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PLATÓN. PARTE 9. EL MUNDO SEGÚN PLATÓN: EL DEMIURGO


Perpetrado por Oskarele

En el dialogo "Timeo", obra escrita ya en la vejez del filosofo, hacia el 360 a. C., en la que Platón expone su propuesta para una cosmología, basándose en su ya ampliamente desarrollada teoría del mundo de las ideas. Esta genial obra comienza con la famosa referencia a la Atlántida, tema este que desarrollará en el siguiente dialogo, el “Critias”, y del que hablaremos más adelante.

Después comienza a exponer su cosmología, haciéndolo en boca de Timeo, que es presentado como un sabio acerca de las ciencias de la naturaleza, especialmente docto en astronomía, y que dice ser originario de las regiones itálicas en las que, no por casualidad, se desarrolló el pitagorismo.

“¿En qué consiste lo que existe siempre y lo que cambia siempre?” Se pregunta Timeo.

La respuesta esta, como no, en la visión dual del mundo según Platón: lo que existe de toa la vida son las ideas,  y lo que cambia siempre es el mundo que percibimos con los sentidos. El cosmos, el universo. Y como ya hemos dicho de este mundo sensible no se puede obtener un conocimiento autentico, sino solamente simples conjeturas o de explicaciones probables acerca de ella.

Estamos, pues, ante una explicación verosímil, por lo que no debemos atribuir literalmente a todas las afirmaciones el carácter de reflejar objetivamente el pensamiento de Platón sobre el tema.


Así tenemos dos ingredientes básicos en esto que llamamos mundo: las ideas y la materia.

A estos hay que sumar el vacio, el espacio, por el que la materia se mueve y se manifiesta.

¿Cómo se crean, pues, las cosas, los planetas, los arboles, las piedras, los mares?

Pues aquí Platón se saca de la manga un ser al que denomina “Demiurgo”, una especie de divinidad hacedora, causa eficiente del universo, que crea todas las cosas del mundo sensible a partir de los modelos perfectos del mundo de las ideas.

El demiurgo, maravillado con la perfección y belleza de las ideas decide pasarlas a materia, ordenando así un universo caótico y desordenado, sometido al constante devenir.


Este Demiurgo, por lo tanto, es alguien lleno de bondad y buenas intenciones, pues, apenado por el desorden de la materia, decide hacerla participe de la belleza y la perfección del mundo supremo de las ideas. Por ello el mundo resultante es el mejor de los mundos posibles y las  imperfecciones que en él encontremos no se deben al Demiurgo, sino a las características propias de la imperfección de la materia.

Curiosamente, este Dios de Platón no es un dios creador al modo del Yahveh bíblico, pues no crea nada, sino que ordena. Seria más bien un ordenador.

Un dios ordenador…

El demiurgo consideró que no puede haber algo bello sin inteligencia y que no puede haber algo inteligente sin alma. Por ello puso la inteligencia en el alma, y el alma en el cuerpo. El Cosmos resulta ser entonces una especie de ser viviente provisto de alma e inteligencia por la providencia de este dios. En el centro de ese mítico universo el Demiurgo platónico colocó un alma que se extiende por todos lados, de la que emanarán las almas particulares de todos los seres vivos. Este “Alma del mundo” está compuesta por elementos del mundo de las ideas y por elementos del mundo sensible, al igual que el alma humana.

Timeo explica que el Demiurgo también fue el que dio inicio al tiempo porque quiso que el universo se asemejara a su modelo perfecto del mundo de las ideas, que es eterno. Como esto no es posible en este mundo del devenir, el Demiurgo crea una imagen móvil de la eternidad.

Su movimiento es eterno, pero con una eternidad que está sujeta al número, en la que se distingue el presente del pasado y del futuro.


Para ello se crean los astros, cuya función es señalar discretamente el paso del tiempo: Los astros, siete, se colocan en los siete circuitos de lo Otro. El Sol y la Luna son los principales divisores del tiempo, marcando el día y la noche, y el año, el primero; y los meses, la segunda. Los otros planetas también marcan el tiempo, aunque esto no lo advierta la mayoría de los hombres. Cada vez que los astros retornan a su configuración inicial, se cumple un Año Perfecto.

Lo siguiente es la creación de los seres que van a habitar en este universo recién hechico: serán cuatro tipos de habitantes.

En primer lugar los dioses celestes, hechos de fuego, que se corresponden con las estrellas fijas, los planetas y la Tierra.

Luego están los “Dioses  alados”, hechos de aire, los acuáticos, de agua y los que viven sobre la tierra.

Los humanos pertenecemos a ese último nivel, y aunque somos mortales, tenemos un elemento inmortal ofrecido directamente por el demiurgo, el alma, que está hecha con el mismo material que el alma del universo, aunque no es tan pura como aquella, al tener partes impuras y mortales. Y nuestro cuerpo en realidad fue creado por los dioses celestes con los cuatro cuerpos primarios, fuego, agua, tierra y aire.


Resumiendo: la cosmogonía que propone Platón plantea un cosmos ordenado siguiendo los dictados de la inteligencia, con la finalidad de trasladar al mundo de la materia la perfección y la belleza del mundo de las ideas.

De aquí se puede sustraer un lectura en clave religiosa, indicando una tendencia (ya mostrada en Sócrates) hacia el monoteísmo (aunque se mencionan varios tipos de dioses, por encima de todos está el demiurgo), aunque con elementos relacionados con la escuela pitagórica (los números, los cuatro elementos, la reencarnación de las almas…)

Bueno, con este artículo terminamos con Platón. Queda otro más, pero saldrá a la luz dentro de un par de días, cuando comencemos a publicar nuestro estudio sobre una isla mítica que se hundió bajo las aguas del Atlántico…

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