DEL PLACER A LA ADICCION. ALCOHOL.
Como todas las sustancias que producen adicción, el alcohol causa euforia al actuar sobre el centro de placer y recompensa el Sistema Nervioso Central, al incrementar la liberación de dopamina. No se conocen totalmente los mecanismos responsables de esto, aunque parece que estimula la vía dopaminérgica indirectamente mediante su acción sobre distintos Sistemas de Neurotransmisión.
Por otro lado, la tolerancia que genera el alcohol surge de la necesidad de beber cada vez más cantidad para conseguir el efecto buscado. Esta tolerancia indica que ya se han producido cambios en el cerebro -neuroadaptación-.
La dependencia física genera el Síndrome de Abstinencia al suspender o disminuir bruscamente la ingesta de alcohol, y sus principales signos están relacionados con un efecto de sobreestimulación del Sistema Nervioso Central (temblor, alteraciones de la percepción, crisis convulsivas, delirium tremens).
El nivel de concentración en sangre y sus efectos dependen de varios factores. La borrachera es más rápida si se bebe con el estómago vacío, si el etanol tiene más grados, o si el alcohol contiene gas u otras bebidas carbónicas. Por supuesto, también si se mezcla con fármacos o sedantes. En el caso de los conductores, los efectos más peligrosos son los que afectan al rendimiento psicomotor, la visión, el oído y alteran el comportamiento.
El alcohol deteriora la capacidad de conducir vehículos de forma directamente proporcional a su concentración en sangre, de forma que el deterioro ocasionado por tasas de alcoholemias más elevadas incrementa sensiblemente la susceptibilidad a sufrir un accidente y las lesiones asociadas, en especial incapacidades permanentes.
La borrachera tiene sus fases. Al principio la intoxicación actúa sobre los sistemas inhibidores de la formación reticular, causando un efecto estimulante. Se producen cambios conductuales desadaptativos, disminuye la capacidad de autocontrol, atención y juicio, y aunque hablamos con más fluidez, farfullamos. Esta fase provoca bienestar. Posteriormente, aparecen efectos sedantes, que reducen la capacidad asociativa y de rendimiento. Se sufre torpeza motora, descoordinación, dificultad para hablar (ataxia) y genera pérdida de reflejos y equilibrio, llegando incluso a la amnesia de los acontecimientos. Esta fase también puede provocar vasodilatación cutánea, aumento de la pérdida calórica, de la secreción salivar y gástrica y de la diuresis. En los casos más graves, la intoxicación puede provocar la pérdida de conciencia, el coma o incluso a la muerte.
El alcohol es una molécula muy hidrosoluble que se distribuye por los tejidos siguiendo el espacio del agua corporal. Por lo tanto, la corriente sanguínea lleva el etanol rápidamente a través del cuerpo. El resultado es que su concentración en la mayoría de órganos y tejidos bien irrigados es similar a la de la sangre. Pero no se difunde bien en la grasa. Esto hace que afecte más a las mujeres, ya que su grasa subcutánea es mayor que la de los hombres y su volumen de sangre menor.
De igual modo, se metaboliza -se convierte en otra sustancia- principalmente por el hígado, y en menor grado por el riñón o pulmón, entre un 2% y un 10%- . Lo hace a un ritmo en torno a 0.1-0.3 g/l sangre/hora, dependiendo del peso corporal, otro factor en detrimento de las mujeres.
Asimismo, en este proceso intervienen tres encimas. La Alcohol Deshidrogenasa (ADH) es la más activa en las personas no alcohólicas. El nivel de actividad de ADH en las mujeres es más bajo que en los hombres, lo que contribuye a que tengan valores más altos de alcoholemia. Las otras dos encimas, cuyos efectos a largo plazo derivan en lesiones en el hígado, pueden provocan el llamado hígado graso. También puede llevar a una cirrosis en los bebedores crónicos, independientemente del sexo.
Hay pocas sustancias cuyos efectos se hayan estudiado tanto como los del alcohol y sobre las que se hayan establecido tantos mecanismos de control. Lo conocemos casi todo, lo bueno y lo malo. Sabemos medir sus consecuencias, a corto, a medio y a largo plazo. Existe un amplio consenso científico sobre cómo actúa y qué enfermedades origina. Incluso hay un amplio consenso social. Hasta se ha cuantificado el coste económico sanitario que causa su abuso.
Pues a pesar de tantos consensos, se hace buena la frase de “una persona, una opinión”.
Cada país cuenta con su propia legislación al respecto y jamás ha llegado a la ONU una propuesta para armonizar la legislación, tan sólo tímidas recomendaciones a través de la UNESCO.
Ya se sabe... somos iguales pero tan diferentes.
Fuentes: http://www.fronterad.com/?q=alcohol&page=0%2C2
http://es.wikipedia.org/wiki/Alcoholismo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario