COLORES
Los dioses y los diablos se mezclan con el gentío, y van y vienen metidos en el abigarrado subibaja de la muchedumbre. Aquí nadie tiene trabajo, pero todos están muy ocupados.
La luz grita, el aire baila. Cada persona es un color que camina. De los cuerpos, negros, bajan sombras verdes y camina. De los cuerpos, negros, bajan sombras verdes y azules, y tantos tonos tienen los fulgores del aire que el arcoiris prefiere no salir, para evitar el papelón.
De cara a la mar, derramada sobre las laderas de las montañas desolladas, Port-au-Prince se ofrece a los ojos como una estridencia de colores, donde la vida se aturde y olvida lo poco que dura y lo mucho que duele.
¿Será que la ciudad copia a los pintores que pintan la ciudad? ¿O es ella quien convierte, sin ayuda, su basura en hermosura?
Galeano.
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