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MARIE ANTOINETTE Matrimonio de conveniencia


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“María Antonieta no ha encontrado en el Bosque de Compiegne, ni a un hombre, ni a un amante, ha encontrado un esposo por razón de Estado”.

A pesar de que en Austria se llevó con toda pompa el matrimonio per procurationem, el verdadero se va a realizar en Versalles con la presencia de Luis Augusto Duque de Berry Delfín de Francia , el 16 de Mayo de 1770 en la capilla mandada construir por Luis XIV.

El mismo día de la boda se produce un escándalo de protocolo: las princesas de Lorena, alegando su parentesco con la nueva Delfina, se permitieron bailar antes que las duquesas, grandes damas de la nobleza, que murmuran ya contra "la Austríaca", por la tarde 132 personas mueren asfixiadas en la calle, en medio del regocijo público.
Joven, bella, inteligente, heredera de Habsburgo y con un árbol genealógico impresionante, su llegada aviva también los celos del pequeño mundo de la nobleza versallesca y de las múltiples y dudosas alianzas; pero la joven Delfina tiene miedo de acostumbrarse a su nueva vida. Su espíritu se pliega mal a la complejidad y a la astucia de la "vieja corte" y al libertinaje del rey Luis XV y de su amante Madame du Barry.

Este suceso es totalmente íntimo y familiar, sólo a personajes aristocráticos le es permitida la entrada; las familias más selectas de Francia son invitadas, claro antes se revisa exhaustivamente su árbol genealógico, que debe contar por lo menos con cien ramas con excelentes enlaces.

El Arzobispo de Reims es quien bendice el joven matrimonio. Marie Antoinette hace su entrada con un hermoso vestido rosa y plata.
La misa comienza y se tiende el dosel de plata sobre la pareja.
Luis XV firma el contrato matrimonial y tras él en un riguroso orden jerárquico, los parientes más cercanos de la familia real.
El inmenso pergamino aún existe como testimonio de que fue sólo a Marie Antoinette a la que se le escapó una mancha de tinta, tras la cual todos los invitados murmuraron “mal augurio”.
Firmó como “MARIE ANTOINETTE JOSEPHA JEANNE”, nombre que le dieron los franceses, ya que en Austria su madre la llamaba Toinette de cariño y la bautizaron con el nombre de María Antonia Josefa Juana.
Terminada la ceremonia todo es felicidad y regocijo. El pueblo celebra.
Medio París se traslada a Versalles llenando sus jardines. Lo más sorprendente fue por la noche: los imponentes juegos artificiales.

Dentro del palacio seis mil invitados escogidos entre la nobleza, solo para observar cómo se lleva a cabo el banquete de bodas donde veintidós miembros de la familia real comen mientras ellos parados en silencio recorren la mesa.
El fondo musical compuesto por ochenta músicos para tocar la tonadilla de moda. Terminado el banquete, atraviesan la doble fila de la guardia francesa que le rinde homenaje a los recién casados. La ceremonia ha terminado.
Se dirigen a su habitación la joven pareja escoltados por el Rey Luis XV y la Duquesa de Chartes, ambos entregan respectivamente los camisones de dormir.
Se acercan al lecho de los novios el Arzobispo de Reims para bendecirlo, la corte se retira junto con el Rey y se quedan los novios solos.

Marie Antoinette, al día siguiente, escribe en su diario la famosa palabra “RIEM, Nada”.

Su marido la evita (el matrimonio no se consuma hasta julio de 1773), ella trata de amoldarse al protocolo y a la ceremonia francesa y aborrece tener su corte.


Así empieza una de las etapas que marcarán la forma de ser de Marie Antoinette, y no solo de ella sino tambien de Luis, su corte y el poder del antiguo régimen que se debilita frente a sus súbditos.

Continuará.

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