hasta el punto de ser conocida en aquella época como “la capital mundial del crimen” (por cierto, en la película “Jóvenes Ocultos”, de 1987, se hace una clara referencia a esta ciudad, aunque en la peli se llama Santa Carla, pero también se le conoce como “la capital…”). Se trata de Edmund Emil Kemper III y forma junto a Herbert Mullin y John Linley Frazier, de los que ya hemos hablado, el trió de asesinos que comentaba.

Eso sí, este tipo era muy diferente de los otros asesinos de Santa Cruz. Era más grande, físicamente hablando, pues pasaba de los dos metros y pesaba 130 kilos. Pero además, a diferencia de los otros dos, psicóticos diagnosticados y declarados, este no tenía ningún trastorno mental que dañase su conciencia y poseía un cociente intelectual de 136. Distinguía, en definitiva, el bien y el mal y ni escuchaba voces ni hablaba con Dios. 
Pero desde pequeño manifestó un comportamiento claramente sociopatológico.

Él mismo narró como tuvo una infancia difícil, con una madre tiránica (le obligaba a dormir en el sótano para que no tuviese contacto con sus hermanas) que se casó con varios hombres sucesivamente, con estancias en casa de sus abuelos maternos tras cada divorcio, problemas con los padrastos… y una serie de “aficiones” terribles y macabras que hacían previsualizar el futuro de este cabronazo: torturaba y mataba animales, representaba rituales sexuales bizarros con las muñecas de sus hermanas… todo esto acrecentado por un añadido: su enorme tamaño, que lo hacía diferente y que le acomplejó siempre.

Así que cuando contaba 16 primaveras, el 27 de agosto de 1964, durante una de aquellas estancias en casa de sus abuelos, asesinó a su abuela (que, parece ser, le puteaba aun mas que su madre) y a su abuelo. Justo después llamó a su madre y le contó la movida.

Las declaraciones que dio a la pasma dejan claro el perfil de este inhumano: él "sólo quería ver qué se sentía al asesinar a su abuela" y mató a su abuelo porqué sabía que se enfadaría por haber matado previamente a la abuela.
Fue internado en el Psiquiátrico Estatal de Atascadero, donde pasó cuatro años y donde, curiosamente, se hizo amigo de su psicólogo y se convirtió en su asistente. Gracias a su inteligencia impresionó a su médico y consiguió el alta, volviéndose a vivir con su madre, al dichoso pueblo de Santa Cruz.

Aparentemente reinsertado, en 1971 entra a currar en el Departamento de Autopistas Californiano. Esto le daría un gran conocimiento de la red viaria que, unido a la afición por el autostop en aquella época hippie y a una dura discusión que tuvo con su madre, hizo que empezase de nuevo a matar.

Así entre mayo de 1972 y febrero de 1973, asesinó a seis colegialas autoestopistas recogidas por él en los alrededores de la universidad de California, donde trabajaba su madre. Todas fueron raptadas y asesinadas de formas diferentes. Luego se las llevaba a su casa, las decapitaba y les cortaba las manos, para, por ultimo violarlas. Luego descuartizaba el cuerpo y tiraba los restos por los acantilados.
Siempre mataba tras discutir con su madre.

Hasta que el 30 de abril de 1973, Kemper asesinó a su madre de un martillazo mientras dormía. Luego la decapitó, usando durante un rato la cabeza como diana para tirar dardos y para tener sexo. En su declaración, Kemper dijo que "eso parecía apropiado, tanto como ella me maldijo, gritó y chilló por muchos años".

Aun no tuvo bastante. Al día siguiente el monstruo llamó a una amiga de su madre, la invitó a casa y la estranguló.
Un día después se fue en coche hacia el este y, desilusionado ante la ausencia de la noticia de los crímenes en la radio, decidió entregarse a la policía, confesando los crímenes desde una cabina de teléfonos. Les confesó qué había hecho y donde podía encontrarle, además de reconocer su necrofilia y canibalismo.

Durante el juicio se le intentó defender con el argumento de la locura. Pero se determinó que estaba cuerdo cuando cometió los crímenes. Su abogado defensor, James Jackson, curiosamente, fue también el que defendió a Herbert Mullin y John Linley Frazier. El fiscal acusador de Santa Cruz fue también el mismo en todos los casos, Peter Chang, aquel que llamó a su condado como “la capital criminal del mundo”… y no me extraña.

Fue hallado culpable y condenado a cadena perpetua por ocho asesinatos (no fue condenado a muerte porque en aquel momento estaba suspendida en California).
“Soy americano; mate chicas americanas. Soy un ser humano y maté seres humanos. Y lo hice en mi sociedad”… dijo el tipo…

Curiosamente, y por último, en prisión Ed Kemper pasó a ocupar una celda junto a Herbert Mullin. Este ultimo detestaba al otro porque, como afirmaba el gigante asesino, "había matado sin tener unas buenas razones para ello”. Aborrecía, además, las canciones que entonaba.
Kemper lo molestaba constantemente, aunque a veces le regalaba dulces.

Putos psicópatas.

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