ED GEIN.

Perpetrado por Oskarele

Uno de los casos más terribles e impactantes de este escabroso tema de los psychokillers es el de un granjero de Wisconsin, EEUU, que impactó de manera brutal la conciencia colectiva americana en los años 50, y no por el numero de sus víctimas, que no fue demasiado elevado comparándolo con otros asesinos en serie, sino por lo que encontró la policía en su casa y el análisis psicológico posterior a su detención. Se trata de Ed Gein, también conocido con el torerísimo apodo de “El carnicero de Plainfield”.

8 de diciembre de 1954. En un bar de Plainfiel, Wisconsin, llamado “La taberna de los Hogan”, un cliente encuentra un enorme charco de sangre. La dueña del local, Mary Hogan, no está. Había desaparecido. Sin señales de que haya pasado algo violento. Sin señales de robo de ningun tipo. Pero sí indicios de que alguien había arrastrado un cuerpo dejando un reguero de sangre desde el charco hasta la calle. Todo indicaba el homicidio de Mary, pero esta no aparece.

3 años después. 16 de noviembre de 1957. Se repite la historia. Bernice Worden, propietaria de una ferretería en el pueblo, desaparece, y se encuentra en la tienda un enorme charco de sangre. La policía, rauda y veloz, investiga los últimos clientes y resulta que la ultima venta anotada en el libro de contabilidad había sido a un tipo raro del pueblo, un hombre pequeño y tímido que vivía en una granja a pocos kilómetros de allí.

Su nombre era Ed Gein.

Cuando la policía va en su busca descubren un espectáculo terrible y dantesco en su granja: encuentran el cuerpo decapitado de Bernice Worden en el cobertizo de Gein, colgada boca abajo por las muñecas y los tobillos, abierta en canal y destripada. Pero esto es solo el principio: aquella era la casa de una mente enferma, llena de basura, desperdicios, ropas viejas, herramientas oxidadas y montones de revisas y libros, pero también cosas perturbadoras, como un fregadero lleno de arena o una dentadura postiza sobre un mantel… y mezclado con todo esto cráneos humanos, unos cortados transversalmente y usados como cuencos, otros intactos, con su pelo y su piel incluidos, junto con un sinfín de restos humanos más… una silla de cocina forrada con piel humana, un chaleco hecho con piel curtida de un torso femenino, que incluía los dos pechos (prenda con la que, según confesó posteriormente Gein, solía vestirse y pasear por la casa), cabezas reducidas, vaginas curtidas, un collar hecho con pezones… y en el cubo de la basura de la cocina encuentran la cabeza de Bernice. 





Sin embargo, la investigación posterior desveló que en realidad solo había matado a estas dos mujeres. El resto de restos humanos pertenecían a trece cadáveres de Ed había robado del cementerio local.

Lógicamente la investigación policial se centró en averiguar quién era en realidad aquel monstruo.

Se llamaba en realidad Edward Theodore Gein y había nacido el 27 de agosto de 1906 en La Crosse, otra localidad de Wisconsin. Tenía un hermano mayor, Henry. Y una familia rota desde que nació, pues su padre era un borracho violento y la madre sufría un calvario. Aun así no se divorció por sus fuertes creencias cristianas. Poco tiempo después de nacer se compraron una granja en las afueras de la pequeña ciudad de Plainfield, Wisconsin, que a su vez, se convirtió en sede permanente de la familia Gein. Augusta, la madre de Ed, quería vivir apartada del pueblo para evitar que terceras personas influyesen en la mente de sus dos hijos, que solo fueran de la casa a la escuela y de la escuela a la casa. Y esto se debía a que, dentro de sus extremistas concepciones religiosas, quería apartar a sus hijos de la que consideraba innata inmoralidad del mundo. Consideraba que todas las mujeres eran putas y que estas, junto con el alcohol, eran los instrumentos favoritos del diablo. En definitiva, no pudieron tener ni amigos. 




