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"¿Por qué si todos los que mueren van al cielo, el cielo está vacío?" "¿Es cierto que tenemos un rollo de pelo adentro de la cabeza y cuando se termina nos quedamos pelados?" "Mamá se comió un bebe, por eso está gorda y voy a tener un hermanito." "Yo duermo en la cama de mi papá y mi mamá porque en la mía no cabemos los tres."
Las frases de los chicos dan para una antología sin fin, y el asombro de los adultos ante ellas es inagotable. Pero tras esa variedad hay un patrón común. Los chicos tienen un pensamiento y un lenguaje que, como ellos mismos, están en formación.
Si nos sorprende es porque, aunque no lo parezca, se trata de un pensamiento realista y concreto, no distingue entre realidad y fantasía, no hace abstracciones. Si los muertos van al cielo, debemos verlos allí, si el pelo sale de la cabeza algún día se terminará, si en la panza de mamá hay un bebe es porque se lo comió. También le adjudican atributos humanos a las cosas inanimadas, a los muñecos, a los juguetes. Es un pensamiento animista que se refleja en el lenguaje.
Los adultos vemos "frescura" en ese razonamiento y lamentamos haberla perdido. No es así: la transformamos. Al desarrollarnos y completar nuestra maduración (a esto dedicó sus extraordinarios estudios el psicólogo y filósofo suizo Jean Piaget), atravesamos estadios hasta alcanzar un pensamiento inductivo y deductivo apto para operaciones mentales complejas. A la riqueza de este proceso aportaron, y mucho, el estímulo recibido y la interacción con el medio que nos permitieron desarrollar nuestra personalidad e integrarnos de un modo específico a la sociedad.
Justamente, por ser adultos podemos asombrarnos y disfrutar de la lógica y del lenguaje de los chicos, que no necesitan justificativos para asociar cosas o hechos disímiles de un modo que, en su mente, es perfectamente posible. Al madurar, tendrán otra comprensión del mundo, de las causas y los efectos, e incorporarán incluso nociones éticas. En el camino, como receptores activos de los valores y modelos del mundo en el que crecen, mostrarán los primeros atisbos de una cosmovisión propia, esa que, según Lawrence Kohlberg (quien se inspiró en Piaget), los convierte a menudo en "pequeños filósofos".
Mañana, en Argentina, es el día del niño. Qué tal si les regalamos tiempo?
FILOSOFIA EN PEQUEÑAS DOSIS.
"Es muy difícil ser chica".
"Se cortó la luz y la madre, con tono de alarma, preguntó: "¿Y ahora, qué hacemos?". "Encendé la luz de la esperanza".
"Mientras luchaba porque no conseguía ponerse una zapatilla, protestó: "Encima, tengo dos pies".
"Mi mamá es sin fines de lucro", María, 6 años, al explicar el trabajo de su madre.
"Cinco caramelos son pocos, pero cinco años son muchos", Mía, 5 años.
La mamá le explicó que sus tíos acababan de divorciarse. "Así no es la vida", replicó ella.
"¿Y cómo es la vida?", preguntó la mamá. "Juntos", concluyó Inés, 5 años.
"La oportunidad es esperanza", Trinidad, 4 años.
DUDAS EXISTENCIALES:
"¿Los policías no se bañan nunca que tienen siempre puesta la misma ropa?". Julieta, 4 años.
"Mami, ¿por qué todos me pueden ver la cara y yo no?" Toti, 5 años.
"¿Cuántos años tiene mi sombra?". Jimmy, 6 años.
Al ver por televisión un casamiento entre dos mujeres, preguntó: "Ahora, ¿cómo va a ser?? ¿mujer y mujor? ". Pilar, 3 años.
"Mami, después de este día, ¿va a ser mañana?" Clara, 4 años.
"Abuela, ¿qué sueñan los ciegos?" Nils, 5 años.
CUESTION DE CONCEPTOS.
"¿Cuál es tu segundo nombre?" "Paz, de «dejame en paz»". Jazmín , 5 años.
Al ver el Obelisco, exclamó: "Mirá, un... un... ¡un fósforo!". Felipe, 3 años.
"Si vos seguís vagueando en salita azul, te cambio a otra". "Entonces yo empiezo a vaguear en la otra..." Camila, 5 años.
A la hora de los cuentos: "Contámelo, pero sin la página de la bruja; si no, no me gusta". Angeles, 3 años.
Cuando en la clase de inglés le dijeron que muñeca se decía doll , ella, llorando a mares, corrigió a la maestra: "¡No! mi muñeca no se llama doll , se llama Javi!" Julia, 3 años.
La madre lo apuraba: "¡Vamos, Pedro". Y le respondió: "Ahí voy! Sos desesperada, eh!" Pedro, 4 años.
EL MAS ALLA.
"Ayer murió el abuelo y mi papá se quedó triste porque ahora es medio huérfano". Lorenzo, 5 años.
Cuando le dijeron que la abuela China se había ido al cielo, preguntó, preocupada "¿Y si se cae? ¿Cómo la agarramos?" Carolina, 3 años.
"Papi, si yo me muero y todos se mueren... ¿quién se va a quedar con mis juguetes?". Lucía, 3 años.
Cuando, en respuesta a su pregunta, el papá le respondió que si se moría probablemente iría al cielo, ella le retrucó: "Pero si vos siempre me decís que hay que saber elegir, ¿por qué no elegís quedarte?" Martina, 6 años.
"Mami, ¿en el cielo habrá tierra?... Seguro no hay, porque así te crecen alas y podés volar?" Matteo, 4 años.
PLACERES DE LA VIDA.
"A mí me gusta dormir con los ojos abiertos, porque no quiero perderme nada". Lucas, 3 años.
"Cuando sea grande, quiero ser cocinero y, cuando sea perro, quiero comer piedritas..." Joaquín, 2 años.
Y el hijo de Loli: "La Seven Up es agua con agujeritos! jajaja.
Fuentes: Los niños, Lolimar...y Diario La Naciön.
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