No sería el último.
Pero aquella tetaza levantó, entre otras cosas, una tremenda polémica que, vista hoy en día, nos puede parecer ridícula. Todo el mundo hablaba de aquel pecho saltón e indomable. Claro, eran otros tiempos. Eran los años inmediatos a la muerte del dictador, en los que esta España nuestra se debatía entre la rebeldía contestaría de la Movida y de la “gente de ciudad” y la mojigatería heredada de los años de represión, nacionalcatolicismo y castración mental.
Gracias a mi educación y a que me crie en un ambiente de absoluta libertad sexual, con el paso de los años, de vez en cuando, recordaba la tremenda excitación pre-púber que me produjo el pecho saltarín de la Sabrina Salerno aquella. Y me parecía especialmente curioso que apenas unos años después, en los años noventa, al menos en la zona donde vivía y sobrevivía, la libertad sexual se había asentado y el decoro contra el desnudo se había relativizado. Claro, vivía y vivo en una zona de turismeo, donde la gente viene en veranico de vacaciones y se deja en sus ciudades y en sus pueblos los pudores y las represiones.
Entre una cosa y otra, aprendí a ver con absoluta normalidad y sin ningún rastro de miedo atávico ni de inmoralidad, el cuerpo, femenino o masculino, desnudo. Orgulloso, pensaba que habíamos conseguido cambiar, al menos en España. Pensaba que por fin habíamos entendido que nacemos desnudos y que no pasa nada por mostrarnos tal y como venimos al mundo.
Y así llegué a adulto, si es que alguna vez se llega a ello.
Y llegué convencido de que el mundo estaba cambiando. Pensaba que una de las grandes victorias morales del siglo XX había sido descriminalizar el cuerpo, tantos años perseguido por la rabia envidiosa de señores ensotanados, por mojigatas falticas de sexo y por puteros que repudian públicamente los cuerpos desnudos por los que pagaban en privado. Pensaba que la lucha que se inició en los sesenta, en los que se tenía más hambre de libertad que de pan, había concluido, por una vez en la vida, con éxito.
Pero no.
Fracasamos.
Y además, cada vez vamos a peor.
Y en parte se debe a que la hipocresía campa a sus anchas.
En los últimos días hemos sufrido varios ataques de la inquisición antimama facebukiana. Todo empezó porque tuvimos la atrevida y tremendamente osada idea de compartir una bellísima foto, conmemorando el Día Internacional de la Mujer, en la que aparecían dos bellas señoras de dos mundos dispares, mostrando sus pechos con una alegría y una belleza apabullante y emocionante. La foto, para mí, era símbolo de la libertad, de la mujer que ha de ser, del camino que, pensaba, habíamos ganado hacia la libre expresión del cuerpo, alejado por fin de la castración mental de antaño.
Y he aquí que eliminaron la foto, por impúdica y por atentar contra no se qué mierda de leyes morales que se gastan estos del Facebook. Y además me cerraron el perfil durante 24 horitas, no vaya a ser que se me ocurriese seguir poniendo tetas por doquier.
Como no hay mas incentivo para un librepensador, cabezones que somos, que la censura, durante toda la jornada de ayer, desde este pequeño reducto ingobernable que es y será PA LO QUE HEMOS QUEDAO, alzamos nuestra voz y nuestros puños contra esta injusta decisión de esta red social (que por otro lado tanto nos gusta y nos aporta).
Y nos volvieron a denunciar. Esta vez alguien que se identificó, a medias.
Y volvieron a chapar mi cuenta (otra que me había creado para continuar en la lucha)
¿Qué hemos hecho mal, en definitiva? ¿Qué está pasando? ¿Cómo puede ser que Facebook nos censure de esta manera tan dolorosa, mientras hay páginas con imágenes de niños desnudos, de perros maltratados o de sexo explícito que no sufren la más mínima censura? De hecho, ayer mismo, comprobamos cómo una página tremendamente ofensiva, de cuyo nombre no quiero acordarme, no fue eliminada después de que, a modo de prueba, iniciásemos una campaña para cerrarla.
¿Qué criterio tienen estos señores, señoras o “robores” del Facebook?
Así que, como siempre hemos creído que el movimiento se demuestra andando, no nos vamos a quedar quietos, no nos vamos a callar, no vamos a parar hasta, al menos, intentar cambiar esta forma de actuar de Facebook que facilita las denuncias injustificadas por parte de carcas reprimidos o de simples trolls porculeros.
Pronto os explicaremos cual va a ser el camino a seguir.
Pero seguir, seguiremos.
Ruego, por favor, compartan nuestro quejío. Entre todos, igual hacemos algo.
Un abrazo
Oskarele.
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