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Alejandro Dumas vivió entre 1802 y 1870, y además de haber escrito obras memorables, que siempre agradeceremos, como Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo, El tulipán negro o El vizconde de Bragelonne, era un caballero que no se privaba de lujos, de mujeres ni de apuestas riesgosas. Además de pasar por varias bancarrotas debidas a proyectos imposibles, la justicia lo condenó a pagar 145 mil francos de su época a Auguste Macquet, uno de sus "negros" (autores que colaboraban con él en forma anónima). Aún así, Dumas creía en el honor y sostuvo que "El mundo es un salón del que es preciso salir cortés y honrosamente, es decir, saludando y pagando las deudas".
Hay, por lo menos, cuatro tipos de deudas. Económicas, afectivas, políticas y morales. Si uno sigue la máxima de Dumas, pagará las económicas con dinero o con trabajo, las afectivas con actos de amor (digo actos y no palabras), las políticas con reconocimiento de la deuda e implementación de políticas que prioricen el bien común, y las morales…
¿Cómo pagar una deuda económica? Las deudas económicas son aquellas en las que se debe dinero; en las afectivas se deben presencia, cariño y amor; en las políticas se debe el cumplimiento de compromisos, proyectos y programas, y en las morales… ¿qué se debe en una deuda moral?
Las deudas morales nacen con el olvido de valores esenciales para la convivencia humana, con el desprecio por la alteridad. Cuando nuestros intereses personales, grupales o corporativos se imponen por encima de aquellos que son vitales para la comunidad que integramos, y no sólo despreciamos los intereses de los otros y el bien común, sino que además transformamos a nuestros semejantes en simples instrumentos de nuestras prioridades, empezamos a contraer una deuda moral.
Hay deuda moral en donde existe el clientelismo político, pues con ese clientelismo se convierte a seres humanos en simples peldaños para escalar hacia el poder personal o grupal. Hay deuda moral cuando se usan en beneficio particular instituciones, organizaciones y estamentos que fueron creados con objetivos sociales y comunitarios. Hay deuda moral cuando empecinamientos y resentimientos personales condenan a grandes sectores de un cuerpo común, como es el país, a la pérdida de bienes, terrenos, maquinarias, proyectos y empleos, desoyendo todo tipo de argumentos razonables, sensatos y fundamentados en amplios consensos.
Hay deuda moral cuando quienes tienen el poder (o son cortesanos del poder) enriquecen inexplicablemente mientras sectores crecientes de esa misma sociedad entran en la oscura noche de la pobreza o, peor, la indigencia. Hay deuda moral cuando se falsean datos esenciales de la realidad económica y social (datos cuya falsedad impedirá la tarea de futuros historiadores) y se pretende hacer creer a quienes cada vez viven peor que, en realidad, viven mejor, que lo caro es barato, que el frío es calor, que la oscuridad es luz y que las derrotas son victorias. Hay deuda moral cuando se manipula la salud de una sociedad entera disparando información imposible de verificar, cuando se la sume en la paranoia por carencia de políticas sanitarias o manejo negligente de las mismas, o cuando se anteponen urgencias electorales a prioridades de salud colectivas.
Hay deuda moral en donde se hace uso discrecional de la justicia como si ésta fuera una herramienta del poder y sus actores, los empleados. Hay deuda moral cuando los mecanismos e instituciones sabiamente creados para garantizar el funcionamiento republicano de la sociedad (es decir para armonizar la diversidad, respetándola y orientándola hacia una visión compartida) son olvidados, negados, burlados reiteradamente.
Hay deuda moral cuando los dineros y recursos, que son de toda la sociedad y que se producen con el esfuerzo individual y aunado de sus integrantes, son usados a espaldas de ésta con criterio de castigo o recompensa. Hay deuda moral cuando se fomenta la anomia social premiando o ignorando a quienes quiebran normas básicas de convivencia, cuando se minimiza el estado de riesgo creciente en el que vive la sociedad (por causa de violencia individual, violencia colectiva, violencia doméstica, producción y tráfico de drogas, ausencia de políticas sanitarias preventivas) y cuando, además, hay funcionarios que se burlan de esos riesgos considerándolos meras "sensaciones".
Hay deuda moral cuando la educación no forma parte de ningún proyecto de país en las propuestas de quienes gobiernan. Hay deuda moral cuando se tiene tiempo para involucrarse sin necesidad en cuestiones de otros países (ya atendidas por quien corresponde) mientras se postergan ad infinitum temas, necesidades y prioridades nacionales. Hay deuda moral cuando la misma agenda que no tiene espacio para recibir a sectores representativos de la vida nacional siempre encuentra el hueco y la foto para el frívolo personaje de tapa que hace una parada técnica en el país. Hay deuda moral cuando se miente (o al menos se omite decir la verdad) sobre candidaturas electorales que se saben simuladas desde el principio y que se proponen no con el fin de beneficiar al ciudadano, sino para valerse de él.
En un poderoso ensayo titulado El acoso moral, la psiquiatra y terapeuta familiar francesa Marie France Hirigoyen describe la conducta de quienes manipulan y deforman la comunicación de los hechos con el fin de utilizar al otro. Esto puede ocurrir en la pareja, en la familia, en la empresa y en la sociedad. "Arrojar confusión sobre las comunicaciones reales, dice, es esencial para lograr que la víctima se vuelva impotente". Hirigoyen llama "perversos" a los mecanismos de manipulación y utilización del otro. Todos tenemos esos mecanismos, señala, pero la mayoría de nosotros los usa en función defensiva extrema, no en busca de obtener poder. Estos mecanismos devienen en acoso moral cuando se basan, según la psiquiatra, en los siguientes factores: una idea grandiosa de la propia importancia; fantasías de éxito y poder ilimitado; necesidad de ser admirado; creencia de que se le debe todo; carencia de empatía.
La deuda moral nace en la ausencia de empatía, de registro del otro. Todos los valores sobre los que se funda una convivencia posible (honestidad, colaboración, generosidad, confianza, responsabilidad, sinceridad, cooperación, empatía, amor) sólo son concebibles en tanto haya reconocimiento, consideración y respeto por el otro (así el otro sea uno o millones).
Si es negado en términos de igualdad y equidad, si el otro existe sólo en la medida en que me sirve, no hay la posibilidad de convivir con valores. No hay cimientos éticos. Y habrá, por cada acto en que el otro sea ignorado, una deuda moral.
¿Cómo se paga una deuda moral, entonces? No creo que Alejandro Dumas tuviera la respuesta. Acaso se trate de renovar contratos morales. Y de ver con quiénes los firmamos. Porque, quizá, no todas las deudas se pueden saldar.
Fuente: La Nación.
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