VIERNES.

(B)

Créanme, lo pensaba esta tarde mientras el sol se alejaba tras el horizonte hacia otras tierras que me encantaría visitar antes de que me cesen como testigo de tantas y tantas maravillas: nos sobran motivos para sentirnos felices, y necesitamos muy poco para serlo.

Cualquier multimillonario en su lecho de muerte, daría toda su fortuna por vivir un día más. Nosotros estamos vivos. Poseemos la mayor fortuna posible, y en ocasiones la despilfarramos con euforias y melancolías que nos ciegan por igual la conciencia y el entendimiento.

El manuscrito del poemario de una gran amiga, un pan, dos tomates, una botella de agua, el mar, el sol, y alguna gaviota sobrevolando mi rincón a la sombra en la playa, es cuanto he necesitado para vivir una jornada inolvidable, plena. Es así de sencillo, pero lo complicamos innecesariamente, yo el primero. Lo he escrito y leído muchas veces, aunque me falta practicarlo más, todo lo bueno e imprescindible en esta vida es muy barato o gratis. Lo caro es lo superfluo, el oropel, el lujo, la vanidad. Lo único valioso son la salud y el tiempo, lo demás viene solo, y cuando se va, vuelve.

No se trata de convertirse en ermitaño, sino de no hacerles el juego a quienes se empeñan a diario en convencer al prójimo de que cuanto más tiene más vale. Una cosa es darse un capricho de vez en cuando, y otra vivir obsesionado con ello. No hace mucho, una buena señora me decía: “No sé por qué piensa usted tanto, ¡con lo que cansa pensar!”. Quizá sea esa una de las claves.

Pues bien, en una horas, he pensado, imaginado, soñado, admirado y sentido, un motón de cosas, sin tener que pagar un euro, y les aseguro que no estoy cansado sino feliz. Con una de las gaviotas compartí un poco de pan. No se acercaba mucho, no son tan confiadas ni sociables como las palomas, pero me hizo compañía durante un rato, y obtuvo su recompensa. Al verla remontar el vuelo, cerré los ojos, y por un instante fui capaz de ver lo que ella veía desde las alturas. Porque desde el más diminuto de los seres hasta la enorme ballena azul, estamos hechos de lo mismo, y nosotros tenemos el don y el privilegio de poder ponernos en el lugar de los otros seres, y ser cualquiera de ellos.

Buen día, y para afrontar con ciertas garantías el viernes, permítanse el impagable lujo de volar como un águila o una gaviota, o nadar como un delfín, que es otra forma de soñar.

Tomás Delgado Arbelo. (Un amigo de Facebook a quien leo habitualmente)

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