EL HOMBRE DEL TIEMPO, PARTE 1. EN LA TROPOSFERA



Cada uno que dé gracias a su Dios por crear la atmosfera. Básicamente, nos mantiene calientes. Sin ella la Tierra seria una bola de hielo sin vida, con unos refrescantes 50 grados bajo cero de media. Pero además absorbe o desvía los terribles rayos cósmicos que vienen del sol, gracias al relleno gaseoso que impide que estos visitantes espaciales nos atraviesen como pequeños cuchillos. Hasta las gotas de lluvia nos harían daño si no fuese por la atmosfera. Lo más sorprendente es que es muy chica: tiene un grosor de unos 190 kilometros, que parece mucho, pero que en proporción relativa respecto al Planeta es como una capa de pintura.

La atmosfera se divide en cuatro partes: ionosfera, mesosfera, estratosfera y troposfera. Esta última es la parte más valiosa para nosotros. Contiene oxigeno y calor suficientes para permitirnos funcionar, aunque conforme ascendemos por los 16 kilometros de espesor que tiene, la vida se había haciendo cada vez mas chunga. El 80% de la masa atmosférica y casi toda el agua de la atmosfera se encuentra en esta pequeña cápita.

Algo más arriba de la troposfera esta la estratosfera: cuando ves la cúspide un nubarrón que se achata, tomando una forma parecida a un yunque, lo que produce ese corte es la frontera entre estas dos capas (llamada tropopausa). Aquí arriba, a unos 15 kilometros de altura, la temperatura es inferior a los 50 grados bajo cero, y apenas hay oxigeno. Pero al pasar esta zona intermedia la temperatura se eleva de nuevo a los 4 grados, debido a los efectos absorbentes del ozono, para luego volver a descender a 90 grados bajo cero en la mesosfera, volviendo a dispararse hasta los 1.500 grados en la ionosfera (o termosfera).

Esta parte, la ionosfera, es bastante chunga, especialmente si algún día queremos coger nuestra nave espacial y darnos una vuelta por el espacio exterior. Y si no, que se lo pregunten a los tripulantes de la lanzadera espacial Columbia, que sucumbió en febrero de 2003 en esta zona. Si un vehículo entra en esta zona con un Angulo demasiado inclinado (mas de 6 grados) o demasiado rápido, puede impactar con suficientes moléculas para generar una resistencia aerodinámica tremendamente combustible. Claro que si el ángulo es demasiado pequeño, el vehículo podría rebotar al espacio, como las piedras planas cuando las tiramos al agua.

Así que, como ya habíamos expuesto en un artículo anterior sobre nuestra incapacidad para vivir en el mar, somos seres confinados en un estrecho margen, al nivel del suelo. No hace falta ascender muchos cientos de metros sobre el nivel del mar para que el cuerpo comience a quejarse. Hasta los alpinistas veteranos, con el apoyo de una forma física excelente, experiencia y unas botellicas de oxigeno, son vulnerables a gran altura a la confusión, las nauseas, el agotamiento, la migraña y otros trastornos que forman lo que se llama “El mal de altura”. Por encima de los 7.500 estos síntomas son mortales en potencia, pero desde los 4.500 son ya bastante fuertes.

Así, el límite de tolerancia humana para la vida continuada parece situarse en unos 5.500 metros. Los pueblos que viven en estas alturas llevan miles de años desarrollando pechos y pulmones enormes (para recoger más aire) y aumentando la densidad en sangre de hematíes portadores de oxigeno hasta casi un tercio más que la gente que vive al nivel del mar. Pero es que, además, la temperatura desciende 1.6 grados por cada kilometro que subimos. Esto extraño mucho a los científicos, que pensaban, lógicamente, que cuanto más te acercas a una fuente de calor, mas calor hace.

El hecho se explica sencillamente, porque, en realidad no te has acercado prácticamente nada al sol. Este descenso de temperatura se produce por la densidad de las moléculas de la atmosfera. La luz del sol energiza los átomos: aumenta el ritmo al que se mueven y agitan, liberando calor. Pero cuanto más asciendes, menos moléculas encuentras, y, por lo tanto, menos colisiones se producen.

¿Sabes cuánto pesa el aire que tienes encima? Una subida de 2 centímetros en un barómetro supone casi media tonelada más de peso sobre tu cabeza… pero no experimentamos ninguna molestia. ¿Por qué? Pues porque tu cuerpo está hecho de fluidos incomprimibles, que empujan en sentido contrario, equilibrando la presión interior y la exterior. Pero cuando si te das cuenta de lo masivo, denso y pesado que es la atmósfera es cuando el aire esta movimiento (lo que se suele llamar viento).

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