Imagínense. Problemas en el colegio donde por su timidez y su cierto amaneramiento, era objeto de burlas, pero donde también atemorizaba y preocupaba a profesores y compañeros por sus violentos ataques de risa espontáneos, o por sus largas horas sin hablar. Aun así no tenia malas notas. Pero no era suficiente para la madre que lo veía como un fracasado. Como su padre.

Tras el colegio los dos hermanos comenzaron a hacer pequeños trabajos y chapuzas para ayudar en los gastos de la casa, sobre todo tras el fallecimiento del padre de un ataque al corazón. Curiosamente ambos fueron considerados confiables y honestos por sus vecinos. Tanto que Ed, incluso, trabajo cuidando a los hijos de algunos de ellos. Es más, parecía relacionarse más fácilmente con los niños que los adultos.

Pero conforme fueron creciendo, el hermano mayor, Henry, se fue alejando y rebelando contra la visión del mundo materna. Y preocupado por la influencia que tenía su madre sobre Ed, discutieron más de una vez, acabando siempre la cosa en una brutal paliza de la madre… a ambos.

Según contó el propio Ed, en mayo de 1944, su hermano decidió meterle fuego a unas basuras acumuladas en la propiedad. Dijo que en un momento dado se separaron, y que lo perdió de vista. Finalmente, llamó a la policía y el joven Henry Gein fue encontrado muerto… pero, curiosamente, el terreno donde fue encontrado no tenia restos del incendio y el cadáver presentaba fuertes golpes en la cabeza. Aun así, el forense dictaminó muerte natural provocada por asfixia. No se presentaron cargos contra Ed, a pesar de lo dudoso de las circunstancias.

Ahora solo quedaban Ed y su madre.

Pero esta murió solo un año después, el 29 de diciembre de 1945, tras una serie de derrames cerebrales.

Gein quedó devastado.

Permaneció en la finca. Eso si, dejando la habitación de su madre intacta, así como la sala de estar y el salón, las habitaciones que utilizaba su madre. Vivió en una pequeña habitación junto a la cocina.

Desde entonces entró en una espiral de aislamiento y locura que llevó a los terribles crímenes con los que empezábamos. 

Un particular aquelarre solitario de fetichismo, travestismo, necrofilia y canibalismo.




¿Provocado por qué?

Pues por dos cosas, sobre todo. Por un lado la edípica relación con su madre, fundamentalista religiosa fanática y posesiva. Por otro una severa esquizofrenia. Ambas cosas, junto con una serie de fijaciones infantiles (su afición por la caza, el rechazo a las mujeres por un lado, y su deseo confesado a cambiarse de sexo, por otro), y la tremenda soledad en que la que vivió desde que murió su madre, convirtieron a este granjero en un monstruo extremo.

Un ejemplo radical de lo que una mente enferma es capaz de hacer.

Gein fue declarado culpable pero exento de pena por ser un enfermo mental. Fue recluido en un psiquiátrico de por vida, hasta que palmó en 1984. Fue un paciente ejemplar.

Como curiosidad decir que el caso se hizo tan popular que la policía tuvo que precintar la casa de Gein, por miedo a que se convirtiese en un santuario para chalados. Finalmente alguien la acabó quemando a finales de los 50. Lo que no pudieron evitar es que un tipo llamado Bunny Gibbons, en 1958, comprase por 770 pavos el Ford del 49 de Gein y lo exhibiese como atracción cobrando 25 centavos la entrada. Más de dos mil personas pasaron a ver el coche en dos días, hasta que las autoridades lo prohibieron.

El ingenio popular creó, incluso, macabros chistes sobre Gein: “¿Por qué Eddie ponía tan fuerte la calefacción en su casa? Para que a los muebles no se les pusiera la carne de gallina”? (humor como exorcismo???)

El caso de Gein inspiró, por cierto, varias películas, como “Psicosis”, de Hitchcock (Norman Bates y su enfermiza relación con su madre), “El silencio de los corderos”, de Jonathan Demme, o “La matanza de Texas”, de Tober Hooper.

Por cierto, en la actualidad sus restos reposan en el cementerio de Plainfield, Wisconsin, junto a los de su madre…

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